El prestigioso pianista alemán Frank Wasser dio un espléndido recital de piano a solo el domingo 27 de mayo, que ha sido el séptimo de música clásica en la Casa Museo y el undécimo del FIMAE.

Wasser nos ofreció un programa que comenzó y concluyó con dos obras virtuosísticas de la época romántica: el famoso trabajo hercúleo Tocata Op.7 de R. Schumann y la celebérrima Rapsodia Húngara n.15 de Frank Liszt, intercalando entre ellas una selección de los preludios de C. Debussy y otras dos obras románticas de F. Chopin “Berceuse” Op.53 y el Nocturno Op.48 n.1.

En la Tocata Op.7 que alcanzó su forma definitiva en 1833 y que fue concebida por el propio Schumann como una de las piezas más difíciles que se hubieran compuesto nunca, Wasser demostró en las largas cadenas de cuartas y sextas, y en las terceras y sextas, una resistencia a toda prueba y una gran agilidad y maestría digital.

A continuación interpretó una selección de los 24 Preludios del genio francés Claude Debussy, (agrupados en dos libros de 12 preludios cada uno, compuestos entre 1909 y 1912), entre los que destacaron “La puerta del vino” y “La serenata interrumpida” dedicados a España, aunque el maestro impresionista francés nunca conoció nuestro país.

En “La puerta del vino”, que fue inspirada por una sencilla tarjeta postal que representa el célebre monumento de la Alhambra, enviada por Manuel de Falla a Debussy, Wasser demuestra que se puede conseguir imitar a la guitarra con el piano entre la armonía modal y el ritmo obsesionante de habanera.

De la misma manera su interpretación nos hizo pensar irresistiblemente en la guitarra con “La serenata interrumpida” en compás de tres por ocho que evoca a la jota y los ritmos staccatos perfectamente marcados por Wasser.
También se interpretaron entre otros preludios “Las colinas de Anacapri”, “La danza de Puck”, “Ministrels” y “Lo que ha visto el viento del Oeste”.

A continuación interpretó dos conocidísimas y delicadas obras de Chopin: “La Berceuse” Op.53 y el Nocturno Op.48 n.1, con una técnica y una pulsación inmaculadas. Para concluir con la virtuosística “Rapsodia Húngara” n.15 en la que volvió a exhibir sus grandes dotes técnicas, resolviendo las dificultades de la página de Liszt de una manera brillante, lo que hizo levantar al público de sus asientos y reclamar un bis que fue el Estudio n.1 del Op.25 de F. Chopin.

Momento del concierto