Un día decidí buscar un disfraz
para pasar desapercibido por la vida.
Me disfracé de árbol, y me cogió
desprevenido el otoño cruel
que derramó mis hojas por el suelo;
el viento desvaneció parte de mi máscara.
Me convertí en sal, y una lluvia
tímida, pero mordaz, diluyó mis sentidos
convertidos en mezcla de ilusiones y rabia.
Me refugié tras el disfraz del sueño,
y éste, mutó en pesadilla cansina
que cada noche molestaba
y asustaba a mi alma dormida.
Me enmascaré en azúcar, y acudieron
las moscas, hasta convertir aquel
blanco puñado dulce, en un negro
murmullo de depredadores sin piedad.
Me disfracé en viento,
y me arrastró la tormenta
del miedo y la desesperación.
Me hice luna sonriente, y la luz
del alba, apagó la luz de mi sonrisa
refugiándome en el llanto y la soledad.
Ahora, estoy disfrazado de palabra
y creo que es mi mejor disfraz,
por que cuando surge alguna contrariedad,
la palabra se diversifica más que los actos.
Puedo soñar, amar, sentir, jugar…
puedo ser árbol, azúcar y sal.
Con los sinónimos me disperso,
con los antónimos me defiendo
y con los espacios y los silencios,
te puedo GRITAR.
Hoy, estoy disfrazado de palabra,
mañana… mañana Dios dirá.
Miguel Ángel, gran poema que desgrana paso a paso nuestros complejos y deseos en la vida.
Yo hace muchos años aprendí, que la palabra es lo que queda, porque es lo que define a una persona, siempre que sea consecuente con lo que dice. Al final, como digo, es la palabra hecha actitud. Porque un ser humano vale lo que vale su palabra. Felicidades por este poema.