Sé que eres soluble,
lo he notado en el primer
sorbo de vino y he apurado
toda la botella. Me siento
embriagado de tu ser
o del vino, los dos
me habéis confundido; camuflados
el uno en el otro, no sé
dónde comienzas tú, y
donde acaba el vino,
pues tras la tercera copa
me he sentido trapecista
sin red en el circo de
tu sombra. Tras saborear
las últimas gotas de esta
mezcla esencia de dioses,
estoy más convencido aún
de que eres soluble y que
te saboreo en licores, me
emborracho de ti y aunque
te conviertas luego en amarga
y dolosa resaca, espero
impaciente y doblegado
al capricho de un destino,
donde a veces, sales de
mis sueños, te haces soluble
y te conviertes en el mejor
de los vinos.