Fue Soraya, una cliente, quien me recomendó este libro de relatos que, me pareció, tenía un título sugerente pero tan ambiguo que no me hacía una idea clara de lo que podía encontrar en su interior.
Fueron sus personajes los que me cautivaron, quebrados por algún costado por el que asomaba parte de sus entrañas y me dejaba entrever aquellos pedazos ocultos que todos arrastramos, como una pesada carga, pero nos empeñamos en esconder para mostrar una fachada más “normal”. Esa parte que solemos tachar de oscura porque a veces, cuando estalla en otros, nos sorprende y deseamos relegarla al ámbito de la locura, pero quizás se oscureció de tanto ignorarla y sin embargo es la que aporta las luces fundamentales para un retrato.
Relatos con tramas claras y pocas distracciones, elaboradas, en palabras del autor, “con un lenguaje construido de forma artesanal, utilizando las palabras precisas y huyendo de las florituras”. Consigue con ello una genial unión entre forma y contenido para “mostrar una visión compadecida del mundo”.
Relatos de estructura cerrada que nos dejan con la incertidumbre que provoca el haber conocido a unos personajes tan reales en su pose externa como en sus dudas e inquietudes, que una vez acabado, es a nosotros, lectores, a quien nos corresponde aceptarlos e imaginar el resto.