Escribo de nuevo, tal vez una falacia pueda ser, pero solo pretendo una cosa: enorgullecer a mi tierra y su obra, ahora dando a sus eternas chimeneas nombre de mujer.
Un simple escape de humo, un escape infernal, clavado a la dura tierra, de piedra y ladrillo te hicieron; y como no podía de ser de otro modo, quien te forjó en los siglos, te dio nombre de mujer: Chimenea.
Como ellas, tú esbelta o pequeña eres: limpia en el trabajo duro estás: osada en la humildad te presentas cuando el dolor de tu vientre reprimes para que otros alcancen su dignidad.
Olvidada a través de los siglos, dureza de pan duro en tu boca, silencios entre cristales opacos, manos encallecidas sin ungüentos, tu vida pasó sin gloria, pero sin saber los porqués permaneciste erguida y valiente y ahora, tras siglos de penas e incomprensión se te empieza a reconocer.
Siete reinas tiene mi tierra, siete chimeneas de puro orgullo, con el nombre simple de mujer.
Pozo Cero, no se por qué, si te levantas al cielo, si las estrellas admiran tu piel, de ladrillo y dura piedra por donde emanaste leche y miel; leche de pura plata, plomo de pura miel. Te revelaste con firmeza ante la destrucción de la que no pudo ser; la que estaba a tu lado la reventaron sin juicio, de madrugada, cuando nadie miraba su pie. Juana de Arco, la niña que quería ser mujer, mujer guerrera y valiente, al igual que tú, cuando nadie lo pensaba, luchó hasta dar su vida; tú por un filón duro y puro, ella por liberar de la opresión a su pueblo, juntas por un simple nombre: San Miguel.
Al igual que tú, la Callas, María de nombre, la más grande del siglo XX, San Vicente impetuoso, osado y sufrido, renombre dio a su ambiente. Ambos sonabais igual. Tú a gloria, él a infierno. Tú con la nota sublime, sonabas por encima del cielo, nadie alcanzó a alcanzarla. Sus dos chimeneas sencillas, bien trabajadas en su porte, miraron a lo hondo del mundo, bajaron al abismo telúrico.
Gorgo, hija de rey, esposa de rey, madre de rey. Esperanza de tu pueblo. Disputaste por el honor de tu esposo, hiciste pensar al Senado, para que como pueblo espartano lucharais ante el invasor enmascarado. Tú, coqueta y valiente, fundiste Salidos y Quinientos: con la Equidad como empeño fuiste la Esperanza en mi sueño.
Esmeralda, mi esmeralda, alta y altanera, reina de juegos infantiles, el viento envidia tu plante. Verde de azul azulado; cristal de bellas esencias donde Cleopatra, la blanca dama de tierras secas, mira envidiosa, no a su César, a su poder y sus riquezas, sino a tu piedra preciosa, que como plomo en tus entrañas, alumbraste a la belleza.
La Tortilla tiene dos en el monte del olvido, donde el humo llega triste en las venas, bajo el suelo. Repudiadas y mal cuidadas, cuando fueron grandes, las más grandes en el orbe conocido. Como tú Josefina y tu esposo Bonaparte, nos guardaste la mano en su casaca. Si no que con tus guantes y finas manos embelesaste con los años la belleza. Por eso desde la lejanía ellas te admiran y hacen suya tu presencia, para que un dia ya nadie las olvide y, de nuevo, con sus sombras ya florezcan.
Cien metros de altura tuviste, alas del mundo sufrido. No fuiste Cruz de muerte, sino Cruz de vida de tus hombres. Danzaste como Terpsícore ligera con polvo y humo mortecino. Bailabas al viento oscilando, de nube a nube, en tu infierno; mientras el cielo y su musa te envidiaban, admirando tu lento movimiento.
Ya quedas tú, la última. Reina, te llaman tus iguales. Reina no te llamaron los tuyos por la misoginia de los hombres, que te odiaron. Magdala fue tu tierra, Benjamín tu estirpe. María Magdalena, compañera de llantos de tu Rey, ungiste con tu pelo sus temblores, lloraste junta a Ella en su muerte. La Reina de Linares llevará ahora tu nombre, porque ésta, al igual que tú, Señora, lloró en silencio sus horrores para que niños, mujeres y hombres, comieran con penurias cada día y vivieran con orgullo sus pasiones.
Escrita está, tal vez una falacia pueda ser, pero solo pretendo una cosa: enorgullecer a mi tierra y su obra, ahora dando a sus eternas chimeneas un nombre de mujer.
Texto: Francisco Mañas Mármol
Fotos: Jordi Casasempere
Muy bonito e interesante como siempre con transmisión, haces que llore cada vez quue escribes con este sentimiento, gracias una vez más «Maestro» un saludo
«Quien olvida su historia está condenado a repetirla»
Eso dijo el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y esa es la frase escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz I en polaco y en inglés:
Kto nie pamięta historii, skazany jest na jej ponowne przeżycie.
The one who does not remember history is bound to live through it again.
Tu nos ayudas cada día a no olvidar la nuestra.
GRACIAS
Me honras, pero solo pretendo ser un contador de pequeñas historias. Gracias.
¡ Que bonitos piropos dedicados a las chimeneas que flanquean todo
nuestro entorno minero.!
¿ Enhorabuena ?… Paco. No puedes disimular que llevas plomo en
tus venas. Precioso relato.
Muchas gracias por regalarnos tan excelente texto, se percibe el sentimiento con el que está escrito, nos acerca de una forma entrañable y cálida a nuestra historia minera.
Y YO, QUE YA TE CONOZCO ¡QUÉ TE VOY A DECIR! PORQUE ERES UN SER SENSIBLE Y SÓLO DESDE ESA SENSIBILIDAD SE PUEDE ESCRIBIR ALGO TAN REALMENTE HERMOSO DE NUESTRA TIERRA. UN ABRAZO