Un amable lector me interpelaba hace unos días sobre la pensión que me permite vivir y escribir sobre lo que me preocupa.

Tras agradecer sus desvelos por mí, cuando hablábamos de desahucios, vuelvo sobre el asunto ya tratado aquí (08-09-15). El hecho de haber reflexionado ya en “Pensiones y el futuro de la mayoría” prueba que la cuestión me interesa por mí y por la previsión del futuro común. De ello el preocupado lector y alguno más, se pueden quedar tranquilos en cuanto a que en mi vida diaria y docente-aunque no se lo crean- la responsabilidad propia ha ocupado un lugar privilegiado. Así que duerman tranquilos por ambas inquietudes. De momento gozo de una pensión suficiente para hacer frente al sobrio sustento de mi esposa y mio, e incluso para echar una mano en la crianza de mis nietas/o, como viene siendo frecuente y necesario.

Esperando no ser reiterativo y no insistir en lo personal, de lo que ya hay referencia más abajo, vuelvo a este angustioso asunto para quien tenga una mínima sensibilidad social. En la ocasión anterior decíamos que la Hucha de las Pensiones prevista en el Pacto de Toledo tenía 66.375 millones de euros cuando cesó el gobierno de Zapatero. Durante el cuatrienio y la prórroga del Sr. Rajoy, la cuantía ha descendido de manera alarmente, el 60 %, incluyendo el último “toque” con la algarabía electoral. Con ser importante que las cuentas públicas cumplan la finalidad para que fueron concebidas, en este caso dar confianza, lo es más que el uso de lo común no se aproveche para generar más miedos y apoyar tendencias sectarias. Tratemos de explicarlo.

El Pacto de Toledo parece que ha fracasado, según dicen los expertos. Hasta los próximos al PP admiten la necesidad de cambiar los fundamentos del mismo. Ya aceptan la financiación de las pensiones-al menos las no contributivas- a través de los Preupuestos Generales del Estado y fuera de los específicos de la Seguridad Social. La razón se va abriendo camino para abordar el futuro de las pensiones sin las condiciones tradicionales específicas de España: Las reformas laborales no aumentan el total de las cotizaciones laborales aunque hayan repartido el trabajo entre más personas con empleo. Los efectos de la creciente pobreza no se pueden ocultar con mantras fracasados y traicionados en la práctica. Valga como ejemplo el uso de la mencionada Hucha. Según se ha dicho, en alguna ocasión se ha usado el dinero reservado de las pensiones como recurso ¿y préstamo? para apoyar a que la deuda pública no creciera. Una administración honrada y solvente debiera usar los caudales públicos en beneficio del común y sin mantener criterios que la propia práctica demuestra caducos. Claro que ello exigiría romper con el discurso que propicia más miedo e inseguridad.

Hay más falacias. Además de una administración que se hace trampa a sí misma en cuanto a crierios, manifiesta escasa voluntad de que Hacienda seamos todos/as. Es descarada y socialmente perniciosa la invitación a no pagar impuestos desde el propio gobierno. Aparte del trinconeo no devuelto, los crecientes privilegios fiscales para los más ricos actúan como un “sálvese quien pueda” de inmoralidad colectiva en la economía sumergida y otros aspectos. Se habla de que los inmigrantes (cuando los había en más abundancia) no contribuían a Hacienda. Se ha contrastado que, por los abultados impuestos indirectos, aportan casi más de lo que reciben en los decrecientes servicios sociales. Otros aspecto preocupante es la tentación privatizadora de las propias pensiones. Desde hace bastantes años hay una gran presión de los bancos, ante la pasividad -cuando no clara connivencia-, de los gobiernos de turno, para que la ciudadanía ponga en sus manos sus menguantes o nulos ahorros.

Espero haber ofrecido lo que he indagado sobre el asunto en las dos entregas. He tratado de ofrecer datos que puedan sustentar mis siempre discutibles criterios. Por lo demás, creo que toca a la solidaridad colectiva en la que tenga que ver más la justicia que la falsa caridad y la culpabilización al pobre de su desgracia (aunque incluya también su parte de corrupción).

Hablar con cierta ironía de/y reconocer bondades ajenas exageradas, o responder el buen tuntún sobre la vida que no conocemos, puede parecer que más que mirar a la luna, nos fijamos a en el dedo que la señala. Hay más luz, cuando se miran las cosas por derecho, que buscando las cosquillas y debilidades (habituales en todos/as) de quien nos propone compartir una reflexión en concreto.