Está meditando el cielo tras la tormenta,
ahora tranquilo, apacible, ha dejado de gritar
de llorar, de ungir con olores de limpieza
y frescura, con grandes bocanadas
de suspiros a tierra mojada.
Este cielo vestido de verano triste,
ha lanzado su coraje o alegría,
carcajadas o gruñidos,
qué más da.
Centellas entrecruzadas e irregulares
ha dejado caer entre dientes apretados
de niños asustados o mayores encogidos
entre estallidos y resplandores del miedo.
Este cielo ha llorado su locura,
templando el suelo empobrecido
y seco por el largo e incansable
verano del sur.
Y entre rayos y truenos
relámpagos y estruendos
está meditando el cielo,
si lo ha hecho por reír o por llorar
qué más da,
ha refrescado el ambiente,
regalándonos una bella
y triste tormenta de verano.