Los que nos acercamos con inusitada velocidad a los setenta años, cuando vinimos al mundo, por los finales de los cuarenta, nos encontramos un mundo dividido en dos grandes bloques, el occidental y el comunista, una guerra fría que producía sudores, las amenazas nucleares por ambas partes estaban a la orden del día.

Además estaba dividido el mundo occidental, en dos tipos de países los colonizadores y los colonizados.
A todo esto el papel de las religiones se había devaluado en buena medida. En el mundo comunista, Dios no existía, de China había casi desaparecido el Budismo, no digamos el Sintoísmo del Japón con la derrota bélica, y el Cristianismo estaba mundialmente en horas bajas, si exceptuamos nuestro país e Italia, y en cuanto al Islam, latía larvado cual crisálida adormecida en la franja que va desde el Atlántico hasta Filipinas entre el Trópico de Cáncer y el Ecuador.

En nuestra niñez, vivimos enfrentamientos bélicos como la guerra de Corea, más tarde en nuestra adolescencia, asistimos sorprendidos a la Guerra de Vietnam, la primera fue conflicto entre las dos partes en que se encontraba dividido el mundo, la segunda también, pero continuación a una guerra por la descolonización.

De hecho ya comenzaron los problemas en los años 60 con las guerras de Argelia y todos los movimientos independentistas de África. Cuando nacimos acordaos, en ese continente, solo existían, cuatro países independientes, Abisinia, Egipto, Libia, y Liberia, independientes pero tutelados muy de cerca. Hoy son más de cincuenta. Como saben las potencias colonizadoras del continente, eran cuatro, la civilizada Gran Bretaña, la libre Francia, Portugal y Bélgica, y en muy pequeña medida España.
En el Continente asiático, con la mayor parte de su territorio dominado por regímenes comunistas. El resto dominado por la Gran Bretaña, Holanda, Francia y pequeñas posesiones portuguesas. Tanto ingleses, como franceses y holandeses, pronto, muy pronto, abandonaron Asia, dejando a los países en manos de sus clases dirigentes. Empezó a funcionar un populismo izquierdista mucho peor que las políticas de los países colonizadores.

Esos movimientos descolonizadores, de los años 50 y 60, tanto en Asia como en África, fueron promovidos por el comunismo ruso, al que se sumó el chino y hasta el cubano, con un solo objetivo el de disputar a las potencias occidentales las materias primas de ambos continentes. En ningún momento primó el hombre, la necesidad de ayudar a la persona, si no la explotación de sus recursos naturales y si había petróleo mejor, el socialismo era un medio, no un fin.

Han pasado 60 años, y nos encontramos ahora, un mundo distinto el comunismo ya no es un problema, no existen dos bloques, preponderantes Estados Unidos, después de sus fracasos, parece que no quiera ser el gendarme del mundo, pero de los casi doscientos países que hay en el mundo, la democracia, bien asentada solo existe en bastante menos de la mitad.

Se multiplican los problemas, casi bien seguro por el exceso de población en el mundo, somos ya más de 7.300 millones de habitantes. Las desigualdades sociales aumentan. Los medios de comunicación llegan a todos sitios, quien no ha wasseado con alguien de otro continente y el conocimiento de este nuestro primer mundo llega al rincón más recóndito de África o Asia. Si a todo este coctel de mundiales injusticias, se inculca un fundamentalismo religioso, tenemos en el viejo mar Mediterráneo una sucesión de problemas de conciencia de gran calado cuando vemos como vienen hacia nosotros oleadas de gentes sin importarles arriesgar sus vidas y dejarla muchas veces.

Si a ello sumamos, el fundamentalismo de sectores del Islam que parecen haber salido de la crisálida, con unos sentimientos de odio hacia Occidente y el Cristianismo, que tarde o temprano nos hará mucho daño. La falta de una cabeza visible en el Islam, como puede tener el Catolicismo, es uno de los problemas más graves que nos enfrentan a estos estados teocráticos, estados y pseudo estados como el mal llamado Islámico, además del terrorismo que les acompaña extendido por todos los rincones del mundo, hay ejemplos a montones.

A todo esto en Europa, nos pensamos que con manifestaciones como la de “Je suis Charlie” o reuniones de jefes de gobierno, vamos a acabar con este problema estamos profundamente equivocados. Son necesarias medidas de gran calado, no es suficiente con bloquear los puertos del norte de África, como parece va a proponer Italia. Europa se ha de volcar económicamente en el continente vecino, lo que no hizo en los años 60 y 70, tal vez porque no podía, o porque renuncio ante la presión soviética, ahora lo tiene que hacer, ahora con gran generosidad.

En cuanto al problema del Estado Islámico, Europa ha de implicarse militarmente en eliminarlo por cielo, tierra y mar, para ello es necesario que ese ejército europeo que existe en forma embrionaria sea una realidad operativa.

Y en cuanto a nosotros los ciudadanos tenemos que concienciarnos, de este mundo de peligros e injusticias que nos toca vivir, teniendo la certidumbre que sobre nuestras espaldas caerá el costo necesario, más temprano que tarde. Si queremos un mundo más justo, más libre algo tendremos que renunciar aplicando la teoría de los vasos comunicantes. La riqueza del mundo ha de estar mejor repartida, pero es la que es y aunque crezca no lo hace al ritmo de la población. Ya somos 7.300 millones sobre la Tierra.