No hay nada tan poliédrico, con tantas caras y con tantas aristas, tan apasionante y aparentemente tan enfrentado una con la otra, como las relaciones amor odio entre la política (entendida en sentido más amplio, como la responsabilidad colectiva para gobernarse los humanos) y la religión (entendida en sentido más amplio como sistemas de creencias  que dan sentido a las vidas de las personas). Desde la remota antigüedad, estamos ligados a ello.

El problema de muchos que dicen tener fe, es que a veces sólo manejan el mapa de sus creencias, sin darse la oportunidad de abrirse a algo más integrador, a una conciencia que acepte al otro en sus diferencias ante el hecho religioso.

Las religiones que tienen  Escrituras son más especiales. Los Libros Sagrados, están escritos por hombres, desde sus experiencias ascéticas y místicas, en las que se dice que Dios se les revela, les habla y en algunas, como el Judaísmo y  el Islam, creen que Dios guía su mano al escribir. Y, ¿dónde está el peligro? ¿Para quiénes son peligrosas las religiones? Decía Carlos Marx que “la religión es el opio del pueblo”. Y esto lo decía porque pensaba que la gente religiosa de su tiempo miraba hacia el cielo y así se olvidaba de la esclavitud que sufría.  Y lo que ahora se ha suscitado con los atentados yihadistas en París, ¿son todas las religiones una droga que envenena la conciencia y hace de la persona religiosa un fanático, un loco violento? ¿existe siempre –como escribió el filósofo René Girard – una conexión entre religión y violencia? Las religiones, ¿conducen a la larga a sus creyentes a la ceguera mental, al integrismo, al fanatismo, a la guerra santa (como fueron las Cruzadas o la Inquisición y la yihad musulmana) y al exclusivismo y la violencia? ¿es cierto que en nombre de Dios se ha matado más inocentes que en otras guerras políticas?

Ninguna religión, de entrada, debería ser un peligro. También el ateísmo o el agnosticismo suponen una fe, una convicción que no se demuestra científicamente, una creencia: la creencia en que no hay Dios o que nunca sabremos si hay Dios.

El peligro, por así decirlo, es lo que han hecho aquellos que se han adueñado de las religiones, manipulándolas, sin dar posibilidad a los creyentes, de interpretar el mensaje por sí mismos.

La Fe es una experiencia personal, que sobrepasa los dogmas religiosos, porque es un descubrimiento íntimo, fuera de catecismos e imposiciones dogmáticas.

Para algunas tradiciones religiosas, la fe puede llevar a la violencia y de hecho las lleva. Pero eso es más una patología, una enfermedad, que una exigencia de las creencias.

El cristianismo desde casi sus comienzos, fue perdiendo su autenticidad; se tenían dos caminos: o convertirse a la `verdadera religión´ o la hoguera, por ser infieles poseídos por Satán. Demasiados gallos negros, demasiados gatos negros, demasiados herejes y hogueras, para la Santa inquisición.

En Occidente, todavía no nos hemos liberado de esas patologías, para llegar a un estado personal y social,  liberador de tanta injusticia cometida con guante blanco, en nombre de Dios.… No, aún no hemos llegado.

Entonces, qué decir del islamismo, que en general, ni siquiera ha iniciado la travesía del desierto, para llegar a la auténtica liberación del ser humano, sojuzgado a base de teocracias, en el que todavía no se ha producido esa mayoría de edad en sus creyentes. Qué decir del judaísmo, que aún hoy, espera la llegada de Dios con sus cohortes de ángeles entrompetados y que aún se cree el pueblo elegido. Qué decir del hinduismo, del budismo y de tantas otras religiones, guiadas por hombres sagrados, que dicen hablar con su Dios todos los días.

¿Es por tanto la religión entendida así,  un peligro para la humanidad?. Para mí, de esta manera, sí lo es, cuando desemboca en algo enfermizo y excluyente.

Queremos las verdades cómodas, adaptables, que no nos cuestionen demasiado y no nos cuesten digerirlas,  porque buscar esas verdades por uno mismo, supone algo profundo, duro…                                                                                                                                                                                                                                                     No, yo no quiero que piensen por mí, porque la Verdad quiero encontrarla por mí mismo; leyendo, escuchando, pero por mí mismo, porque me considero adulto para decidir lo que ha de ser de mi yo.

El gran látigo, de las religiones mayoritarias, es la dualidad condenación-salvación y en ésta teología del miedo, están basadas la religiones institucionalizadas, que tienen cogido al ser humano por el cuello… asfixiándolo. Y una religión que ahoga, no es una verdadera religión y  no puede ser utilizada en creencias, como las islámicas para transformar mentes inocentes en monstruos de terror.

Nos hemos rodeado de muchísimas cosas, que nada tienen que ver con Dios y  se vive más para el `más allá que para el `más acá; ese es nuestro error.

Las reacciones en Francia frente a estas salvajadas, han sido múltiples y lo siguen siendo de diferentes índoles. Hemos vivido con horror estos asesinatos, como un acto de venganza. En ese aspecto quiero unirme a los que dicen: Je suis Charlie.

Pero la religión, es un asunto extremadamente serio y con la libertad de expresión, pasar de la sátira, al desprecio, es más fácil de lo que nos imaginamos. En este sentido, yo no soy Charlie.

¿Qué hacer frente a una revista satírica que ofende de esa manera a los creyentes de diferentes religiones? No comprarla, e incluso criticarla, usar la libertad de expresión para dar nuestra opinión, aportando buenos argumentos.

Y  prefiero vivir en esta sociedad occidental imperfecta, donde oigo muchas cosas que me ofenden, o molestan, pero que me da el derecho a discrepar. Fue el Humanismo quien aportó los grandes valores de la libertad de expresión y religiosa, con la oposición de las iglesias. Para muchas personas su fe o religión es lo más íntimo de su ser. Cuando vi esas caricaturas, la impresión que me dio fue de pobreza intelectual.

Dice Chesterton:  -El sabio es quien quiere asomar su cabeza al cielo; y el loco es quien quiere meter el cielo en su cabeza.-