Vaya revuelo se ha formado en el claro principal del bosque. Los pequeños han hecho de las suyas y el señor búho con cara malhumorada, pero escondiendo una sonrisa interna, les reprende por sus travesuras.
El otoño, es una estación muy divertida. Las hadas, han pintado las hojas de los árboles en colores ocres, rojos y anaranjados, colores como los que desprenden el sol cuando le da sueño, y empieza a acostarse para que su amiga luna se asome e ilumine tenue la noche. ¡Qué colores tan bonitos!
Pues como iba diciendo, lo divertido del otoño para los peques, es prepararse en las ramas y saltar justo, cuando la delicada hoja se desprende lentamente con su balanceo a disposición del viento. Una vez subidos, descienden con el picorcillo que tanto gusta en la barriga, entre gusto y vértigo. Es una delicia verlos.
El señor búho les dice:
-Estos duendecillos no saben la suerte que tienen de vivir en un bosque encantado, ¿si supieran lo que hay en otros bosques lejanos?
Una vez dicho esto, todos corren y se apelotonan a su alrededor increpándole para que les cuente historias fantásticas de esos bosques no encantados.
Todos piensan que es imposible que otros bosques no sean como éste, divertido en otoño, dulce y esponjoso en invierno, multicolor en primavera y de apetitosos frutos en verano.
El señor búho les relata leyendas donde unos seres como ellos, pero más gigantes, más serios y nada divertidos, habitan en otros parajes como éste. Para estos individuos el bosque no es su hogar, por lo menos no lo demuestran. Talan árboles, queman bosques enteros, o simplemente, los ensucian y contaminan con sus latas, pilas, desperdicios…
Aquellos seres monstruosos se les suele llamar “hombres”.
-¡Ooooh!
Al escuchar la palabra “hombres”, muchos dieron un paso hacia atrás, otros se taparon la cara e incluso los más pequeños, se escondían tras alguna seta.
Después más tranquilos, se contentaban con pensar, que era solo historias, leyendas de viejos búhos, que con sus charlas entretenían a los pequeñuelos, fantasías lejanas, cuentos para niños…
Todas las noches, antes de dormir, los pequeños duendes, sentían un hormigueo miedoso de incertidumbre interior, y les seguía la pregunta:
-¿Existirán esos seres llamados hombres, que desencantan los bosques?
Y ellos mismos, se conformaban con la auto- respuesta del miedo.
-Son historias de viejos búhos para entretener a los pequeños.
Y se sumergían en el maravilloso mundo del sueño para estar fuertes y jugar con las hojas del otoño al día siguiente, por que en esos sueños siguen habiendo bosques encantados y todos esperan que no aparezca el hombre y los transforme en desencantados.
Felices sueños duendecillos, el hombre no existe
O sí.
Un bello relato