Manos que sostienen
huellas desvaídas
que arañan como raíces secas
al paso de la desdicha.
Crecidos de luna
se desbordan los parajes
por los cauces de su dedos
en las horas amarillas.

El infortunio empuja con ira.

¿Dónde están tus hijos, Hécuba?

Ella, deambula a oscuras
por la boca de la noche
sin un astro ígneo
que abrase su memoria
y convierta en cenizas
el tormento que la asola.

Ah, la cruel batalla
cava zanjas de bramidos
en el hueco de tu entraña
y los montes compasivos
aderezan de amapolas
bálsamo para tu pecho
llagado de sufrimiento.

¿Dónde los buscas, mujer?

Ella vaga enloquecida
prisionera del dolor
caminado entre despojos
que yacen como ruinas:
Estampa de espanto
los talles amados.

Ah, la inhumana guerra
clava pendones de luto
en la piel de tu garganta
y los dioses apenados
hacen florecer aúllos
en la sima del tiempo:
cuna de tu tormento.

¿Dónde tus hijos, madre?
-jadea estremecido el viento-

En mi aullido interminable
perpetuo e inmortal:
dádiva de los dioses
por toda la eternidad.

Crecidos de luna
se desbordan los parajes…