Estando en una conversación sobre, historia, periodismo, memoria, verdad, realidad que nos precede y nos rodea, salieron un sinfín de subterfugios que confundían al personal. Cuando se abrió paso cierta calma, quien parecía el más humilde e iletrado de la tertulia, tomó la palabra para sorprender a la cocurrencia con su sentido común. Trato de traer aquí sus sencillas palabras y alguna reflexión de otra fuente que nos puedan ayudar a entender nuestra vida en este enrevesado mundo.
Yo creo que la historia-empezó a decir nuestro sencillo orador-es la crónica que nos cuenta un buen periodista de lo que pasó hace tiempo. Sí, un historiador, o periodista del pasado, es el amante de la verdad que la busca para que la gente de bien pueda saber lo que ha pasado y qué hacer con su vida. Eso significa que nos dé constestadas las preguntas que le haríamos: qué, a quien, cuándo, dónde, cómo, por qué, para qué, por qué se ha de creer esa y no otra versión…. Todas esas preguntas, y otras, han de estar contestadas para que sea verdadera historia y no una patraña que pueda escribir quien tiene el control del poder y la cultura de una sociedad. Esto es, para que la historia no la escriba el vencedor de una guerra, pues puede ocurrir lo que cuente no sea verdad. En ese sentido todo historiador, o periodista del pasado, ha de hacer su trabajo de acuerdo con los instrumentos de verificación e investigación que los profesionales de la historia han ido mejorando a lo largo de los tiempos. Dichos instrumentos son la garantía de la objetividad que en la historia ha de darse a pesar de las creencias o sentimientos personales de cada historiador o historiadora.
El periodismo-seguiría el humilde tertuliano- es la historia de los sucesos de la actualidad. Las preguntas y el compromiso para con la verdad y la objetividad deberían ser los mismos,aunque si que han cambiado las circunstancias y los medios para informar con veracidad de la actualidad y del pasado. Desde siempre el poderoso ha hecho valer su dinero para que los sucesos se cuenten a su favor. Ello ha obligado a quien escribe la historia, pasada o presente, a pasar por la censura. Unas veces por la fuerza, sufriendo persecución o muerte. Otras veces es con la autocensura, o cesión total o parcial de la veracidad profesional a que se comprometió para con la ciudadanía, para la que hace una mediación ante la realidad y el poder. Para la historia, cuanto más remota o para la arqueología, las dificultades son principalmente de costes. Hoy las nuevas tecnologías nos están permitiendo desvelar misterios a miles de años y a inimaginables distancias. Por contra, para el periodismo y/o la historia reciente, hay una creciente censura voluntaria o inducida para el control ideológico de la verdad y su difusión a la ciudadanía.
Entramos a hablar ahora-diría el relato de origen-de la memoria histórica y social. Se trata en este caso del recuerdo personal o colectivo que cada cual tenemos de lo que ha pasado a lo largo de nuestra vida, de la de nuestros padres, o de la de nuestras abuelas. Está claro que los sucesos de una generación condicionas los de las generaciones que le siguen. Por ello, en ciertas sociedades donde ni el derecho a la información, o a las libertades democráticas están limitadas por una dictadura y sus secuelas, la convivencia sigue sufriendo importantes limitaciones.
Junto al sentido común de nuestro narrador tuve presente un impresionente intelectual del que he hablado en estas páginas, George Orwel. El admirable autor de 1.984 (con el deconocimiento real de Gran Hermano pese al abuso televisivo), Rebelión en la granja, y Homenaje a Cataluña, lo vuelvo a citar aquí no como periodista ni historiador, que también lo fué. Hoy viene a alumbrarnos por adelantado la sociedad que se ha desarrollado a partir de la sgunda mitad del siglo XX que nuestro autor no llegó a ver. En Ensayos (Debolsillo 2.015) habla de los intelectuales y del uso peligroso qu los mismos llegan a hacer de la verdad en periodos realmente históricos. De ello dice:
“…Lo anterior me asusta porque a ratos hace que tenga la impresión de que el propio concepto de la verdad objetiva está desapareciendo del mundo. Después de todo, hay muchas posibilidades de que estas mentiras, u otras parecidas, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá la historia de la Guerra de España?…” Nuestro autor murió en 1.950. Luego la dictadura de Franco, tras un tiempo de proscripción internacional, fue amparada por la USA de Eisenhower, con quien se establecieron las bases militares para que todo quedara “atado y bien atado”. Así se dieron los primeros pasos para llegar a esta democracia mercantilista y desmemoriada. En el camino ha quedado la mayor epopeya cultural de España, la cruzada para la guerra más cruel entre hermanos, y la dictadura más prolongada y asesina hasta el final de nuestra historia. Hemos entrado en Europa sin la homologación histórica de reparación que se hicieron tras situaciones similares como en Alemania.
Esa falta de reconciliación con nuestro trágico pasado sigue lastrando a nuestra sociedad para ejercer una verdadera democracia sin traumas. Tanto en el interior con una sociedad verdaderamente reconciliada con su memoria, como en su proyección hacia Europa es Iberoamérica para mayor estabilidad mundial.