Hace poco comentaba en estas páginas la disminución de empleos en algunos casos. Los reiterados despidos por la gran concentración bancaria y la sustitución de personas por cajeros, cada año los empleos disminuyen a miles. Si nos fijamos, veremos que ese sector está lejos de ser el único, aunque parece de más actualidad. Pero hay más que vienen aflorando desde hace decenas de años.

El sector agrario puede ser casi más importante, llegado al caso. Las estadísticas nos dicen que sesenta o setenta años atrás la agricultura y ganadería daban empleo a casi el cuarenta por ciento del total de la población laboral de España. Hoy el sector ocupa a menos del tercio del personal de entonces. A la aparición del tractor seguiría las cosechadora, empacadoras, sembradoras mecánicas y otras, para hablar sólo de máquinas. Hay otros elementos aportados por la tecnología que, como herbicidas y demás sustancias, así como la búsqueda de nuevas variedades de frutos, han cambiado en gran medida los modos de cultivo. Si nos fijamos en la ganadería podemos decir otro tanto con ordeñadoras, dosificadoras de pienso, clasificadoras o limpiadoras del fruto son elementos que disminuyen la mano de obra que era tradicional. Podríamos seguir viendo casos desde la producción industrial, en los servicios o en las tareas del hogar, que al facilitar la vida a las personas, también disminuyen el empleo. Ello mueve a pensar en un futuro distinto al de ahora, que habrá que ir entendiendo para no tener que improvisar cuando sea una realidad inaplazable y evitarnos desagradables agobios.

Lo peor puede ser que el cambio de los hábitos de la persona con relación al trabajo, al sustento y a otros aspectos de la convivencia, haya más novedades imprevistas para el futuro. Hablo de pandemias porque es algo que no acabamos de olvidar y la que nos ha obligado a plantearnos una nueva normalidad. Dejemos al margen las dificultades sanitarias y asistenciales de ahora y démoslas por superadas. Lo que yo creo más preocupante si cabe, es el origen de esta pandemia y de otras calamidades que, como el cambio climático con el calentamiento creciente, heladas repentinas o huracanes catastróficos puedan seguir. Estábamos en una normalidad en la que creíamos que con el conocimiento actual todo lo podríamos superar. De pronto llega un virus que asusta al personal de todo del planeta. Si pensamos un poco, nos preguntamos si después del número 19 no vendrán más y cuándo. Dándole más al coco, tendremos que averiguar de dónde ha surgido y qué podríamos hacer para que la película no se repita. Después de leer y pensar sobre el asunto, yo creo que el origen está en la disminución de la biodiversidad. Esto es, que los seres vivos los siguen siendo en tanto en que se organizan en cadena de vida. Es decir, que una especie de seres vive gracias a otra y ésta de otra y así hasta lograr cierto equilibrio. Cuando en esa cadena falta alguna especie, puede ocurrir (como ahora) que haya una dispersión de la especie que pierde su vivir y por sí, o ayudando a otro, surja una especie patógena o causante de enfermedad. Dándole al coco, paso de la diversidad a la capa de CO2, de ahí al cambio climático. Al final acabo en mi cenizo ecológico. Lo que me lleva a ser optimista al pensar que la tecnología nos puede extender la limpieza de la energía solar a otros modos de nuestra vida. Pero, son tantos modos a limpiar, y tan diferente el pensar del personal, que queda poco margen para el optimismo.
Pese a ello, sigo dándole vueltas al coco, ahora en el terreno de la utopía o del delirio, para buscar paridas. Manteniendo la tecnología menos contaminante, pensaremos en repartir el trabajo y el dinero, favoreciendo el ocio creativo para el tiempo cesante. Cuando el ocio y el trabajo llegan a aproximarse, será más fácil destinar a cada persona a la tarea para la sea más cualificado y vocacional. Está claro que los servicios serán públicos con rigurosa gestión. La cuestión del consumo deberá ser sin los excesos actuales y pasar del “tener” y el despilfarro del presente al “reducir y reutilizar”. El “reciclar” pedido a la ciudadanía es claramente insuficiente y –por ello- engañoso. De seguir asi, continuaremos esquilando la naturaleza y cerrando la puerta a una vida en paz con ella. Ya resulta obligado atender lo que Fernando Racionero en “Del Paro al Ocio” de asociar el trabajo al entretenimiento. Si se produce sólo lo que realmente se necesita para vivir, el empleo irá a menos. El problema del paro y la supervivencia de la humanidad se puede resolver repartiendo con inteligencia solidaria el trabajo y el fruto del mismo.