Hoy, 8 de Marzo, día de la Mujer, quiero empezar felicitando a los hombres, sí, os felicito porque si nosotras somos la tierra, vosotros sois la sal, o al contrario, o todo mezclado, o café con leche y con azúcar. Sí, felicito a todos y todas, porque en general merecemos la pena. Y lo voy a hacer trascendiendo en mucho sobre lo que nos hemos convertido, lo voy a hacer olvidando la falsa confrontación en la que parece que nos encontramos, lo voy a hacer esforzándome por ir al germen primero en el que nada hacía presagiar tanta desconfianza. Por un día cambiaré las tornas, dedicaré el día de hoy no a reivindicar sino a acercarme, una tregua, aunque el resto del año me tenga que fajar en la  lucha contra quien no respete las reglas del juego. Pero hoy no. Hoy cortaré las cuerdas del ring en el que nos miramos  de hito en hito, para deciros lo que pienso, apostando porque me entendáis. Yo suelo decir que acepto que hablando se entiende la gente siempre que se ponga encima de la mesa o en medio del banco, situado frente al mar, un 50%  de renuncia por ambas partes, siempre que se esté dispuesto/ a reconocer fallos y aciertos, siempre que nos despojemos de las armas con las que caminamos cada día. Así, ligeros de equipaje, podremos adentrarnos en las causas de nuestro distanciamiento secular y milenario, para acabar comprendiendo que no hay nada que nos separe si hemos entendido la palabra libertad.

Porque la libertad es lo que ha fallado, la comprensión y el respeto de la libertad. Y la libertad ya sabemos que es propia, que es un derecho de todos y cada uno de los seres humanos, que tiene sus límites mutuos, que nadie puede usurparla, que todos hemos de mirar a la del otro u otra. Todos debemos ser libres. Yo soy libre. Y soy mujer.

Yo soy mujer y como mujer me duele todo lo que nos han hecho a las mujeres a través de la historia. Y lo que nos hacen aún hoy en día. Soy una mujer que he tenido la suerte de tener un hombre, padre, que me encauzó hacia una educación y una profesionalidad que me hizo comprender que no tengo nada por lo que ser tratada en desigualdad. Soy una mujer que también ha tenido la suerte de acceder a la cultura y alejarme de la funcionalidad gratuita de mi género. Soy una mujer diferente a un hombre pero no desigual a un hombre. Yo quiero a los hombres, no estoy contra los hombres, quiero ser yo misma comprendiendo que el otro quiere ser él mismo, pero estoy contra la pretendida superioridad, contra el discutible dominio, contra el falso derecho  a un tratamiento discriminatorio. Quiero compartir el espacio común. Soy igual que tú, hombre, y me gusta compartir la vida contigo, pero no te pertenezco.

También soy feminista, ojalá no tuviera que serlo porque significaría que la justicia para las mujeres se hubiera equiparado. Pero no es así, hay últimamente una igualdad legal, bastante precaria todavía, pero no hay igualdad real, el trato con cierta consideración de inferioridad hacia las mujeres está demasiado incrustado en la sociedad y cuando no es un machismo a las claras, es un micromachismo oculto que aflora de vez en cuando. Esto engaña y lo tenéis que reconocer, las mujeres en el mundo todavía son lo último de lo último. Y es una pena, porque somos seres humanos, seres que como género están protagonizando una lucha incruenta constante y no para ser más, sino para ser igual. Y el hombre que no prueba este complemento se pierde lo mejor aparte de que tiene que aburrirse como una ostra.

Yo pienso una cosa, que como seres sexuados cada cual se las apañe como quiera, pero que como género debe buscarse la complementariedad y la igualdad de derechos. Todavía hay muchos flecos sin resolver, todavía no se comparten las responsabilidades en la familia, en el trabajo y en el poder. Todavía no está equilibrado el tiempo entre mujeres y hombres. Todavía en el resto del mundo, y aquí, las mujeres sufren y mueren por serlo. Y ahora se corre el riesgo de que la crisis sea un retroceso y se consolide la feminización de la pobreza, de la incultura y de la dependencia de todo y todos. Yo aviso de que se seguirá luchando por ello, de que sigue siendo necesario un 8 de marzo reivindicativo, por mucho que en algunos casos se hagan esfuerzos conciliadores.

Termino ofreciendo en este día un canto a la mujer, porque creo sinceramente que la estabilidad está en sus manos, sin su sensatez y su generosidad hace mucho tiempo que la convivencia se hubiera ido al garete. Pero, igualmente, también os felicito a vosotros, hombres, porque sé que las mujeres, de siempre, han tenido muy claro que merece la pena compartir la vida con vosotros. Así que… enhorabuena.

Foto: Saxarocks (Licencia Creative Commons)

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