En el próximo diciembre tendrá lugar en Katowice (Polonia) otra Cumbre Climática convocada por la ONU. De todas las que habitualmente se celebran yo recuerdo como más esperanzadora la celebrada en París en 2.015. Tras ella se hablaba de unos plazos para disminuir la contaminación y de la buena disposición de la mayoría de los países en el empeño. Luego, han pasado los años y ni las plazos ni los acuerdos se mantienen. Ahora el margen de maniobra es menor: tenemos un plazo limitado para que el calentamiento global no pase de 1,5 ºC. Si se llegara a los dos puntos el panorama sería desolador. Por eso que hablamos de ocupación ya del problema y no seguir en el “pre”, que por dejadez se ha hecho casi irresoluble.
Hace unas semanas planteábamos el tema de la contaminación de campos, océanos y la incidencia de productos en el cultivo y el creciente uso y desperdicio del plástico. Hoy tratamos otra cara del deterioro que causamos al planeta. El cambio climático, que derrite el hielo de los polos y genera catástrofes crecientes o la subida de los mares que se tragan islas y costas, amenaza con hcer al final inhabitable la Tierra. Ahora de cara a la cita en Polonia, conviene ver si hay verdadera voluntad de aunar esfuerzos por la supervivencia conjunta. Ademàs del conocimiento de la realidad
conviene tener en cuenta la voluntad y la actitud con que se afronta el reto. Ante el innegable peligro, se puede reaccionar de manera positiva pensando que, con esfuerzo solidario, hay futuro. Por el contrario, el pesimismo nos llevaría a aceptar el acabose con penosa resignación o con el egoísta “sálvese quien pueda”.Siguiendo a Nuria del Viso,experta del asunto, indaguemos algo.
Nos dice que no faltan quienes tratan de hacer negocio con el colapso. A medio plazo, ya las aseguradores han empezado a no cubrir los riesgos por catástrofes naturales. Mientras las cosa van empeorando, surgen empresas privadas de bomberos y seguridad que ofrecen sus servicios a gobiernos o particulares. Las hay que mejoran las máscaras antigás. El campo de cultivo y el agua se convierten en una inversión preferente. Comprar campo de cultivo con mayor latitud, altitud y lejos del mar, permitirá traficar con los alimentos que se cultive en esos campos y con esa agua. Para ello, no falta quienes piensan en construir tuberías para vender agua a 400 o más kilómetros. Hay proyectos de ciudades flotantes para pudientes, o casas y búnker seguros. De todo eso parece alegrarse el ex primer ministro de Islandia.
En otra dirección, esto es poniendo su coco en ofrecer soluciones para salvar la situación o sobrevir algo mejor, también hay proyectos. Buscar nuevos cultivos más resistentes, que sustituyan a los que dejen de cultivarse, es algo de agradecer. Lo mismo que seguir el camino del “angolín” el producto que reduce el metano del vacuno a la atmósfera. Dedicar el petróleo que quede a la fabricación de tantos productos que se han hecho tan necesarios como placas solares o molinos de viento. Erradicar lo antes posible los cambustibles fósiles. Esperemos que la geoingeniería siga investigando hasta dar con soluciones en alguna de las dos direcciones en marcha. Unas dirigidas a mejorar el manejo de la radiación solar. Otras que tienen como objetivo el secuestro del CO2 que envenena la atmósfera. No me resisto a recordar lo de las cautro erres: Reflexionar sobre el planeta finito, Reducir el consumo, Reutilizar lo útil, y Reciclar lo inservible. No sé que éxito tendríamos con la segunda erre, sobre todo en las semanas que vienen. De todos modos, antes o después, ya sean las citadas catástrofes o cánceres de piel y otros, nos irán convenciendo. Mientras nos podremos seguir entreteniendo con el famoseo, o la estrafalaria historia de llevar iceberes de la Antártida hacia Sudáfrica. Y ya, casi en la ciencia ficción, hablar de lanzar millones de partículas a la estratosfera como parasoles. O la de cubrir los desiertos con grandes plásticos reflectores.
Si tuviéramos fe en la apuesta colectiva, podríamos tomarla como empeño solidarios, pues si no atendiéramos, las primeras hambrunas, mal seguiríamos adelante pese a la posible militarización. Así a la vez que salvamos el escenario, nuestro planeta, nos damos la oportunidad de dignificarnos como humanidad.