Lc 16,1-13 (Previamente, leer este pasaje de Lucas, para situarse)
Debemos tener en cuenta que a las primeras comunidades cristianas, solo pertenecieron los pobres. A principios del s. II, se empezaron a incorporar personas importantes de la sociedad. Pero Jesús hablaba para que le entendiera la gente sencilla.
La riqueza injusta se descalifica por sí misma. En el relato se trata de la riqueza que, aunque sea “justa”, puede convertirse en un dios.
Debemos evitar toda demagogia, y no podemos ignorar el mensaje evangélico. En este tema, ni siquiera la teoría está muy clara. Hoy menos que nunca, podemos responder con recetas, a las exigencias del Evangelio. Cada uno tiene que encontrar la manera de vivir, no para su “falso yo”, sino para su verdadero ser.
Si somos sinceros, veremos que en nuestra vida, confiamos demasiado en las cosas externas y poco en lo que realmente somos. Con frecuencia, servimos al dinero y no estamos para lo que Dios quiere de nosotros.
Así se explica el sentido de la parábola de Lucas, que nos invita a no ser injustos.
Hoy la realidad, está en la manera que todos los que nos llamamos cristianos, tenemos de tratar los asuntos mundanos y los asuntos espirituales… “No podéis servir a Dios y al dinero”.
Mammón era un dios cananeo, el dios dinero. No se trata, pues, de la oposición entre Dios y un objeto material, sino de la incompatibilidad entre dos dioses.
Servir al dinero significaría que toda mi existencia estaría orientada a los bienes materiales. Sería tener como objetivo buscar por encima de todo, el placer sensorial y las seguridades que proporcionan las riquezas. Significaría que hemos puesto en el centro de nuestra vida, el falso yo y buscar la potenciación y seguridades de ese yo egoísta.
Si algo dejó claro Jesús, fue que Dios, no quiere siervos, sino personas libres.
No se trata de doblegarse con sumisión, a lo que mande desde fuera un señor poderoso, sino que se trata de ser fiel al Creador, respondiendo a las exigencias de nuestro auténtico ser.
Servir a un dios externo, que puede premiarme o castigarme, es idolatría y, en el fondo, miedo y egoísmo. Hoy podemos decir que no debemos servir a ningún “dios”.
Al verdadero Dios solo se le puede servir, sirviendo al hombre. Aquí está la originalidad del mensaje de Jesús.
Es curioso que ni siquiera cuestionemos que lo que es legal, puede que no sea justo.
Muchas veces, el dinero es injusto, no solo por la manera de conseguirlo, también por la manera de gastarlo.
Las leyes que rigen la economía, están hechas por los ricos para defender sus intereses, y no pueden ser consideradas justas. Porque… ¿qué pasa con aquellos que están excluidos de los beneficios del progreso?.
Unas leyes económicas, que potencian la acumulación de las riquezas, por parte de unos pocos, mientras grandes sectores de la población viven en la miseria, no podemos considerarlas justas.
Lo que nos dice el Evangelio es una cosa obvia. Nuestra vida no puede tener dos fines últimos, solo podemos tener un “fin último”: La plenitud, que para el ser humano solo puede estar en lo trascendente, en lo divino que hay en él, no en lo biológico.
Utilizamos con sabiduría el dinero, cuando compartimos con el que pasa necesidad.
Lo empleamos pero en contra nuestra, cuando acumulamos riquezas a costa de los demás. Nunca podremos actuar como dueños absolutos de lo que poseemos. Somos simples administradores. Hace poco tiempo oí decir: “Lo único que se conserva es lo que se da. Lo que se guarda, se pierde”.
Si de verdad quieres ser rico, no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tus necesidades. Con demasiada frecuencia compramos el dinero demasiado caro. Esto quiere decir que no seguimos el consejo del Evangelio que nos invita a ser inteligentes. Descubre que lo que forma parte de ti, tu auténtico ser, es tu mayor riqueza.
Lo que tenemos, debemos subordinarlo siempre a lo que somos. Somos plenitud, somos totalidad. De lo esencial no nos falta nada. Si echamos algo en falta podemos estar seguros de que pertenece a lo accidental.
Bebemos los vientos buscando lo que nos falta y no somos capaces de disfrutar lo que ya tenemos. No necesito más de lo que tengo, sino menos. La invitación del Evangelio es vivir con menos necesidades materiales, buscando crecer en el orden espiritual.
Juan Parrilla Canales Linares
Fuente: Fray Marcos Gutierrez. Dominico. Religión Digital. Fe Adulta