Volvió a suceder. Juan José Ballesteros Raya, de Cambil, de 27 años de edad, trabajador de la empresa de Carchelejo Instalaciones Eléctricas Almazán, murió el pasado 23 de abril, al ser aplastado por la máquina que utilizaba cuando realizaba tareas de adecuación en la línea de alta tensión para la protección de la avifauna. El suceso ocurrió próximo a la población de Aldeaquemada. Además, otro compañero de 25 años resultó herido grave y un tercer trabajador de 50 años sufrió heridas de carácter leve.
Son ya cuatro, según las cifras oficiales, los trabajadores que se han dejado la vida en el puesto de trabajo en la provincia de Jaén en lo que va de año.
Cada año mueren en el mundo 2.300.000 personas víctimas de accidentes y enfermedades laborales: 6.300 cada día. En España cada día 2 trabajadores fallecen por accidente laboral, 14 sufren un accidente grave y 44 son víctimas de una enfermedad laboral. En los últimos diez años en España han muerto en accidentes laborales 11.522 trabajadores y trabajadoras. Este hecho constituye uno de los mayores atentados contra la vida en nuestro mundo. Es un crimen contra la humanidad. Lo es porque gran parte de esos accidentes y enfermedades son evitables. No se producirían si el trabajo se realizara en otras condiciones, si se organizara de otra manera, si se utilizaran para evitarlo los conocimientos y los medios técnicos de que disponemos.
El 28 de Abril, Jornada Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, pretende que no olvidemos este crimen y asumamos la responsabilidad de hacer todo lo posible para acabar con él. Esta jornada de denuncia y movilización sindical nos llama a que, cada día, tengamos presentes a las víctimas y a sus familias, crezcamos en conciencia social de la enorme gravedad de esta situación, reivindiquemos y luchemos por condiciones de trabajo dignas y seguras para las personas. Su cercanía al 1º de Mayo es muy significativa. El 1º de Mayo es un signo de la historia de la lucha por el reconocimiento efectivo de la dignidad de las personas en el trabajo. Y precisamente la negación de la dignidad de las personas en el trabajo es la raíz del crimen contra la humanidad que son esas 2.300.000 personas que mueren cada año víctimas de accidentes y enfermedades laborales.
«El derecho a un ambiente de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio para la salud de los trabajadores» es un derecho fundamental de las personas” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 301). Derecho que es sistemáticamente violado. A veces por condiciones horrorosas de trabajo, sin medida alguna de seguridad, que provocan «accidentes» en los que mueren muchos trabajadores y trabajadoras (como, por ejemplo, los frecuentes accidentes en minas de muchos lugares del mundo o los incendios en fábricas textiles asiáticas). Otras por las malas condiciones de trabajo y el incumplimiento de las medidas de seguridad, provocadas por la creciente precarización del empleo (como ha ocurrido y ocurre en nuestro país entre otros muchos). Pero también, en una situación como la actual, por el chantaje permanente del desempleo masivo y el empleo al precio que sea, que deterioran gravemente la salud de trabajadores y trabajadoras.
La raíz de esta situación está en la violación de un principio fundamental de humanidad: el primer fundamento del valor del trabajo es la persona, su sujeto; la persona siempre debe ser lo primero en el trabajo y a ella debe subordinarse todo lo demás (Juan Pablo II, «Laborem exercens», 6). La perversión de la economía que domina nuestra sociedad, nuestro sistema de producción y consumo, es la negación de este principio. Porque ha convertido el trabajo, ante todo, en un instrumento de rentabilidad económica y lo organiza en función de obtener de él la mayor rentabilidad económica. La rentabilidad es lo primero, no la persona. Así convierte a la persona en un instrumento, la degrada como sujeto del trabajo, viola su dignidad. Eso es lo que mata.
Por eso, para combatir este crimen contra la humanidad lo más necesario es luchar por hacer verdad que «la realización de los derechos del hombre del trabajo no puede estar condenada a constituir solamente un derivado de los sistemas económicos, los cuales (…) se dejen guiar sobre todo por el criterio del máximo beneficio. Al contrario, es precisamente la consideración de los derechos objetivos del hombre del trabajo (…) lo que debe constituir el criterio adecuado y fundamental para la formación de toda la economía» («Laborem exercens», 17). Luchar por el reconocimiento efectivo de los derechos de las personas en el trabajo, especialmente para aquellos trabajadores y trabajadoras que sufren las peores condiciones laborales, es de un valor inmenso para defender la vida.
¡DESCANSEN EN PAZ LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS MUERTOS EN SUS PUESTOS DE TRABAJO!
HOAC de Jaén (Hermandad Obrera de Acción Católica)
Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera