No falta día en que no se aprecien los estragos que la opinión publicada perpetra a la opinión del pueblo, otrora opinión pública. Un comunicado de la familia de Laura Luelmo pidiendo respeto para infortunada víctima, pone de manifiesto la deprimente influencia de los medios entre el personal. No es el único mensaje en ese sentido. A los pocos días, reincidía en el mismo sentido la familia de Almería que también sufrió hace un año la trágica desaparición y muerte de su entrañable niño. Como al final del luctuoso episodio, esta pareja, tras agradecer las populares muestras de solidaridad y cariño, rechazaban las secuelas de venganza y morbo contra el entrañable recuerdo. A pesar de las opiniones de cenizo o pesimismo que mis escritos generen, quiero hoy remar en la dirección de estas dos familias. Y no para removerme en el fango que reprochan, sin no para reflexionar prevenir, si fuera posible sobre sus causas.

En estas mismas páginas, hemos visto el deterioro que viene sufriendo la profesión del periodismo, por las presiones del poder económico en contra de una información veraz y objetiva. Ya se sabe aquello de “quien paga manda” y tanto las empresas que pagan publicidad, como las propias dueñas y sus financiadores las condicionan en su beneficio. Las propias noticias se dan incompletas sin atender a las preguntas que la ciudadanía querría hacer. Las que se seleccionan, en general no son las más importantes para la mayoría. Otro día recordábamos, siguiendo los estudios de Chomski, las martingalas para manipular las noticias que nos llegan, dentro o en el conjunto de un telediarios. Algunas salen más porque como las citadas llaman más la atención y suben la audiencia, a la vez que apelan a la venganza o a otras pasiones en lugar de a pensar por qué ocurren.

Hay veces que una noticia negativa, al principio se ofrece de manera exagerada o para meter miedo al principio, para luego sentir alivio cuando se aprecia que no ha sido para tanto. Pocas veces se le explica a quien se informa por qué se elige el testimonio de una persona o de otra. El orden de las noticias tienen mucho que ver para que nos fijemos más en unas que en otras, así a éstas últimas se les prestan menos atención. Otras veces, tras una información negativa para la mayoría, como los despidos injustificados de muchos trabajadores o de las ganancias exageradas de bancos, se ofrece otra más tranquilizadora, para no pensar es la anterior. A alguien le beneficia que tantas familias en las que hay alguien sin trabajo, se pare a pensar sobre el asunto. Cuántas noticias se presentan como irremediables para atemorizar y que los demás no nos pase. Así, aunque veamos la injusticia nos vamos acostumbrarnos a no buscar soluciones, que probablemente si las haya. Pero en lugar de seguir enumerando más casos volvamos al fondo de las que nos han traído hasta aquí.

Como veíamos, la ciudadanía está dispuesta a reaccionar ante las desgracias ajenas de distinta manera: con solidaridad, ayudando en la búsqueda , o con venganza. Tanto la una como la otra se pueden encontrar en cualquier persona. Lo que no siempre valoramos es si a la una o a la otra se nos ha incitado en un momento concreto o en muchos. Pocas veces reparamos en que esas influencias pueden estar al servicio de una ideología. Hay quienes nos invitan a buscar o a pedir venganza, incluso la muerte, también a pensar en qué hacer para que eso no se repitan más. Alguien así, excitado por el dolor, quiere golpear al o a la un presunto culpable o a pedir una ley sobre la pena de muerte. Nos encontraremos otras ideologías o actitudes que entiendes que en una situación de encono no se deben adoptar decisiones importantes. Alguien añadiría que una muerte no ayuda a otra muerte y que sería mejor hacer que el delincuente se arrepintiera verdaderamente de su crimen. Se podría añadir que, en aquellos países en que se mantiene la pena de muerte, se siguen produciendo tanta o más delincuencia que en los que no está en vigor. Se ha dado algún caso en que tras una ejecución se demostró la inocencia de la persona penada. Alumbrados por el sentir generoso de ambas familias, pidiendo que la ley se cumpla y se eviten nuevos dramas, ayudemos en esa labor. En todos los ambientes nos podemos encontrar personas que procuran el bien común más acorde con la concordia.

Alguien añadía otra vertiente de los perjuicios que causan los medios. Citaba al ejemplo de una señora que, sin especiales méritos, se había hecho popular y con posibles gracias a una boda y separación famosas. Así la industria de la información y el entretenimiento ha creado un personaje que, presumiendo de su escasa preparación, notable desparpajo y dudosa ética, grita “yo por mi hija mato”. No creo que fuera por azar, como surgieran esta “princesas del pueblo” y sus colegas, que propician tan edificante y ponderado ejemplo. Resumiendo, lo que decíamos al principio en el título, que el poder manipula y enfrenta al pueblo, sustituyendo la información y cultura por la carnaza que envilece.