No quisiera desviarme del propósito de este artículo que considero muy serio, pero me es difícil escribir algo sin hacer referencia al origen de lo que me ocupe, por eso no soy “buena” para contar cuentos a los niños y niñas ni a casi nadie. Por ejemplo, el otro día iba a contar Ivanhoe, un caballero fiel y sus cuitas, y por poco me eternizo cogiendo un mapa, situando Gran Bretaña, hablando de las Cruzadas, de Ricardo Corazón de León y hasta de Robin Hood, Ivanhoe era lo de menos. Sé que puedo ser “pesada” pero para mí es mejor “dispersarme” así, que no lo es tanto, tengo que hacerlo, la inmediatez me desposee de los prolegómenos y me desestabiliza. En fin, para todo hay gustos.

Bueno pues todo viene porque el presidente de Melilla, por si no eran suficientemente graves, las muertes de 15 subsaharianos en Ceuta, se le ocurre decir que “si se limita el material antidisturbios de la Guardia civil, entonces se ponen azafatas en la frontera, con comités de bienvenida y todo”.

Cuando escuché tamaña superficialidad, a modo de improperio, se me ocurrió decir: O azafatos. ¿Por qué no azafatos? Porque la verdad es que si en los vuelos o los congresos las azafatas atienden al personal —hombres— a mí como mujer me gustan los azafatos, porque ya entiendo, ya, que hay algo más aparte de la simple amabilidad y disponibilidad de estos/as trabajadores/as.

Aparte de lo graves, gravísimos hechos, es que en los enfrentamientos dialécticos, los políticos no dicen más que tonterías y se les acaba viendo el plumero, casi siempre en forma de micromachismo y de prepotencia soterrada, hacia las mujeres y los pobres, porque buscando y buscando, no veáis “las perlas” que el ahora Director de la Guardia Civil decía con motivo del hundimiento del Prestige cuando era delegado del gobierno allí. O sea que le va. No hay nada cómo seguir la pista de estos ínclitos —y torpes— responsables políticos. Porque, que quede claro, nadie se mete con la Guardia Civil, que no, que sabemos que obedecen órdenes, y que al estar al pie de los problemas allí, en esa frontera tan complicada, en muchas ocasiones tienen una actitud compasiva y hasta heroica, que sí, pero que no me mezclen, que no desvíen la atención, que no me digan que queremos linchar a la benemérita, que nada más lejos, porque si habláramos de linchamientos, por otro lado irían los tiros… democráticos.

¿Que hay una situación problemática y que hay que dialogar sobre ella y lamentar los sucesos? Totalmente de acuerdo. Pero… ¿Por qué en vez de litigios de distracción, incompetencia o ideología, inútiles, no se va al grano para solucionar el problema? En este caso sí hace falta lo inmediato, lo concreto, no más rizar el rizo. Porque entre todos tendríamos que llegar a una solución, todo menos la muerte, la deshumanización y hablar tapando el silencio de la impunidad.

No vale que digan, otra parida, que los subsaharianos son “atléticos y jóvenes” y que agreden y amenazan. No sé cómo sería dejarles pasar normalmente como si fueran blancos y cargados de petrodólares, porque ahí está la cuestión: son negros, y muy negros, y pobres, muy pobres, no nos engañemos ni que nos engañen más. Lo que no se puede es ser inhumano, carecer de la más mínima compasión, lo que no se puede es no tener solidaridad social, esa que se nos reclama siempre con estos detonantes humanos. Conmoverse, que no se conmueven, ante estos cadáveres, es inútil, sólo duele, porque los querríamos vivos y después, que haya leyes justas.

Guardia Civil e Inmigrantes, no palabras ni ropaje ni piel, hombres, están frente a frente, y me gustaría saber qué dicen, los dos, cuando se miran a los ojos.