No daba crédito a lo que estaba viendo… ¡qué satisfacción! ¡qué orgullo! ¡qué alegría…! Me los hubiera comido a besos, me hubiera convertido en fan histérica, me hubiera levantado del asiento para hacer palmas altas… ¡¡¡Bien!!!

Me refiero a la entrega de los premios fin de carrera a los estudiantes más brillantes, en la que esos jóvenes, chicos y chicas, números uno y matrículas de honor, pasaban por delante del ministro sin saludarle, sin hacerle caso, sin mirarle siquiera. ¿No lo habéis visto? Me refiero a los movimientos espasmódicos de cuello y manos del ministro Wert que no sabía qué hacer con nada. ¡Tiene tics este hombre…! También me refiero a la Secretaria de Estado de Educación que tampoco sabía qué hacer. ¡Qué papelón! No había disfrutado tanto desde hace mucho tiempo.

Junto a estas reacciones, que donde las dan las toman señor ministro espasmódico, estaban las de nuestros jóvenes: correctos, decididos, valientes… yo no sé si los mayores hubiéramos reaccionado así pero supieron poner en práctica la coherencia de la dignidad. Digo resueltos y elegantes con sus camisetas verdes reivindicando la educación pública, en protesta contra la reforma y los recortes, en solidaridad con los que no van a poder seguir por la subida de tasas, en repulsa por los que tendrán que irse fuera del país, en apoyo a todas las concentraciones contra todo. Ustedes, señores del gobierno, están haciendo lo que quieren y ahora saben que los jóvenes también saben hacerlo y además de una forma pacífica y con el futuro por delante. Porque el presente será suyo, señor ministro, total no dura tanto, pero el futuro es de ellos, de los mejor formados de nuestra enseñanza, de esa enseñanza de cuando no estaban ustedes, de la enseñanza que no protagonizaron ustedes sino los que creímos en la libertad, la dignidad y los valores de la democracia, que es servir a la ciudadanía, no ir contra ella. Ese es nuestro legado, no el de usted. Y eso da un subidón de esperanza que reconforta mucho. Y por ello, les doy las gracias.

Negar el saludo… no se me hubiera ocurrido, como mucho no voy dónde no quiero ir, pero una vez frente a la autoridad siempre nos dijeron que es de educación saludar, pero ahora veo que también puede ser una forma de protestar y yo no hubiera sabido argumentarles lo contrario. Estos jóvenes han dicho: ¿cómo hacemos patente nuestro desagrado? Pues ya está: Negando el saludo, eso es, como una forma de demostrar quién no nos es grato y que la dignidad está por encima de la cortesía más hipócrita. Y no pasa nada. Como hoy. Ya tenía yo ganas de ver jóvenes dispuestos a aportar cordura al sistema. No todo está perdido.

Y seguramente se dirá con el tiempo, y no tanto, no creamos: Yo le negué el saludo a Wert. Y te contestarán: ¿Y quién es Wert?
Pensándolo bien ¿Quién es Wert?