Ha llovido mucho desde el Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona de 1.952. Año en que la leche se rebajaba con agua para que diera más de sí. Se comían boniatos en vez de patatas y se bebía achicoria en lugar de café. La comida se conseguía a través de las cartillas de racionamiento y en las terrazas de cada casa y en los patios, se criaban gallinas, pavos y conejos para compensar la escasez de huevos y carne. Paralelamente José María Pemán escribía el himno del Congreso Eucarístico que comenzaba así: “De rodillas Señor ante el Sagrario, que guarda cuanto queda de Amor de Unidad…” en una España desunida, víctima de las tropelías de muchos de los vencedores, muerta de hambre y envuelta en la injusta venganza de los que no supieron ni quisieron ser generosos con los vencidos. Entonces, como siempre, una Iglesia jerárquica aliada con el poder fáctico, como hoy sigue unida a dicho poder, y un pueblo cristiano en la actualidad, sumido en el hartazgo frente a tanto poder material y espiritual, que no de servicio y solidaridad de esta Iglesia que predica a Cristo. Hoy con los urdimbres del poder económico, canallesco e irracional de la gran banca, el capital y los oligopolios se han tejido bolsas insoportables de paro e injusticias sociales en una España posmoderna, todavía “reserva espiritual de occidente”, en la que los meapilas, sin ninguna capacidad de análisis ni crítica, ven un auxilio espiritual en la visita de Benedicto XVI, que viene a decir lo de siempre, esto es, nada. Una jerarquía que mayoritariamente está anclada en el Concilio de Trento (1545-1563) que ha gastado un potosí en este viaje de pompa y circunstancia de cara a una juventud, que mayoritariamente no quiere saber de la iglesia por su mal hacer para con el pueblo de Dios. Una secta es aquella que rinde culto a la personalidad de su máximo dirigente y este culto a la persona de Benedicto XVI, promovido por el Vaticano y aceptado por el mismo Papa, está dando al traste con el auténtico mensaje liberador, personal y social que mana del Evangelio. Como cristiano adulto en la Fe, siento dolor con toda esta parafernalia teatrera, de una Iglesia institución generalmente no comprometida con el que sufre, que nada en la abundancia económica y patrimonial que por sí misma con su actitud, es motivo de escándalo para muchos cristianos y no cristianos. No voy a entrar en el tema de los gastos suntuosos y de los beneficios económicos que reporta esta visita papal, porque entiendo que el evangelio y el mensaje de Jesús no puede ser ponderable económicamente, pues si lo hacemos así, sí que caeríamos en un sacrilegio. Mucho se habla de la Virgen María, mucho de la falta de vocaciones de jóvenes, mucho del aborto, de la eutanasia, pero poco de la pobreza y la hambruna en Somalia, Sudán, Etiopía, Haití, Congo, Sierra Leona,Sáhara, de las necesidades de los sin techo en Lorca. Siento dolor y vergüenza cristiana porque con Cáritas(que funciona con las donaciones y el voluntariado de muchos cristianos) Cruz Roja algunas ONGs y los poquísimos misioneros que dan su vida en África, no es suficiente. La Iglesia con esto se lava la conciencia. La verdadera Iglesia son las personas que se dejan la piel en estos países de injusticia y miseria, mientras su jerarquía vive como Dios en suntuosos palacios episcopales. Repito, siento vergüenza y dolor desde mi punto de vista cristiano de la vida. Decía Erick From: “ Si soy lo que tengo y lo que tengo lo pierdo, ¿entonces quién soy yo?

"Benedicto XVI en Madrid" por "losmininos" CC