Será así y aunque todavía resistan unos años más los reticentes a dejar el sillón porque generalmente los dirigentes actuales no tienen dónde volver, nuestra democracia y nuestro país, se irá renovando por fuera y poco a poco también por dentro. Esta generación, la de ahora, ha pasado, ya tiene que retirarse. Yo recuerdo que cuando le explicaba a mi alumnado la transición, les ponía un vídeo de la proclamación del rey en el que se veía un parlamento monocolor, triste, quieto, todo en negro, todo hombres, aburrido… para a continuación visibilizar una explosión de alegría ante las primeras elecciones democráticas y sentir bullir el parlamento y la calle de movimiento, juventud, color, variedad y vuelos de libertad. Eran dos panorámicas contrapuestas, la segunda ilusionante. Ahora, han pasado otros cuarenta años y las próximas cámaras y gobiernos tendrá indudablemente un presidente joven, no puedo decir presidenta, aunque alguna hay, porque aún cuando las mujeres hemos ido conquistando nuestros lugares, es demasiado poco tiempo para cambiar toda una estructura social y que las mujeres jóvenes se den cuenta de ello.  De cualquier forma este cambio, alguna vez, caerá por su propio peso, no hay nada como tener modelos.

El caso es que sí, que los próximos políticos y representantes serán mayoritariamente jóvenes. Han aparecido y aparecen ya el rey Felipe, Pedro Sánchez, Alberto Garzón, Pablo Iglesias, Susana Díaz, Albert Rivera… y hasta el pequeño Nicolás, que aunque sea una broma un poco macabra, la hago porque se desconoce quién será el joven o la joven que encabece los partidos que faltan por renovarse. Ah! Se me ocurre Soraya, que me parece una mujer válida para cuando no tenga más remedio que dialogar.

En principio me gustan todos, son algo así como un soplo de aire fresco, un enigma por descifrar y  ver lo que pueden reformar y adecuar en la sociedad que les ha tocado y de la que van a ser protagonistas. Ellos y ellas son los que tienen que hacerlo. Me gustan todos y todas, pero quizá no nos convengan todos ni todas, aunque cualquiera sabe lo que es mejor no para nuestros intereses, sino para los suyos. Hace bastante que he dejado de preocuparme por lo que no me toca controlar. En fin, lo que está claro es que tienen mucho por hacer. Es curioso llegar a saber cómo los mayores nos hemos esforzado para que todo quedara hecho y resulta de que no es así, de que nunca es así, que cada ciclo lleva en sí sus perspectivas y reformas, sus ilusiones y sus apuestas y que al final de cada generación tiene que levantarse la casa, remozarla, sanearla y quizá reformarla, porque sus retos no son los nuestros, ni la casa ya tampoco. Ellos llegarán a la casa común, que eso sí les hemos dejado, y algunas cosas las tendrán muy claras y las tirarán directamente a los contenedores de basura por si pueden reciclarse.

Empezarán por la entrada, qué clase de casa quieren tener, después verán las habitaciones y harán más o se quedarán con menos. Revolverán en los papeles y fetiches y quemarán unos y apartarán otros. Finalmente abrirán los cajones y encontrarán las fotos de familia, pudiendo ser que se detuvieran algo más en ellas. Tal vez, o me gustaría, aprecien esas fotos en blanco y negro que les hablarán de un pasado que no deberían repetir, luego, les serán más familiares las otras en color que deberían imitar p bu orque nadie gu

arda una foto de lo negativo.

De lo que no hay duda es de que se quedarán con lo que “les diga” algo o les recuerde algo que aprendieron y les gustó, algo así como el ejemplo  razonable, pacífico y constructivo que les hicieron vivir. No se quedarán con lo que ni siquiera han visto o vivido ni de lejos, y ahí estará el reto de lo que habremos dejado, todo estará ahí y no será nuestra intención la que quede sino la suya, que tienen ya sus ideas propias. Ellos pueden reconocer todo los que les ha dado la educación, por ello son gente preparada; pueden reconocer lo que es una asistencia sanitaria de calidad, el cuidado que se les ha dado a los dependientes, los pactos de charla dialogada y contrastada, la libertad que se conquistó para ellos y por lo que están ahora dónde están. Pueden reconocer y perpetuar muchas cosas que han vivido realmente y por el contrario, las que no les suenan de nada, serán pasto del olvido más absoluto. Y cuando pasen otros cuarenta años, no más, espero que con ello hayan avanzado algún paso real en una convivencia igualitaria, honesta, pacífica y solidaria.

Yo quiero confiar en que cuando aborden la llegada a la casa común heredada hayan podido echar mano de todo esto. Los mayores no podemos aducir más de lo que hemos dicho o hemos hecho, aunque eso sí, desearía tener un tiempo para avisar y poner el énfasis en los errores. Nuestra vida, la de la generación que da paso, ha sido buena en general y lo que quiero es que ellos, y ellas, la tengan mejor. Así me quedaría más tranquila, porque algo habríamos conseguido. Yo creo que sí, no en vano he contribuido a educar a estas generaciones emergentes. Lo que no sé es si las que vienen detrás de ellos y que ellos están educando ahora, lo harán igual. Los y las que nos educamos en la dictadura intuíamos que había algo mejor, los que se han educado en la democracia lo saben, saben que hay algo mejor. Pues a conseguirlo.  Y pasad.