Continuando con lo expuesto en la primera parte de este comentario que hacemos sobre San Pablo, dentro del estudio del Jesús histórico, analizaremos el por qué del triunfo de la teología pablista sobre el resto de corrientes judeocristianas mayoritarias existentes tras la muerte de Jesús, a saber, la corriente de San Pedro, la gnóstica y la de San Pablo. En la anterior entrega vimos como Pablo de Tarso plantea una situación propicia para favorecer la facción judía creyente en la llegada del mesías y que él encabeza.

Nos situamos a finales del siglo I d. Ec. Tres de los pilares fundamentales del judeocristianismo ya han muerto: Santiago, Pedro y Pablo; pero la parusía, es decir, el advenimiento glorioso de Jesús al final de los tiempos y el juicio final no han llegado, como esperaban que ocurriera tanto el mismo Jesús como Pablo. Al tiempo, los primeros cristianos sufren la persecución de Nerón en Roma. Los discípulos de Pablo se encuentran en una situación un tanto difícil de solventar y han de hacerlo con prontitud. ¿Pero, cómo consolidar las predicaciones del de Tarso?

Para empezar, los pablistas tienen la feliz idea de recopilar los escritos de Pablo, de seguir escribiendo acerca de Jesús y de sus Apóstoles a partir de aquéllos (Evangelios, Hechos de los Apóstoles), de escribir cartas falsas adjudicadas a Pablo y a otros Apóstoles y de recopilar todos estos escritos en un formato más o menos unitario. Ninguna otra corriente judeocristiana tuvo la ocurrencia de aglutinar un cuerpo literario tan completo, con lo cual, es la línea de San Pablo la que se afianzará en años y siglos posteriores. Es cierto que algunos apócrifos aparecen tiempo (incluso siglos) después, pero no consiguen participar del canon de libros que han de formar el Nuevo Testamento, compendio tácito que se va estableciendo poco a poco, hasta llegar a uno más o menos oficial, allá por el siglo IV, incluso más tarde. De cualquier manera, las cartas de Pablo y las pseudopaulinas serán esenciales en la formación de dicho canon.

Lejos de lo que algunos autores afirman acerca de la existencia de una «Gran Iglesia» de corte petrino, es decir seguidora de la teología de San Pedro, como el propio Senén Vidal afirma, cada vez son más los estudiosos del Jesús histórico que parecen coincidir, como destaca el profesor Piñero, en la idea de que en esas fechas, finales del siglo I d. Ec., aún no existe una cristiandad unificada y, además, será la teología de San Pablo y sus seguidores la que acabará triunfando, como ya se ha dicho y no la de San Pedro.

Además, los seguidores de Pablo tendrán también el acierto de establecer una serie de figuras jerarquizadas que serán las encargadas de hablar en nombre del Espíritu Santo, por herencia directa de Jesús y de sus Apóstoles, los obispos y sus representantes, los presbíteros. Las Escrituras no podrán ser interpretadas si no es por ellos, habrá un control teológico de las mismas. Con esto, el incipiente cristianismo pasará del ámbito privado al público y establecerá, entre otras cosas, una tradición que perdurará hasta nuestros días en muchas iglesias cristianas, como son la católica y la ortodoxa, por ejemplo, y que no es otra que el relegar a la mujer a un segundo plano de sumisión jerárquica. Desde ese momento, el control intelectual de la tradición queda en manos del varón. La reminiscencia es tal desde la época de Pablo (Corintios 11) que, pongamos por ejemplo, la mujer aún hoy debe cubrir su cabeza en las Iglesias Ortodoxas al entrar en el recinto sagrado.

Es el momento también en el que los obispos (Hch 20.28) dejan de ser nombrados por la correspondiente Comunidad religiosa y pasan a ser designados por otros obispos gracias a la inspiración del Espíritu Santo. No se cuestionarán tales nombramientos porque, de hacerlo, uno podía caer en desgracia.

¿Qué pasa con la economía de las primeras comunidades cristianas? Ya no será necesario un gasto enorme para fastos en honor de las divinidades grecorromanas, como venía siendo costumbre para congratularse con aquéllas. A cambio, se organizará un fondo económico para paliar a los más desprotegidos (huérfanos, viudas, enfermos, etc.) El buen uso del dinero parece garantizado, así que los conversos serán cada vez más numerosos. El cristianismo primitivo ofrece, además, una serie de ventajas sociales ciertamente innovadoras:

Se modifica la edad de desposorio de la mujer que venía siendo en tierras paganas alrededor de los doce años. Ahora se alarga incluso hasta los dieciséis o diecisiete años. En algunos casos, incluso la mujer puede elegir al esposo. Se permiten los matrimonios mixtos, para atraer más adeptos. Se protege a la infancia, sobre todo a las niñas, pues era frecuente que las familias sin recursos abandonaran a su suerte a las pequeñas. Se prohíbe el aborto. Se mejora la calidad de vida de los enfermos al recibir cuidados por parte de la comunidad y gracias aciertos rituales cristianos que ayudan a una mejor higiene.

No obstante, como apunta el profesor Piñero, casi todas las bondades que trajo el cristianismo naciente, por desgracia, se perderán cuando la religión deja de ser perseguida (Edicto de Milán del emperador Constantino, año 313 d. EC.) y, sobre manera, cuando se hace religión oficial del imperio (Edicto de Tesalónica por el emperador Teodosio, en el año 380 d. Ec.)

Al analizar el éxito del cristianismo paulino, deberíamos hacer algunos apuntes sobre el Santo y su obra. La teología de Pablo, recogida básicamente en sus siete cartas datadas (Primera Epístola a los Tesalonicenses, Epístola a los Romanos, Primera y Segunda Epístola a los Corintios, Epístola a los Gálatas, Epístola a los Filipenses y Epístola a Filemón) será recogida y modificada por sus seguidores, entre ellos los evangelistas, pero lo harán al modo de la época, no refutando los argumentos del Santo, si no reescribiendo la historia y la teología, sin más.

Quizá sea que, por ello, encontramos fragmentos poco coincidentes sobre acontecimientos similares en los cuatro evangelios, o incluso ausentes en alguno de ellos. Pongamos ejemplos: Mt 10,34-36 versus Jn 14,27, Lc 10,4 versus Lc 22,35-38, Mc 16:5-6, Lc 24,4-5 y 24,23 y Mt 28,2 versus Jn 20,2. ¿Deseaba Herodes matar a Juan el Bautista?: Mt 14,5 versus Mc 6,20. ¿Oró Jesús a Dios Padre para prevenir la crucifixión? Mc 14,36, Mt 26,39, Mt 28,7, Lc 24,5 y Lc 22,42 versus Jn 12,27. ¿Cuándo fue crucificado Jesús, la mañana antes de la comida de Pascua o la mañana después de ella? Mc 14,12-17 versus Jn 13,1, Jn 13,29-30, Jn 19,14.

En el Evangelio de Marcos, Jesús muere agonizante, sin saber porqué debe morir y preguntándole a Dios por qué lo ha abandonado. Por el contrario, en el de Lucas, Jesús reza antes de morir implorando el perdón de Dios hacia sus asesinos. Ambas historias, afirma el erudito Burt Ehrman, ofrecen diferentes versiones, que la gente ha tendido a fusionar en una sola versión con el paso del tiempo. Este estudioso señala que los autores del Nuevo Testamento tenían perspectivas diversas sobre quién era Jesús y también sobre el tema de la salvación: El Nuevo Testamento contiene libros escritos en nombre de los apóstoles por autores cristianos que, en realidad, vivieron décadas después de aquéllos.

Pero, las contradicciones también aparecen entre Hechos de los Apóstoles y los Evangelios. Por ejemplo: ¿Qué hizo Judas con las monedas de plata que recibió por traicionar a Jesús? (Hch 1,18 versus Mt 27,5) ¿Cómo murió el delator? (Mt 27,5 versus Hch 1,18. Hch 9,26-30 versus Gál 1,18-20)

Y un largo etc. de ejemplos.

Concluimos este somero y divulgativo estudio de Pablo de Tarso con una frase del autor Senén Vidal que nos puede dar una idea de los añadidos que fueron sufriendo los postulados de Pablo tras su muerte: «…es claro que el libro de los Hechos se distancia e incluso contradice expresamente, en bastantes ocasiones, los datos de las cartas auténticas de Pablo. En algunos casos, eso parece deberse a la introducción de motivos típicos de la leyenda popular. Pero en otros casos se debe a intereses especiales de la obra y que, a mi entender, cuadran con su típica tendencia apologética»

PARA SABER MÁS:

– Senén Vidal (2007) Pablo: de Tarso a Roma. Ed. Sal Terrae.

– Antonio Piñero (2015) Guía para entender a Pablo de Tarso. Ed. Trotta.

– Antonio Piñero (2014) Jesús y las mujeres. Editor digital: Titivillus.

– Antonio Piñero (2019) De Nuevo sobre la gran Iglesia Petrina. Revista FORTVNATAE, nº 30 (PP. 127-142)

– Burt Ehrman (2009) Jesus, Interrupted: Revealing the Hidden Contradictions in the Bible and Why We Don’t Know About Them. Ed. HarperCollins. (En https://www.youtube.com/watch?v=BvKxJc-huEA&ab_channel=BartD.Ehrman)

– Emil Schurer (1979) Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús I. Fuentes y marco histórico. Ed. Cristiandad.