Miren por dónde me encuentro con el viejete en la farmacia del “Trejo” que iba a recoger una caja de supositorios de un tamaño descomunal. Me dijo que estaba apretao y que hace tiempo tenía ese tratamiento porque le iba muy bien. Al ver el tamaño de aquellos “obuses” rompí a reír escandalosamente. Entonces le recomendé que leyera un opúsculo de Quevedo titulado “Gracias y desgracias del ojo del culo”, porque le ayudaría a soportar mejor el tránsito rectal.
Con una cara de mosqueo me dijo:
¿Qué me quiés decir con eso so desgraciao? porque me suena a chufleta tu comentario.
Mire Nemesio, existe ese mismo medicamento en pastillas, jarabe y además el Micralax ese y le aseguro que es igual de eficaz y no tendrá necesidad de agrandar más su esfínter.
¿Mi qué? Me djjo. Y yo le expliqué esa palabrota qué quería decir. Me miró con ojos de incredulidad, pero Juan Enrique, el farmacéutico, hijo de Pepe el Trejo le dijo que era cierto.
¿Qué es más barato? Los supositorios -le dijo Juan Enrique.
Pues entonces sigo con los supositorios, porque me van mu bien!
Mirándolo con una cara de displicencia, le dije que si no sería por otra cosa, porque sospechaba que se había aficionado mucho a los supositorios.
¡Para qué dije más! Con los ojos inyectados en sangre y casi escupiéndome en la cara, me cogió por el cuello y casi me ahoga.
Me costó separarme de él y cuando tomé aliento le comenté: ¡Nemesio, contra, es una broma; que poco sentido del humor tiene Vd!
¡Pues no me toques el asunto del culo que te mato so mamón!
Tardó en calmarse y en esto que salió de la rebotica mi amigo Pepe el “Trejo”, el jefazo, diciendo: ¡Hombre, pero si es el mismísimo Nemesio, (le dijo el analista)
Es Vd. cojonudo, porque muchos, aunque no somos de izquierdas cuando venían a sacarse sangre, coincidíamos en que nos gusta su sabiduría!
Con ojos incrédulos, el abuelo miraba a los presentes, transformando la iracunda cara en una expresión de júbilo al sentirse reconocido y adulado.
Juan Enrique, le dijo que entendiera que todo era una broma y contribuyó a calmarlo definitivamente contándole que en una Plaza de toros, toreó un “mariquita” y tuvo la desgracia de ser empitonado por el mismísimo ojo del culo. La gente gritaba despavorida y decía: ¡Al quite, al quite! Y el torero dijo: nada de eso ¡Música maestro! Allí nos crujíamos de risa y el primero Nemesio. El Trejo le dijo: es que su amigo Juan Parrilla es así de mamoncete y le gusta chincharle.
Llevas razón Pepetrejo, pero es que el Parrillosky éste le gusta joerme delante de la gente y eso que es de rojo como yo.
¡Ah, no! Le dije. Que ya soy de centro y monárquico.
¡Maricón! – me soltó.
Yo le dije: ¿Se da Vd. cuenta Nemesio que hay que tener sentido del humor?
Ahora sí va en serio, le dijo Juan Enrique: los supositorios se los introduce Vd. por la parte ancha porque así no se le caerán.
Ya iba a soltar cualquier improperio, cuando algunos de los presentes, que se crujían de risa, le dijeron que era verdad, que generalmente no lo hacíamos correctamente. Y se lo explicaron. Él con los ojos muy abiertos soltó: “ ¡Hay que ver, a mis ochenta y todavía aprendiendo!
Y dijo después: ¡Ah Pepetrejo! pon alguna oferta de Juanolas, que sabes que me gustan mucho.
Pepe se rió dándose palmadas en el codo señalándole su tacañería y Nemesio le dijo: ¡Verás como te mande a los de Comisiones Obreras!
Al Trejo le desapareció la risa, y para evitar males mayores, Juan Enrique le regaló un par de cajas de las Juanolas y el abuelo, en lugar de darle las gracias le espetó: ¡Así se hace, que no tiés que esperar a que te las pida!
Virgen Santa lo que hay que ver (pensé)
Y esto no se queda así, Parrillosky. Envítame a unos tintorros.
¡Joder Nemesio, siempre me toca!
Sí señor –Me suelta- Porque es ley del destino que el que nace lechón, muera cochino.
Rojo, gorrón y republicano. ¡Joder, yo que soy monárquico y de centro!
Me lo he releído y destila una ironía sutil, que no todos la sabemos ver a la primera..
Lo dicho ha nacido un nuevo Giovanni Guareschi, pero este se llama Juan Parrillosky