“No podéis preparar a vuestros hijos para que construyan mañana el mundo de sus sueños, si vosotros ya no creéis en esos sueños”……. Nos dice Cèlestin Freinet.
Y esto me decía ayer una amiga: “Siento que hasta me han matado los sueños, porque ya las Mil y una Noches no serán las mismas; los cuentos de El ladrón de Bagdad, Simbad el Marino, El Príncipe Kalender y su Princesa Scherezade, Alí-Babá y los Cuarenta Ladrones, ya no serán los mismos”.
Sí, le dije. Ahora, los personajes han cambiado de nombre, pero la temática del cuento en parte sigue existiendo…. con la única diferencia de que el final de cada cuento, cambia sustancialmente variándolo por completo.
En Las Mil y una Noches, es Scheherezade, quien trata de salvar su vida, contando al aburrido Sultán un cuento cada noche, pero de tal manera hilvanado con el de la noche siguiente, que consigue tener a este cruel sátrapa tan intrigado, que cada noche va perdonando su vida por saber dejarle la princesa con la miel en los labios, tan increíble cantidad de días. Este cuento, modelo de ingenuidad infantil, sigue existiendo hoy con una increíble reposición de personajes, pero ya sin candidez.
La Princesa Scheherezade, ha cambiado su nombre por el de Esperanza de un Pueblo. El Ladrón de Bagdad, ha tornado en grupos financieros o Fundaciones por lugares de nuestro país, con nombres y apellidos en algún caso muy sugerentes.
Hoy el Sultán sátrapa, es el capitalismo, (el Califa Abasí) que persigue de muerte al Omeya, por las cordilleras del mundo hasta llegar a Al Ándalus (Abderramán).
Antonio Muñoz Molina lo cuenta fantásticamente en su libro `La Córdoba de los Omeyas`.
La dinastía Omeya (clase media y trabajadora que ya no podrá en muchos casos enviar a su hijos a la universidad) es invitada a una cena por la dinastía Abasí, en la que sus sueños son molidos a palos, previamente a ser liados sus cuerpos en alfombra de recortes sociales, impuestos y falsas promesas (como la dinastía anterior a la que nos reina bajo el nombre de partidos).
Simbad baja los sueldos a sus marineros, incapaces de amotinarse ante semejantes despropósitos.
Nada ha cambiado, el cuento sigue teniendo vida propia, tiñendo ahora de amargura y angustia las esteras voladoras, robando ilusiones por cambiar este puñetero mundo y este puñetero país.
Si a estos coloridos cuentos ancestrales, les quitamos el edulcoramiento que los suaviza para hacerlos digeribles, nos queda la pura y dura realidad de un mundo en el que los que perderán serán siempre los mismos, esto es, los pueblos y por desgracia, formando parte también de ellos, los honestos cuenta-cuentos.
A mí, querida amiga, lo que me está empezando a flaquear es la seguridad en que sigan existiendo y narrando con honestidad esos cuenta-cuentos, para los hijos de nuestros hijos.
Pero observo que el público que escucha estas narraciones, no de los honestos narradores, sino de aquellos dispensadores fatuos de falsas ilusiones, es cada vez menos cándido, se identifica menos con la deshonesta intención de algunos venales cuentistas, al presentarnos endulzados a sus personajes y personajillos sin conciencia como modelo a imitar.
Este público, progresivamente, va dejando la grada vacía para introducirse en el cuento y cambiar la historia, a pesar de esos funestos personajes.
Yo me refugio en otros cuentos no menos valiosos, con factura llena de honestidad, porque ya el de `Las Mil y Una Noches´ lo han destruido.
Prefiero al narrador Gala, a la niña gorda y fea, de voz recia, llamada Gloria Fuertes, de alma angelical, corazón tierno y querido. También quiero a Momo, la niña protagonista de Michel Ende.
Estos sí son cuentos con vida propia, inmutables, eternos en la eternidad, como lo son Platero, el Principito, con valores éticos y morales incuestionables.
Quizá amiga mía, mataron tus sueños de futuro, pero hoy convertida en un pedazo de mujer, no dejes que maten tus valores, tus sueños de ilusión, porque hay muchos más cuentos no manipulados, no tergiversados por seres corruptos y sin conciencia, que precisamente han sido escritos para hacer volar nuestra candidez infantil que gracias a Dios todavía sigue hoy habitando en muchos corazones.
Siempre hay que dejar una puerta abierta a la Esperanza, y por mucho que nos duela no poder ver ya Bagdad con un cielo cubierto de tapices multicolores, sí podremos cambiar el argumento del cuento.
Es sólo dar el paso. Pero no conseguiremos cambiar el mundo si todos y cada uno de nosotros, individualmente, no cambiamos.
Que nuestros hijos y nietos aprendan sobre todo, en una época de enfermiza permisividad de la imagen en todo, el valor de la palabra, sobre todo de aquella que está en contra de las transgresiones a la humanidad, la palabra honrada, que afirma la esperanza en el ser humano, aquella generadora de auténticos sueños, de auténticas utopías.
Sr. Parrilla, Lo que ocurre es que los corruptos, también tienen sus sueños a lo mejor por eso son corruptos.
Interesantes reflexiones. Interesantes y alegóricas comparaciones: Las comparaciones siempre son odiosas, para quién sale perdiendo en ellas, claro.
Creo entender que, a pesar de las adversidades, la imaginación puede liberarnos un poco del terror. Pero el final, Sr. Parrilla, y perdone mi pesimismo, siempre parece trágico. Me viene a la mente la película «El Laberinto del Fauno» con su magia, y con su realismo final.
No obstante, una luz de Esperanza, como usted dice, hay que tener, si no, como decía el humorista «Apaga»; aquélla para mí es considerar que un porcentaje (mínimo, por supuesto) de la población mundial va viviendo cada vez en mejores condiciones (como es Esperanza, eso espero, que siga siendo así), a pesar de las vicisitudes.
¡Mucho ánimo para su amiga!
Un cariñoso saludo.
Sí, a ella le mataron sus sueños, pero a mí, hasta ahora no han podido. Pero ambos, ella y yo, estamos instalados en la Esperanza; pero una Esperanza trabajada, expectante, que ni los mediocres, los aburridamente activos,catedráticos de necedades, van a poder sepultar.
Sr. Ad Contrarium,no sé si Vd. es de Linares, pero aquí muchos nos hemos dejado la piel a tiras por amor a este pueblo.
Este pueblo es cruel para con los suyos (y me siento y soy linarense por los cuatro costados) hasta el punto de venirme a la memoria la pintura de «Saturno devorando a sus hijos».
Pero no me voy a ir de él, nadie me va a echar. Lo siento y lo vivo en mis venas, por derecho propio.Porque también hay personas(que no gente)acojonantemente buena. Es cuestión de encontrarla. Saludos cordiales.