He conocido el caso de una empresa linarense, del ramo de la hostelería que clama al cielo, como algunas otras también del mismo ramo, que aprovechando la situación económica, de crisis, y de tantas personas sin trabajo, tratan a sus trabajadores a golpe de látigo, porque si no comen en sus manos, automáticamente se quedarán sin trabajo, sabedores de la larga cola de gente que hay esperando ese mismo mísero trabajo.

Esta empresa en concreto, cuenta con unos siete trabajadores, que llevan meses sin cobrar algunos de ellos, mientras el empresario, emplea el salario de sus trabajadores en sus caprichosos gastos, como la adquisición de inmuebles y otras cosas… cuentan sus trabajadores.

Pero si esto es suficientemente grave, como para ser investigado por Hacienda y la S. Social, más grave es el trato prepotente, vejatorio y ofensivamente moral que tiene hacia sus empleados.

¿Dónde están los Inspectores de Trabajo, para revisar contratos y nóminas de los trabajadores?

Sus empleados hablan de desorden en la gestión de su negocio, de falta de rigor profesional, de avaricia, soberbia, de sometimiento y persecución sistemática, presionando a los trabajadores sin pagarles, para que se vayan voluntariamente de la empresa y así no caer en un despido improcedente…. En fin, una joya de empresario, al que la flexibilidad laboral a la que ahora la CEOE, quiere dar una vuelta de tuerca más, le favorece, para seguir inflándose a costa de los trabajadores/as.

Entre todos la mataron y ella sola se murió. Me refiero a esta piel de toro que se llama España. Y nunca mejor puesto lo de “piel de toro” porque hay mucho “ganao bravo” en ella.

Qué duda cabe de que en nuestro país, hay excelentes empresarios y emprendedores, con un gran sentido de la justicia para con la fuerza del trabajo. Estos empresarios, son conscientes de que sin la otra parte, es imposible llevar a buen puerto a su empresa, de la que comen todos.

Pero hay muchísimo empresario canalla, acostumbrado a explotar a sus trabajadores, porque saben que en estos trabajadores, se ha instalado el miedo a perder su puesto de trabajo, a veces pagado indecentemente, ya que las leyes los amparan. Estos empresarios no son sino la canallesca que contribuye a hundir a una España, en la que una vez, se respetó a la clase obrera, como fuente potencial y real de riqueza. Pero la honestidad y el coraje en la lucha sindical, (y no me refiero a los afiliados, sino a las cúpulas de los sindicatos) desapareció, desde el momento en que el Socialismo, de la mano del Sr. González, empezó a cargarse los derechos de los trabajadores/as, con aquellos contratos basura… Entonces los líderes sindicales, se ocuparon de pegarse a sus sillones en virtud de su falta de democracia interna, y de repartir prebendas a sus manigeros etc.,

Muchos, se enamoraron en aquellos años, de la filosofía sindical, estando en primera línea de lucha, dedicando en cuerpo y alma su tiempo y su poco dinero al sindicato, defendiendo a compañeros cuando entonces no existían los liberados sindicales, sino el Sindicato Vertical franquista, contra el que luchaban desde la clandestinidad. Luego vino lo que vino y el mundo empresarial y  los sindicatos (sus cúspides) empezaron a agrietarse, a apolillarse, a domesticarse…

Pero otros muchos no fueron domesticados, ni en lo sindical ni en lo político: Marcelino Camacho, Nicolás Redondo, Eduardo Saborido, los curas García Salve y Diamantino García, todos los condenados en el “proceso 1001”, Gerardo Iglesias, Mariano Gamo, el Padre Llanos, que se enfrentó abiertamente a Franco desde las chabolas del Pozo del tío Raimundo, Julio Anguita, etc.,

Y esta domesticación ha llevado al caso concreto que apunto en este artículo, en que el abandono del trabajador por parte de las leyes, hace que estos hombres y mujeres sean carne de cañón, con unas condiciones de trabajo esclavizantes. Y lo peor, que a base de domesticación, hoy vemos, la conculcación de los derechos de los trabajadores y  trabajadoras (para ellas peor) como algo normal, porque esto es como las lentejas. Recuerdo que en los finales de los 60 y  los 70 bien entrados, un trabajador no podía ser despedido arbitrariamente, porque las leyes de entonces lo prohibían.

Cuánto habremos retrocedido, para que aquellas leyes, hoy se puedan comparar con las “democráticas en vigor” y  estas primeras, hasta salgan bien paradas.

Como puede verse, se ha  retrocedido en derechos escandalosamente.

Hemos elevado la indecencia, a la categoría de emblema, de divisa, en este siglo XXI. Y así nos va.  Lástima que no pueda dar nombres de este y demás empresarios. Creo que se entenderá.

“Si doy comida a los pobres me llaman santo. Si pregunto por qué los pobres no tienen comida me llaman comunista”. (Helder Cámara

Esta es la España de orden y de bien, e incluso de muy cristianos empresarios, de misa y comunión diaria.