Un monográfico, escrito por María José Arana, (teóloga y relegada por ser mujer) que cayó en mis manos tiempos ha, trataba el tema de lo femenino con un título parecido al de este artículo. El mismo, reflejaba la necesidad de un diálogo, que nos llevase ante el nuevo paradigma de recuperar las “dos alas de la humanidad” rescatando lo femenino que hay en cada uno de nosotros y sobre todo redimensionándolo en la mujer del S. XXI.

Jamás la propia humanidad se convertirá en paradigma de lo “Humano” si no vamos sustituyendo entre otras cosas, la agresividad y la competitividad por una solidaridad presente en nuestras vidas. En este camino de reconciliación consigo misma, la humanidad, hombres y mujeres, han de poder reflejarse en las teorías que los filósofos pre-socráticos  en la Grecia de los siglos VII y VI Antes de Cristo, ya enunciaron al considerar  la música también como tensión de opuestos, como el arco y la flecha, de la cual nace la armonía en el alma.

Igualmente es lo femenino frente a lo masculino, la primera es el “ánima”, la segunda encarna el “ánimus” y ambos han de lograr el diálogo interno del que emanará la Armonía, valor supremo junto a la Verdad en la vida.

Las relaciones entre lo masculino y lo femenino no pueden seguir estando jerarquizadas, pues esta verticalidad absurda viene dada simplemente por un atributo sexual. ¡Qué necedad más grande! El hombre ha de redescubrir su potencialidad femenina, frente a una mujer hastiada ya de reivindicar su feminidad. El hombre ha de ser capaz sin miedos de mostrar su ternura, su sensibilidad, comprimidas por una educación mutilante que lo deshumaniza, ha de ser capaz de mirar tiernamente a los ojos de una mujer sin disimular la turbación que ella le produce y reír con ella, llorar con ella si es necesario, porque no es justo calificar a la mujer despectivamente de emocional cuando al que califica se le ha negado el derecho de llorar y de mostrar ternura y delicadeza. Han de enterrarse definitivamente actitudes “enlatadas” a lo Bogart, a lo Heston, a la Gable,  que lo único que hacen es ridiculizar aún más al ser humano que hay en el hombre. Hay que desterrar la dependencia económica de”una” hacia el “otro” en la familia, hay que dejar de ser competitivos y agresivos en lo humano, en lo profesional, olvidar “roles”, cocinitas, pistolas, todo cuanto sirve para una educación que fragmenta y divide.

Tontos de nosotros que no hemos aprendido todavía que mientras la mujer camina hacia su propia libertad,  el hombre aún ha de redescubrir el camino perdido hacia la nuestra. Tontos de nosotros que tampoco hemos comprendido que el mayor gozo que un ser humano  puede tener en su vida, es traer otra vida al mundo, gozo y placer que a los “fuertes” nos ha sido negado. Sólo cuando entendamos la palabra “femenino”, habremos entrado en el largo y duro, pero esperanzador camino de reencontrarnos con nosotros mismos y pobre de aquel que nunca encuentre la entrada a esa vereda.

Aquí en esta búsqueda del “ánima” por parte del hombre, la mujer tiene una responsabilidad de enorme transcendencia, pues ha de abandonar en muchísimos casos los tópicos y ponerse manos a la obra “ayudando” a su compañero.

Esta es una tarea lenta, ardua y constante, pues tiene que hacer bajar a su igual, del pedestal estereotipado, de forma  elegante, sutíl, femenina en definitiva… y dura cuando tenga que serlo, porque si no, puede ocurrir una caída de fatales consecuencias y se produzca el efecto contrario.

Se equivocan quienes hacen de esto una bandera, una patria por la que luchar desde la ideología.  No he utilizado en ningún momento conscientemente, las palabras machismo ni feminismo. No me gustan. La primera la odio, la segunda la considero tabla de salvación de algunas mujeres, pocas por suerte,  que tampoco han entendido nada, pues con tristeza en muchos casos, quienes se otorgan el título de feministas, yo diría hembristas, quizá no hayan reparado en su agresividad frente a los y las demás. Quizá se pida en la calle, frente a los medios de comunicación, lo que en la intimidad no se ha conseguido, no por el sexo, sino  por propia valía personal. En casa no somos ni machistas ni feministas y nos va muy bien, porque ante todo hemos descubierto que somos personas.  Yo miro a mi mujer a los ojos, me emociono cuando pienso lo que la quiero, y si he de llorar, lo hago, no me avergüenzo de ello. Y con todo me siento más fuerte, más hombre, más humano. Lo de fregar los platos o cambiar la rueda al coche llega con el tiempo. Con amor todo llega.

Feminismo... ¿moda? - Foto: Jordi Casasempere

Feminismo… ¿moda? – Foto: Jordi Casasempere