El fundamentalismo o integrismo, en nuestra moderna sociedad occidental, es una corriente teológica que se desarrolló en E.U.A. durante la primera guerra mundial y que sólo admite el sentido literal de las Sagradas Escrituras oponiéndose a toda interpretación histórica, aferrándose al creacionismo (creación del mundo) tal como lo narra el Génesis.
Después nace también, el fundamentalismo islámico, oponiéndose a toda interpretación laica de la sociedad. Tenemos por tanto en lo que se refiere a dos de las grandes religiones, un mismo origen cuasi filosófico y dos maneras de pensar algo similares, dentro de parecidas creencias en cuanto a la trascendencia del ser humano, poseedor de alma o espíritu.
Pero este mundo occidental ha evolucionado (cambiado) laicizándose, para todo aquello que supone la construcción y la articulación de una sociedad justa, solidaria, de progreso, avanzada científica y tecnológicamente, cultivando conscientemente la religiosidad, en un ámbito más personal, privado, como fuente y motor de nuestra actitud para con los demás en la vida, con un claro asimiento en la Fe.
En definitiva, recordando el cuatrocento y cinquecento del gran Renacimiento italiano, hemos tornado en muchos casos a una sociedad más humanista, en la que el hombre es el gran depositario de la creación o bien de la evolución de las especies según Darwin, sin polemizar (aquellos que no somos dogmáticos ni fundamentalistas) con las concepciones creacionistas del mundo por un ser superior a quien llamamos Dios.
Al igual que nosotros en Occidente, hemos ido reinterpretando las Sagradas Escrituras a golpe de prohibiciones, anatemas, hoguera e inquisición, lo mismo tendrán que hacer estos países islámicos que hoy viven todavía lo que se ha dado en llamar la Edad Media en Oriente, desde un punto de vista humanista, filosófico y religioso.
Últimamente se habla mucho del fenómeno interreligioso y del acercamiento de las iglesias del mundo, al menos de las que configuran las grandes religiones.
Pero es una carrera de fondo, ya que si queremos que esto de verdad se de, para acercar mutuamente más a todos los seres humanos, todos tendremos que poner mucho de nuestra parte, porque el conflicto entre Oriente y Occidente no se deriva sólo de una lucha entre religiones, sino de un modo diferente de entender la cultura; por tanto, no puede haber diferencias a causa del fenómeno religioso, ya que Occidente es básicamente laico.
Hoy, Occidente, lo tiene todo a mano; otras culturas como la árabe, otras gentes como los árabes y en general todas las naciones islamizadas lo tienen muy mal, pues a la incultura de los pueblos, el hambre, el denigrante sitio de la mujer en esa sociedad, se une la feroz dictadura religiosa de unas clases políticas favorecidas por guerras de intereses petrolíferos, que Occidente potencia y de clanes o de etnias que imponen su ley de terror, bandolerismo y asesinato, matándose entre ellos.
Cuando no, la castración mental de millones de seres humanos que sin saber leer ni escribir, sin trabajo, con mucha hambre, sin libertad individual para interpretar y analizar sus vidas, sus Sagradas Escrituras para poder realizarse como hombres y mujeres libremente, son utilizados como bombas humanas contra el infiel, a los que han dicho sus jefes, que somos nosotros. Estos jefes, imanes, ayatolás, sí que están consiguiendo con sus soflamas incendiarias que Occidente meta en un saco común a todo el Islam, haciéndoles parecer a todos terroristas.
A estos adoctrinadores de terroristas, les interesa ser provocados, para hacer desaparecer ante el resto del mundo las miserias de sus pueblos.
Nunca ha estado más claramente la pelota en el tejado de los países islámicos y en sus gentes, pues si Occidente ha tenido parte de culpa en la génesis de este proceso por ahora irreversible, el Oriente islámico ha de salir de su época de oscurantismo, medievalismo y radicalización teocrática (religiosa) propia de hace 500 años y eso lo van a tener que hacer los propios pueblos arriesgando sus vidas frente a sus gobiernos terroristas.
Les hace falta una auténtica revolución cultural. Y llegados al culmen, al paroxismo, de lo que hemos llamado nosotros “libertad de expresión”, nos encontramos en Europa, a cuatro “cultos”, que provocaron al Islam con dibujos incendiarios sobre Mahoma. Esto es arrimar una cerilla al polvorín que tenemos montado en todos estos países árabes, consiguiendo no sé cuántas muertes de inocentes.
Los países occidentales democráticos tienen que ayudar a los países árabes a que salgan de su ostracismo por ellos mismos y logren evolucionar cultural y humanamente. Si no, el Islam integrista, acabará con Occidente.