Siento empezar julio hablando de muerte, no parece que fuera un tema acorde con la estación en la que estamos, pero la vida es así, no hay nada que esté por encima del sentimiento de pérdida, del dolor por la ausencia de un ser querido ni del acompañamiento que nos merecemos en estos momentos por los que pasamos todos. Muchas veces hemos comparado la vida como un viaje, porque lo es, pero a mí me gusta visualizarlo en un tren, con sus compartimentos, con su comunicación, un tren que nos lleva… ¿Adónde nos lleva? Yo estoy segura de que a algún lugar, a un lugar desde el que seguir, ya desposeídos del cuerpo. ¿Yo creo en el alma, la energía o lo impalpable? Sí, el cuerpo por sí sólo no hace nada, nada haríamos sin lo que llamamos alma, como cuando dormimos, que nada somos. Lo que ya cada cual crea es cosa suya, totalmente respetable, pero yo creo que nuestra energía se transforma y vaga mientras nos recuerdan, tiramos unos de otros y después se unifica con Quien nos ha creado hasta formar un todo. Pero aquí, aunque lo sabemos, pocas veces pensamos que cada uno se baja en una estación diferente, unas veces sorpresivas y otras esperadas, unos antes y otros después, pero todas ciertas. Y nadie se queda solo.
Bien, todo esto lo escribo yo, ahora, en lugar de quien no puede hacerlo porque el dolor es tan intenso que oculta cualquier pensamiento. A mí me ha tocado ahora acompañar en el sentimiento que es escuchar y dolerse al mismo tiempo. En ese ir separando las manos y la mirada hay muchos recuerdos vivos y se escuchan compartiendo la sonrisa por entre las lágrimas. Había muerto una gran mujer, una madre, una amiga, una convecina, una señora que se quedó tranquila cuando todos los demás le aseguraron que estarían bien. Mientras escuchaba, el lugar se iba llenando de luminosidad ante su recuerdo. ¡Había dejado tanto prendido en los que la amaron! ¡Se le había amado tanto…! Cuando iba a arrepentirme de haber pronunciado la palabra “luminosidad” por respeto al dolor, una sonrisa me agradeció la palabra y entonces seguí, no se puede hundir el recuerdo en la oscuridad, hay que seguir expandiendo el perfume de una rosa viva, hay que sacarla al aire, no se puede esperar a que se pudra en un jarrón. La vida es así, no dura siempre, pero sí se mantiene lo que se haya dejado. Nadie dice que no lloremos pero el llanto compartido es menor mientras se engaña al tiempo y se permanece en el tren hasta que nos toque bajar.
Sin embargo lo que quería transmitir es el cuidado que debemos tener al acompañarnos en esos momentos y en un hospital. Un hospital es un lugar de vida o de muerte y en él se ve mucho la humanidad o la carencia de ella. Se olvida muchas veces el sufrimiento ajeno y las normas, frías reglas, no acompañan una adaptación al momento. No es tan difícil, sólo haría falta atender a los familiares con un poco más de sensibilidad. Pero suele pasar que los “mandados” obedecen más las normas que los que pueden dulcificarlas por mor de la humanidad. Entonces cierran puertas, no dejan pasar, ni informan, el tiempo pasa, que no sé cómo pasa, sin muchas veces saber nada. Sé que cada profesional tiene que hacer su trabajo pero tiene que haber gente para que todo el proceso de espera no esté cargado casi de indiferencia. Son momentos malos, en los que el dolor se mezcla con la preocupación y la indefensión, una mezcla explosiva que nunca se olvida. Y no es una crítica al sistema porque de sobra sabemos que todo depende de las personas, porque sí hubo una mujer, una profesional sanitaria, que mostró toda su sensibilidad y humanidad confortando profundamente a la familia, dejando que existiera una despedida digna y necesaria para siempre. Suelen ser personas anónimas a las que hay que buscar para darle las gracias, para mostrarle la respuesta a su generosidad. Cuando suceda, sé que será un encuentro cauterizador, un atisbo de esperanza en el amor humano, un reconocimiento de que estamos unidos en este tránsito tan doloroso. Porque por ahí pasamos todos y un abrazo es reparador. A veces no pensamos en esto y nunca mejor dicho que hay que hacerlo por todos puesto que todos vamos a pasar por ahí.
Gran mujer y profesora para sus alumnos. Trabajadora infatigable y en la que reservo un lugar en mi infancia como alumno que fui de ella en el CP Santa Ana.
Gracias Mercedes !!!!
Gran mujer y gran profesora para sus alumnos, trabajadora infatigable de la que guardo un trocito en mi infancia.
Gracias Mercedes !!!!!