Continúa el mes y desde nuestros sofás, mirando los televisores, asistimos expectantes ante el resultado de la operación que le han practicado al Rey. Esta vez, ya van unas cuantas en los últimos dos años, se trata de reducirle dos hernias discales. Para ello, ha sido internado en una clínica privada de Madrid y el mejor equipo médico se ha encargado de practicar dicha intervención.

Mientras tanto, hay miles o millones de españoles, no conozco las cifras exactas, en listas de espera, para someterse a operaciones que mejoren sus condiciones de vida. Esta operación me ha resultado especialmente … pues eso, que conozco a pacientes que están bastante impacientes, si me permiten el juego de palabras, porque llevan ya un año con el mismo diagnóstico que el Rey. Sin embargo, tienen que soportar diariamente el dolor con medicamentos muy, muy agresivos y lo único que pueden hacer es esperar la bendita llamada del servicio de salud que les diga que tienen cita (a dos meses vista) para ir a someterse a las pruebas preoperatorias. Y de ahí a la operación, pues nada otro par de mesecitos que pasar con todo tipo de pastillas contra el DOLOR, contra la ansiedad producida por el DOLOR y por la falta de autonomía que éste provoca, más protectores de estómago varios, …

Enfrentada ante esta deplorable situación, recuerdo el artículo 14 de nuestra Constitución, ese que dice que todos somos iguales ante la Ley. Mientras veo desfilar por la clínica en cuestión a todas las autoridades del país y escucho el parte médico diario. Y no puedo evitar una mueca de amargura al comprobar que sí, que todos somos iguales ante la Ley pero que unos son más iguales que otros. Mientras unos se comen con patatas los temores y los dolores a otros les dan dos sesiones de fisioterapia para que su recuperación sea más rápida y efectiva.

¿Dónde está la igualdad de acceso a la salud?, La sociedad tiene que ser capaz de atender las necesidades de sus ciudadanos y mientras todos pagamos a un equipo de médicos maravilloso y una atención médica excepcional para curar a una persona, el resto, los que pagamos con nuestros impuestos el presupuesto de la Casa Real y los gastos que generan todos sus miembros, tenemos que aguantar meses para que nos practiquen la misma intervención que a él. Tenemos que esperar porque los políticos, a los que hemos elegido, han decidido que la gestión sanitaria ha de ser privada y tiene que atender a razones económicas y no a las necesidades de la población, de todos nosotros, todos los que apostamos por una sanidad pública y de calidad. No se contrata a más médicos para que bajen las listas de espera, prefieren que tras 10 años de formación pagada con el esfuerzo de todos, los médicos españoles tengan que emigrar. Prefieren hospitales recién acabados tapiados y cerrados, el de Lliria en Valencia podría ser un buen ejemplo. Sí había dinero para construirlo pero no importa que funcione o no, no importa que miles de ciudadanos de la sierra de Valencia no puedan usar sus servicios porque el negocio era construirlo y no que funcionase. Eso sí que son razones económicas de peso, sobre todo para los que se han llenado los bolsillos.

El DOLOR, la IMPOTENCIA y la RABIA son la verdadera cara de la falta de igualdad, de los recortes, de las subidas de impuestos y de esta maravillosa austeridad que permite que aumente la brecha salarial entre los trabajadores (los pocos que aún quedan) y los ejecutivos y que los ancianos mueran en los servicios de urgencias mientras esperan ser atendidos, eso sí por pura casualidad, ¡Qué tristeza!.

Hospital de Lliria – Foto PSPV (Licencia Creative Commons)