A raíz del Cartel de la Ruta de la Tapa, se ha generado una polémica sobre el mismo ya que concejales de IU manifiestan que tiene un carácter sexista. Desde luego, como se ha dicho en múltiples comentarios, el cartel no ha sido acertado, sino más bien mediocre, aunque esté realizado por un notable diseñador. A su denuncia se ha unido la edil de Igualdad del Ayuntamiento, así aunque de forma relativa la delegada en la provincia de la Consejería de Igualdad de la Junta de Andalucía.
En el fondo de este tipo de denuncias, subyace por parte de colectivos feministas de izquierda y sectores de la sociedad que se autodenominan progresistas, un gran deseo de protagonismo y bastantes dosis de ceguera sobre el estado actual de la sociedad española y el criterio de que el hombre es el enemigo a batir, en lugar del compañero con que compartir. Y si no que se lo digan a esos padres que piden la custodia compartida.
A lo largo de mi vida, un poco larga ya, he conocido en lo que se ha venido a llamar hoy en día, Igualdad, enormes avances en nuestra sociedad, en el mundo laboral, en el profesional, en el familiar y en una palabra en todos los ámbitos de nuestra existencia. Al mismo tiempo quien no ha vivido, por desgracia, terribles acontecimientos, o no tan terribles, por los que es necesario un cambio de la sociedad hacia posiciones más igualitarias entre hombres y mujeres. Pero este cambio no nos puede llevar a una igualdad total, somos complementarios, pero no exactamente iguales, física e intelectualmente, lo cual es obvio, nadie negará el mayor desarrollo del intelecto femenino, en los primeros años de la vida siendo también distinto nuestro temperamento y carácter, ante los problemas que se presentan en el día a día.
Laboralmente, la mujer ha conquistado cotas impensadas hace tan solo cuarenta años, solo basta con mirar la Universidad o entrar en una oficina bancaria, ir a un juzgado o a un ambulatorio. Hace 34 años, propuse a mi superior para un cargo de apoderada en el banco donde trabajaba, a una mujer, un poco más y me despide por semejante atrevimiento. Hoy en día, hay directoras de oficinas bancarias, por doquier, casi el 50 % de los miembros de la judicatura, son mujeres, y ya no digamos doctoras o enfermeras en todos los consultorios médicos.
Ahora bien, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, ha sido y es un arma de doble filo, de un lado se consiguen las grandes reivindicaciones feministas, que creo basadas fundamentalmente en no tener que depender del hombre económicamente, pero por otro se le está facilitando al gran capitalismo la oportunidad de tener una masa laboral mayor y tal vez más debilitada.
Hace cincuenta años, la mujer joven que trabajaba en la cadena de montaje de una fábrica o en un telar desde las seis de la mañana, cuando lograba casarse y dejar el trabajo fabril, pasando a vivir con el sueldo del marido, era felicitada y envidiada por sus compañeras. Hoy en día eso no ocurre, por el cumulo de necesidades que la sociedad se ha creado, son necesarios los sueldos de ambos, ya que se han esclavizado por las sociedad de consumo, consumismo que pone en peligro la base de la sociedad que es la familia. Ese peligro nos ha hecho a los hombres más colaboradores en las tareas domesticas, a los jóvenes y no tan jóvenes, los abuelos cuidan de los nietos en el parque, mientras las abuelas cocinan en casa de la hija que trabaja, pues el salario del marido no llega. ¿Quién se ha beneficiado de la igualdad en el trabajo?
El hombre y la mujer al trabajar realizan en bastantes sectores de la economía, papeles bastante distintos, sobre todo cuando hablamos de trabajos para los que se requiere la fuerza física y aún otros de habilidad, como un mecánico de automoción. Es impensable ver a una joven en un foso cambiando los discos de freno de un coche o subida a un andamio colocando hierro en una estructura, como no vemos a un joven limpiando una discoteca la mañana de un domingo o vendiendo ropa intima de señora en unos grandes almacenes. La igualdad en estos roles laborales no llegará nunca, antes bien invadirán los hombres los puestos de las mujeres, que no a la inversa.
Como queja ante los colectivos feministas o amigos de la igualdad, habría que reprochar al género femenino, el conformismo y la falta de querer asumir responsabilidades en muchas profesiones, sobre todo las salidas de la Universidad y que antes he mencionado, así vemos que entre los profesionales de la medicina son mayoría, las doctoras de asistencia primaria, y son muy escasas las que han asumido alguna especialidad, urólogas, oftalmólogas u otorrinolaringólogas, sin embargo si son más en pediatría o ginecología y como no a la hora de entrar en un quirófano, ¿Cuántas cirujanas hay en Andalucía? Alguna habrá pero más bien pocas. Lo mismo pasa en Derecho, son numerosas las mujeres que saben de leyes, pero a casi todas les gusta opositar a un empleo fijo, bien sea en los juzgados (secretaria, funcionaria, fiscal, juez) o en la empresa privada y solo unas pocas, son las que capaces de montar un bufete o incorporarse a uno de prestigio, si no con algún varón de la familia. Y no hablemos ya de la arquitectura, personalmente he vivido el caso de una chica muy simpática, recién licenciada en arquitectura técnica (aparejadora) que se dio cuenta que tenía vértigo cuando tuvo que subirse a un andamio, su primer día de trabajo, la pobre chiquita lloraba, a partir de ese día solo pudo trabajar en un confortable estudio con calefacción. Veo en la mujer que ha optado por un trabajo profesional, falta de valentía en el momento de asumir retos importantes con responsabilidad, o al menos así a mi me lo parece.
No quiero dejar de mencionar, aunque algo de pasada, el importante tema de la violencia entre hombres y mujeres. No existe ningún motivo valido para que esta ocurra, aunque desgraciadamente esta a la orden del día. A lo mejor deberíamos eliminar los pronombres posesivos, sobre todo el “mi” o tal vez no. Evidentemente es la falta de cultura, desde la más tierna infancia basada en el respeto, la que lleva a una violencia inusitada del hombre hacia la mujer, además de las múltiples circunstancias que se dan en la sociedad actual, con la inflación de los medios de comunicación, la tan manida crisis y porque no decirlo, el elevado consumismo de nuestra sociedad. Pero también existe la violencia, raras veces denunciada, que en forma muy sibilina, y psicológica ejerce la mujer sobre el hombre, y que también pueden acabar en tragedia, dos casos he conocido a lo largo de mi vida, en que el marido acabo suicidándose, en forma de accidente de tráfico, casi con toda seguridad falto lo que por desgracia es muy frecuente en la pareja, el diálogo.
Mis amigos de Izquierda Unida, debieran si desean conectar con el grueso de la sociedad, dejarse de cuestiones accesorias, como el tema del cartel o de la corrección en el lenguaje, o si tienen que existir igual que unos reyes magos, unas reinas magas, e ir más a lo fundamental, mejorar la formación de las gentes, sobre todo en los colectivos marginales, enseñándoles a vivir en sociedad, con libertad y sin miedo pero sin altaneria. Es la fórmula, más inteligente que hay para conseguir mayor igualdad entre mujeres y hombres.

Emilio Vera Muñoz

El cartel de la polémica