Ni mucho menos, pero al menos hemos dado un paso más hacia la utopía, que es para lo que sirve. Eso es lo que tiene optar y apostar, que si ganas,  la satisfacción no tiene precio y que si pierdes, estamos tan acostumbrados que nos queda también la tranquilidad de haber luchado. Se lucha por lo que se cree con la mente y el corazón  puesto en el fin, aunque lo importante es el camino. Y parte del camino se ha hecho.

Eso ha pasado con Olympia, la niña que se iba a llevar su padre, maltratador con sentencia, a Suiza, después de haber estado varios años  sin preocuparse de ella. Este caso, como todos, siempre obedece a las mismas pautas, son de libro como se suele decir, y esta vez no voy a dar la vara diciendo lo consabido de que mejor está con su madre, que es donde tiene estabilidad, aunque lo piense en este y muchos casos. Me duele la mujer pero me voy a centrar en ese padre y esa niña, dos personas, uno responsable y otra inocente, sobre los que cae  la inmediatez de los hechos.

Nunca voy a generalizar diciendo que los padres no tienen los mismos derechos que las madres. Nunca voy a decir que una madre es insustituible en la formación de los hijos e hijas. Nunca voy a decir que los padres no quieran a sus hijos e hijas. Nunca, porque de todo hay excepciones. La implantación del patriarcado en nuestra sociedad después de tantos siglos y milenios les ha condicionado a ambos hasta hacérnoslo creer. Todavía me acuerdo del juicio de Salomón en el que se enfrenta a dos mujeres para dilucidar quién es la madre. Horrible, patriarcal y machista. En principio ninguna mujer se prestaría a eso y no es ejemplarizante para nada. Y me pregunto por qué no estaban los padres, por qué a los padres también se les discriminaba en eso. Esto nos han enseñado, esto lo tenemos grabado a fuego interesado. Es una enseñanza inducida. Esto es el género, la repartición de roles desde la cuna. Y ahora desde la ecografía.

Y todo con frustración e interesadamente. Ha interesado dejar el cuidado de la prole a la madre, los padres están para otras cosas, que ella se lleve la parte del mantenimiento, que les cercena la parte pública e individual, como si el hilo conductor del cordón umbilical y la lactancia les diera más cercanía y derechos. Y eso se ha hecho tan así de tal manera que se lo han creído. Nos lo hemos creído todos. Las madres creen absolutamente que eso es verdad. Y sufren por ello. El roce hace el cariño, la cercanía hace la dependencia, la mentalidad segrega. Y todos salimos perdiendo. Mientras haya buena fe, puedo aceptar, pero para eso no es necesario tener hijos e hijas. No es necesario ser padre o madre. También de libro.

Pero aunque esto quede dicho y habría muchas líneas para desbrozar e indignarse, no quiero decir que al existir la violencia hacia las mujeres, sean o no madres, a los violentos les tengamos que  consentir nada, ni siquiera que sigan ningún patrón de una convivencia normal. La violencia dirigida a las mujeres les deslegitima totalmente. Y es verdad que tiene muchas caras y una de ellas son los hijos e hijas. Os diré lo que creo.

En este caso hubo violencia con sentencia y repatriación de la madre y la niña hacia España. El violento tuvo que tener un tiempo para sofocar su rabia y para imaginar una estrategia que siguiera haciendo daño a la mujer, que es contra la que va. Así funciona su mente. Al existir una ley que persigue y evidencia esta violencia escondida, e incluso protegida, con eso de la “privacidad familiar”, que esa es otra reminiscencia patriarcal, vuelve los ojos a la hija. Sólo le importa seguir haciendo daño. Sigue siendo de libro.  Si no fuera violento se comportaría como un padre, que eso significa algo, y tendría sus derechos compartidos. Pero es lo mismo que lo que decía del juicio de Salomón en el que debía haber habido un violento en vez de una mujer que se quedaba tan tranquila, porque en eso sí se identifican. No dos mujeres. Salomón quiso seguir marcándonos el territorio a las mujeres, fue un patriarca redomado al que llamamos sabio. Así de claro. Por eso de la sabiduría de Salomón menos lobos. Tengamos un espíritu crítico honesto como punto de partida a la justicia.

Y está la niña, que siente, que padece, que tiene sus derechos totalmente. Pero que también digo que igual que la mujer porque las dos están indefensas. Si no por qué Linares se ha movilizado, ya me diréis. Por los derechos de esa niña, pero también por los derechos de esa mujer.  Simone de Beauvoir escribió una frase: “Me prometo que, cuando sea mayor, no olvidaré que a los cinco años se es un individuo completo”. Un individuo del que nos tenemos que responsabilizar para que desarrolle todas las capacidades en armonía para que de verdad lo sea. Eso espero que aclare el Tribunal Constitucional, no nos creamos todavía que hemos vencido, aunque hubiéramos muerto en el intento.