Despido el mes de febrero con el día de nuestra tierra: Andalucía, Andalucía para todos, para felicitarme y felicitaros. Y lo he hecho visitando mi Colegio Santa Ana, como todos los años, sabiendo que iba a sentir su cercanía porque sé del esmero y el trabajo con que se preparan todas las efemérides en un colegio, en las que participan todos, familias, niños y niñas y maestros y maestras, todos formando un equipo destinado a educar, a dejar rastro, a saber del origen y la identidad desde siempre y para siempre, se esté dónde se esté. Felicidades, Andalucía, por tu tierra, tu cielo, tus paisajes, tu historia y tus gentes, gentes a las que pertenezco, y digo bien, mi tierra no es pero mi gente sí, también de siempre y para siempre.

Siendo un día así, las palabras que pueda decir se prestan a bastante emotividad y literatura, que es lo mío y me vais a perdonar que disfrute con ello y lo comparta. En mi llegada al colegio, a los colegios en general sobre todo públicos que son en los que me reconozco, siempre me acompaña esa familiaridad y al mismo tiempo extrañeza de que aun no estando ya allí, se me siga reconociendo, será porque no lo dejo y me sienta como en mi casa, mejor dicho, como en mi escuela, porque es mi escuela. ¿Y qué es una escuela para mí? La escuela es el lugar en el que me he identificado, en el que he dejado lo mejor de mí, en el que se ha tenido la sensación de hacer algo imperecedero, en el que he luchado por Linares y en el que he dejado todo el entrañable cariño que provoca un niño, una niña, un maestro, una maestra, unas pisadas recorriendo pasillos y aulas al mismo tiempo que vuelan los recuerdos…

Y pisadas me encontré dirigiéndome hacia los lugares donde se habían escenificado cada una de las provincias de Andalucía, unas pisadas pequeñitas que me pararon en Granada con su fuente de la Alhambra que manaba agua, el Mulhacén y después a Córdoba, con los arcos de la Mezquita de tamaño natural que atravesé casi con veneración, Jaén con su olivo, su minero, su aceite, Málaga con su puerto, sus espetos y su mar, Cádiz alegre y blanca y sus carnavales, Huelva con sus carabelas y su marisco, Sevilla con sus tronos pequeños de Semana Santa y Almería con su paisaje, su luz y su atractivo cinematográfico. Sus personajes y muchas más cosas dignas de visitar. Una maravilla de decoración real y amorosa por su tierra. La claridad del verde y blanco completaba una acogida entrañable. Y todo desde el trabajo de todos, familias, profesorado y niños y niñas, en los que me encuentro siempre las miradas y los abrazos que responden a los míos.

Pero en medio de la degustación del pan y aceite y otros productos típicos nuestros, he podido observar la preocupación del profesorado por este contencioso bastante manipulado ante la próxima elección de colegio, público o privado concertado. En este mes de Marzo que comienza, se abrirá el plazo para la escolarización, hay libertad total dentro de las plazas que se oferten, todo está preparado para escolarizar equitativamente al alumnado. Estoy de acuerdo en que a priori las familias tienen bastante claro el colegio al que quieren llevar a sus hijos. Voy a contarles algo relativo a mi vida porque estoy en este medio linarense y cercano, con el fin de valorar la importancia que tiene la decisión de los padres y madres a la hora de entregar a sus hijos a una educación reglada. Tenemos que tener en cuenta de que en los años 50 la escuela pública no era la mejor del mundo en cuanto a fisonomía y tradición aun cuando algunos maestros y maestras eran de los inolvidables. Existía una escuela pública separando niños y niñas y una escuela privada de monjas y frailes con la misma división. Mis padres se debieron plantear, y eran aquellos tiempos, que no iba a ir a la pública por sus circunstancias ideológicas ni a la privada por lo mismo. Total, que aprendí junto a los maestros y maestras particulares y seguramente represaliados porque lo hacían para poder comer. Ya se lo imaginan. Hasta el instituto público no conviví con niñas y niños de mi edad, a ratos, ni pertenecí a un grupo estructurado. Viví esa transición aun dentro de la dictadura y después de un tiempo me tocó vivir la otra, la de ahora, la buena. Y me hice pública, ya maestra pública, libre, liberada, en un entorno cómodo y confiado, eficaz y trabajado, y dónde llevé a los míos segura de que tenían todo lo que yo consideraba necesario para su evolución humana. La educación de nuestros hijos e hijas debe conseguir una amplitud de la inteligencia, una capacidad de comprenderlo todo, una apertura a la opinión propia y honesta y una preparación responsable. No seré yo la que catalogue al profesorado dependiendo de dónde esté aunque sí en cuanto a intereses manipulados. La escuela pública mantiene todos los centros, también aquellos en lugares donde nadie que no haya sacado las oposiciones no querría ir, los transportes escolares, la educación especial, las diferentes etnias y sustratos sociales, todo esto lo mantiene y lo dignifica día a día con el trabajo, la ilusión y la profesionalidad de hombres y mujeres con una dedicación para impresionar.

He visto estos días por los medios de comunicación muchas estampas escolares celebrando el día de Andalucía, con su pan y aceite, sus poesías, su himno, su colorido verde y blanco. He hecho el ejercicio de no leer a qué colegio concreto correspondía cada instantánea y en todas veía niños alegres, contentos, capaces y correctamente inmersos en una sociedad plural e igualitaria. Eso me parecía, y era, hasta que leí a qué colegio pertenecían. Yo que conozco este tema observé que había pocos públicos reflejados, no estaban todos, tal vez interesaba la publicidad subliminal concertada. Me empecé a preguntar por qué y me dije que si dependía de los sponsors que mantienen los medios, entonces no me digan más, seguimos pensando que el dinero público, eso de “ser sostenidos con fondos públicos” no se refiere a todos. Yo sé que las familias son libres para elegir centro, o al menos eso enseñamos los maestros y maestras públicos sin encomendarnos ni a Dios ni al diablo, por pura libertad.

He aprovechado que el Guadalquivir no es el Pisuerga, es más largo, para mi artículo de hoy, pero alegrémonos de su lento paso por nuestra tierra. Feliz Día.