Foto: Manuel Puentes Rojas (Licencia Creative Commons)
Entre la infinidad de pequeños relatos y/o cuentos que tiene Jorge Bucay, está éste, titulado el “Círculo del 99”. Es tremendo este cuento, acerca de la codicia humana, en la que la mayoría de todos nosotros pudiera sentirse retratado y … Sálvese quien pueda. Que todavía queda gente con la cabeza muy bien amueblada…pero estos son los que los demás llaman “raros”.
El cuento muy resumido dice así:
En un país, su rey, siempre estaba triste y amargado, tenía muy mal genio a pesar de que había en palacio, una corte inmensa de aduladores.
Le servía un paje, que siempre estaba contento y eso al rey le molestaba y cuestionaba.
Este paje, vivía con su mujer y sus hijos en una pobre casita, que el rey había dispuesto para ellos años ha, retirada del palacio. Cobraba unas pocas monedas por su servicio, pero aún así, al hombre se le notaba feliz, pues sólo necesitaba una pobre ropa y comida sobrante de los cortesanos para vivir. No tenía nada más. Pero su felicidad era permanente.
El monarca no entendía, cómo siendo un pobretón, su paje era tan feliz y estaba siempre tan contento, tan atento y servicial, hacia su mayestática persona. No, no lo entendía.
Una noche llamó al sabio de su corte y le preguntó desesperado, sobre los motivos de la felicidad del paje. Y el sabio le respondió:
“Majestad, es que él no ha entrado en el “Círculo del 99”, no ha tenido esa desgracia”.
“Sabio, dijo el rey, explícame que es lo del círculo ese”.
El sabio le contesta: “Majestad, en lugar de explicároslo, mejor que vengáis conmigo a su casa sin ser vistos esta misma noche, y preparad una bolsa de cuero con 99 monedas de oro y así lo comprobaréis con vuestros propios ojos mañana mismo”. Y se pusieron manos a la obra.
Llegaron a la puerta de la casucha del paje y muy en silencio, ya avanzada la noche, colgaron la bolsa del oro en el pomo de su puerta. El paje y su familia estaban ya acostados y no oyeron nada fuera de su casa. A la mañana siguiente, al abrir el paje la puerta, se encontró con una llamativa bolsa de cuero, con un peso, que le hizo preguntarse qué sería aquello. La sacudió y le parecieron monedas de oro, muchísimas monedas de oro. Inmediatamente entró y sobre la mesa en que comían, tiró todo al suelo y vació la bolsa, que además de las monedas llevaba una escueta nota que decía: “Esto es para tí”.
Él no daba crédito a lo que había encima de su mesa, preguntándose qué era eso y por qué le habían dejado tal cantidad de monedas de oro, en el pomo de la puerta. Y sobre todo ¿Quién?.
Comenzó a hacer montones de diez, uno de diez, otro de diez. Y él iba contando… 10, 20, 30, 40, 90… así hasta llegar al último montón… y sorpresa, ¡sólo había 9 monedas!
Velozmente, empezó a recontar las monedas y en total, solamente había 99.
¡¡¡Me han robado, me han robado!!!
Entró en una fase de locura extrema, mirando debajo de la mesa, de todos los muebles de la habitación… y ¡nada!. Sintió una desesperación absoluta. ¡¡¡Me han robado!!!
Cuando se presentó en palacio para llevar el desayuno al rey, como todas las mañanas, sólo dio a su majestad unos escuetos y fríos ¡Buenos días!, dichos con mal genio. Ya no le preguntó como siempre hacía, si había dormido bien, cómo se encontraba, si le agradaba el desayuno…
El paje, pensaba y repensaba casi de manera enfermiza, cómo lograr esa moneda de oro que le faltaba para tener 100. Porque esa cantidad sí que era un número perfecto y no 99.
Pensaba que si en su casa, comían la mitad, vendían los zapatos de su familia, excepto los de uso diario y su esposa se ponía a trabajar en la ciudad, quizá en varios años tendría para comprar la moneda que le faltaba, para llegar al mágico nº de 100. Entonces sí que sería feliz y todo estaría a su gusto.
Pasaron unos días, y seguía el paje con la misma actitud y casi desprecio a su majestad. El rey le dijo: Paje, te ha cambiado el humor, la deferencia y el respeto hacia mí. Explícame que te ocurre. Y él contestaba secamente: ¡Nada majestad!
Si no me lo cuentas (dijo el rey) te mandaré azotar. Pero no lo hizo, lo despidió de la corte y le quitó la casa. Ya no tenía donde ir con su familia, y él seguía obsesionado con el nº 100.
Su majestad, llamó al sabio y le dijo: “Ya he comprendido lo del “Circulo del 99”
Creo que casi todos lo hemos comprendido.
Que sean moderadamente felices, a pesar de tener sólo 99 monedas.