Durante 1989 viví en el barrio de La Recoleta, en Buenos Aires, a escasas cuadras del cementerio más distinguido de la ciudad. Muchas mañanas soleadas acudía a sus bancos para leer y espiar el deambular de cientos de gatos callejeros.

Siempre que vuelvo a Buenos Aires me paseo por mi barrio aprovechando la oportunidad de realizar nuevas fotos del camposanto. De hecho, de él publiqué mi primer álbum en blanco y negro.

La Recoleta, que es hoy en día el distrito preferido de la elite porteña, fue en el Buenos Aires antiguo una zona de extramuros, desolada y lóbrega.

Antes de iniciar la visita recomiendo sentarse a una mesa bajo el gigantesco gomero de La Biela, café ubicado en la esquina de la lujosa avenida Quintana y la calle Junín; el café debe su nombre a un grupo de fanáticos del automovilismo, seguidores del campeón mundial Juan Manuel Fangio, que a principios de los años cincuenta, del siglo pasado, tenían la costumbre de reunirse aquí con sus amigos para “charlar de autos”.

Frente a La Biela tenemos, recortada contra el cielo, la silueta de la iglesia del Pilar, de un estilo que recuerda a las iglesias andaluzas. En la misma cuadra, junto al templo, está el acceso al cementerio, una necrópolis de lujo que es todo un museo de historia y escultura al aire libre. Yo lo bauticé como la ciudad de los ángeles.

El antiguo cementerio del Norte, con el correr de los años, se convirtió en el camposanto más aristocrático de Buenos Aires, reservado para las familias adineradas y las personalidades sobresalientes de la nación. Recomiendo un breve paseo por este rincón de paz que no deja de parecerse al archiconocido cementerio Staglieno, en Génova.

En la rotonda central, de la que parten los caminos para los diferentes sectores del recinto, hay un extraño Cristo obra del argentino Zonza Briano. Contemplaremos una ingente cantidad de túmulos y mausoleos que reflejan la multiplicidad de modas, ideologías, caprichos personales y, en última instancia, el poder económico de quienes reposan en su interior. Junto a tumbas sobrias y sencillas, hay otras más elaboradas, con frisos, alegorías, vírgenes plañideras, figuras de gestos hiperbólicos, angelotes, pináculos, y elementos de la arquitectura gótica, griega y egipcia, como pirámides y obeliscos. La mayoría son obra de escultores franceses e italianos.

Numerosos son los próceres y personalidades argentinos que descansan aquí. Pero, no por su valor artístico sino simbólico, el mausoleo que más ofrendas florales recibe es el de María Eva Duarte, más conocida como Evita Perón.

En el cementerio de La Recoleta se pueden realizar visitas guiadas.

Aquellos que deseen visualizar el álbum completo lo pueden hacer en mi blog Los viajes de Saqura.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.

CEMENTERIO DE LA RECOLETA (BUENOS AIRES). La ciudad de los ángeles.