El Sr. Ad Contrarium, contestaba a mi artículo anterior diciendo: “Permítame sumarle un apunte: El terrorismo islámico potencia posturas como la de Trump y le hace tener muchos seguidores por miedo, lo que origina beligerancia en Occidente… Es un problema difícil de solucionar; la pescadilla que se muerde la cola”.
Y es cierto, si el atentado de Niza sólo sirve para reforzar y potenciar la ignominiosa intervención militar en Siria y en Irak, que le viene de escándalo al integrismo islámico para justificar estos asesinatos. Al tiempo que en Europa se habla de aumentar la seguridad policial, pésimamente coordinada entre nuestros países; mal lo llevamos y en este asunto gana quien no tiene nada que perder como con la mente ida, ha ocurrido con este asesino. Con la vía policial e intervencionista militar poco se va a lograr. Bien muerto está este terrorista, este enfermo mental que ha sido el verdugo en este caso de la yihad. Pero pésimos son nuestros políticos como Hollande, cuando su primera respuesta es aumentar la intervención militar en estos países. Y mientras (ya lo han visto) personajes como Trump, frotándose las manos para bombardear más y más, pagando justos por pecadores.
Sólo con la educación de la juventud podremos entrar en un plano de tolerancia y de moralidad propios del ser humano en los países árabes. Y paralelamente me pregunto: ¿Pero si nosotros en España somos incapaces de lograr un gran pacto de Estado por la Educación, cómo será posible en estos conflictivos países? ¿Quién va a educar a los educadores de esos países?
Todas mis decisiones son producto de mi cerebro, todo es biología porque todo pasa en mi mente. Somos la única especie que tiene causas. Porque hace falta que con la cultura, la ciencia, la tolerancia, la información veraz, contrastable y el discernimiento, se llegue a pensar con la claridad que muchos asuntos de este tipo requieren.
A Daniel Dennett (Boston, 1942) y vaya desde aquí mi pequeño homenaje, le gusta parecerse físicamente a Charles Darwin. Este filósofo evolucionista que ha dedicado toda su vida a pensar por qué somos como somos, y por qué pensamos como pensamos. Es uno de los filósofos de la ciencia más destacados en el ámbito de las ciencias cognitivas. En la entrevista con el medio “Sinc” desgrana sus ideas sobre la conciencia, la intencionalidad, la religión y la moral. Muchas veces le preguntan sobre el significado de la vida y responde que el secreto está en encontrar algo más importante que uno mismo y dedicarse a ello, porque hay personas que desconocen el sentido de la vida; quizá porque están demasiado centradas en ellas mismas. Traer algo de bondad al mundo nos hará mejores. Pero debido a que tenemos lenguaje y cultura contamos con otra perspectiva. Hay otras cosas aparte de la descendencia por las que vale la pena trabajar, morir, o vivir: la justicia, la verdad, la tolerancia, la moral, el arte, la belleza.
La ciencia y la filosofía aún se preguntan si los seres humanos tenemos libre albedrío. Durante miles de años mucha gente ha pensado que el libre albedrío depende del determinismo, como si se tratara de una flojera de la física, dice Dennett. No importa si el determinismo o el indeterminismo son ciertos. En realidad lo que queremos es tomar decisiones causadas por nuestras razones, basadas en lo que hemos aprendido y después lo hemos discernido. Si hago algo quiero que esté causado por mi intención, se deba a mi deliberación y que a su vez esté causada por las pruebas ciertas que haya recogido. No quiero que la aleatoriedad o el lavado de cerebro como el asesino de Niza, intervenga en este proceso. Si mi cerebro funciona bien, entonces soy moralmente competente, y aquí es donde se encuentra el libre albedrío, la libre voluntad. Y este terrorista no tenía libre voluntad, porque había sido castrado mental y moralmente. Tomaré buenas decisiones sin obsesiones, fobias, odios al ser ajeno o cualquier otra cosa que rechace. Porque si una idea me perturba no tendré libre voluntad.
Las creencias no influyen en la competencia moral, no tienen nada que ver. La competencia moral es un ideal, algo así como las buenas prácticas. Mucha gente llega a ellas a través de la religión, que solo es una contingencia, una eventualidad. Como expresé en el comienzo de mi artículo anterior: “La religión no es el motor de la moral sino el freno que ha ralentizado su desarrollo” (Daniel Dennett) Y el ejemplo lo teníamos en Francia este jueves pasado.
El “relativismo moral” no existe, es un invento eufemístico de algunos para dañar a otros. Sólo existe la moralidad o la inmoralidad. Quien califica de relativista moral a otra persona, lo hace porque él, sólo él, es un inmoral.