Si tus aguas oscuras, correosas, ambarinas y cobrizas rompen, con su incesante golpear la gris y rojiza falla granítica, en tortuosas y violentas cascadas de lechosa y sonora espuma, me pregunto y te pregunto:
– ¿Por qué te llaman Piélago?
Si sobre tu fluido, altanero, frío y cálido elemento se levanta, como imperecedero esqueleto viviente, un vetusto y mohoso puente de púrpuras y brillantes cantos y guijarros, con ojos abiertos y sangrantes, recuerdo de augustas campañas, donde el argentífero, plúmbico o cuproso mineral caminaba hasta Gades o hasta Roma, me pregunto y te pregunto:
– ¿Por qué te llaman Piélago?
Si la fuerza de tu brioso río, mueve las ruedas de oxidado molino ferroso, para que la berrueca y chirriante roca triture cacao y harina, para que las almas de un sufrido pueblo coman y beban blancas hogazas y espeso, aromático y humeante chocolate, me pregunto y te pregunto:
– ¿Por qué te llaman Piélago?
Si tus curvadas y olvidadas orillas, como vueltas de plateada serpiente, se llenan de verdes y azafranados árboles; rojas, moradas y amarillas flores y coloridos y trovadores pájaros, me pregunto y te pregunto:
– ¿Por qué te llaman Piélago?
Si dicen y escrito está, mi hidrófilo lector, que un Piélago es lo más abisal y hondo, de un oscuro y lejano mar, donde krakenes, leviatanes matan, sin piedad a intrépidos navegantes, que olvidaron sus banderas y acallan los libres, pueriles, armoniosos y sonoros cantos de sirenas.
– Entonces… ¿por qué a ti te llaman Piélago?
Aunque te parezca falaz, y por la ley de los contrarios, también cuentan, los que saben, que un Piélago es un trocito de remanso y de paz, en tranquilas y serenas aguas, embalsadas de una manera natural, tras un recorrido rápido del líquido elemento en un terreno accidentado. Luego… ya empiezo a comprender, ¿por qué a ti te llaman Piélago?
Hermoso, hondo, sosegado y apacible embalse, que se forma cuando las aguas se detienen, se adormecen, se miran sonrientes y satisfechas, entre las arenosas y limosas orillas.
Boscosa orilla, de zarzas y juncales, que sirvieron para nuestros infantiles juegos, nuestras despreocupadas risas, nuestros baños, gritos y “aguadillas”, sobre el claro y profundo fondo, agarrados como imanes a esas enormes ruedas negras y trac toriles.
– ¡Si, este es su significado: “Al pie de la dura piedra el plácido lago!
Pequeño “pie de lago” de domingos, de veranos, de paseos agradables, de ternura en el verde suelo de tus sombras, de socarrones pescadores entre vinos y cervezas, de arroz con conejo y pan entre familias, de frescura en tus escurridizas y siempre eternas entrañas.