En los capítulos anteriores, quedó demostrada la existencia de Jesús como personaje histórico, se esbozaron conocimientos básicos sobre el personaje y sus fuentes, también se resumieron los conocimientos que, a través del método histórico crítico, hay de él y se analizaron los criterios de dicho método aplicado al estudio de Jesús. En el presente capítulo vamos a tratar algunas curiosidades referentes al Nuevo Testamento (NT) en general y a los Evangelios en particular, que no son conocidas por el gran público.

Comenzaremos diciendo que no hay constancia de escrito alguno de Jesús, lo que de él sabemos es por escritos de otros.

El NT está íntegramente escrito en griego, por lo que forma parte indudable de la historia de la literatura griega antigua. Ningún documento de este corpus fue escrito en arameo y luego traducido al griego. A pesar de ello, se considera la joya de la literatura judía del siglo I, aunque los judíos han tardado en reconocerlo. Hoy valoran, sobre todo, las parábolas de Jesús, aunque hayan sido retocadas por los transmisores posteriores de las mismas.

El N T es la única fuente, salvo 1 Clemente y la Didaché (regla u ordenanza religiosa utilizada por algunas comunidades judeocristianas unas pocas décadas después de la muerte de Jesús, encontrada y dada a la luz a finales del siglo XIX) para conocer el origen y el primer desarrollo de la religión cristiana. Además, el NT es una de las fuentes transmitidas por la Antigüedad, entre otras, para conocer la vida del siglo I en el Mediterráneo oriental y su panorama religioso y social.

El NT es un conjunto de libros muy dispares en el que, contrariamente al orden establecido por el canon eclesiástico, los Evangelios no son los primeros libros. El orden canónico en el que está editado el NT en la Biblia católica no es el orden en el que se escribieron los libros. Los primeros fueron las cartas de Pablo de su autoría, que no son todas las atribuidas, pues sólo están documentadas como suyas unas siete, las otras son denominadas pseudopaulinas, escritas posiblemente por seguidores de San Pablo. Es cierto que todas ellas, a igual que el NT, contienen una filosofía netamente paulina.

Los autores del NT –salvo ese grupo de siete cartas de Pablo– son desconocidos y muchos entre ellos no conocieron a su vez las obras de los otros. Los Evangelios, por ejemplo, no fueron escritos por los firmantes que nos han enseñado, que suelen coincidir con el nombre de algunos apóstoles de Jesús. El más antiguo es el de San Marcos, escrito al rededor del 70 d. EC., San Lucas y San Mateo escribieron después los suyos (años 80 a 90 aproximadamente) basándose en aquél y en la llamada Fuente Q (dichos y relatos de Jesús que no se conservan escritos pero que constan como auténticos) A finales del siglo I escribe el llamado San Juan su Evangelio. No parece que este Juan tenga mucho que ver con el firmante del Apocalipsis, último libro del NT. Quiere decir que ninguno de los libros del NT fue escrito en vida de Jesús.

La llamada Fuente Q (escrita alrededor del 50 d. EC.) se deduce de los evangelios de Mateo y Lucas y corresponde a aquellas partes en las que ambos coinciden temáticamente, e incluso estilísticamente, y que no son relatadas en el evangelio de Marcos.

El Evangelio de Juan proyecta una imagen de Jesús diferente a la de los otros tres, llamados Sinópticos, ya que no pretende ser testigo presencial de Jesús ni recopilador de su tradición, si no que reelabora los temas recibidos de los otros Evangelios. Es el resultado, tras varias décadas, de distintos autores que concluyen en el evangelio final de Juan como texto alternativo, aunque tiene su origen en Marcos y es de corte paulino también.

Los Hechos de los Apóstoles, otro libro que forma parte de la composición del NT, contiene internamente enormes contradicciones sobre un mismo tema, por ejemplo en los viajes de Pablo tras su iluminación por parte de Dios para qué predicara que Jesús era el Masías, incluso la propia manera en la que recibe el mensaje divino tiene tres desarrollos diferentes de contarse. Y, a su vez, mantiene contradicciones con pasajes de algunas cartas del NT tambiém.

El NT es un libro de propaganda de una fe, y presenta las cosas de modo que surja una interpretación de esas cosas y no otra. Esto ocurre sobre todo con los Evangelios, pero también con el resto de los escritos que lo componen. Contiene mitos religiosos, pues la mayor parte de los “hechos” sobrenaturales que se cuentan son sólo posibles por medio de afirmaciones simbólico-míticas.

Pero, a la vez, es un libro de historia que ofrece muchos datos, situaciones, personajes, opiniones y hechos confirmados por otras fuentes históricas no judías de la época. Los Evangelios, contienen una enorme carga interpretativa acerca de su personaje central –sin duda alguna, sesgada- y pretenden ser fundamentalmente la presentación de los rasgos históricos de la vida de este personaje.

La formación del NT fue una obra de cuidadosa selección y un acto de política eclesiástica. El canon definitivo de los 27 libros que lo componen sufrió muchos vaivenes en los primeros siglos del cristianismo, hasta su establecimiento definitivo, entre los siglos IV y V d. EC. (posiblemente en el Concilio de Roma, año 382 y no en el de Nicea, en 325, como algunos historiadores plantean). Parece ser que fue una decisión política aceptar algunos libros y desechar otros puesto que había gran número de ellos ya en circulación, incluidos los llamados apócrifos.

Los Libros apócrifos del NT (encontrados en 1945 en el Alto Egipto), muchos de ellos conocidos como los manuscritos de Nag Hammadi, son una colección de textos, la mayor parte pertenecientes al cristianismo gnóstico primitivo que fueron escritos entre los siglos III y IV d. EC. (Evangelio de Tomás, Ápócrifo de Santiago, Primer y Segundo Apocalipsis de Santiago, Apocalipsis copto de Pablo, Evangelio apócrifo de Juan, Apocalipsis de Adán, etc.) Su valor histórico es relativo, aunque igual que de los oficiales, también podemos entresacar datos fidedignos con un buen método de estudio y hacer comparaciones de exégesis bíblica.

El N T, considerado como un libro de historia, debe estar sujeto a los métodos de investigación histórica probado por siglos en otros autores de la antigüedad; debe someterse a la ciencia histórico crítica, método que vimos en el anterior capítulo. (Por ejemplo, en general, lo expertos coinciden en que entre un 18 y un 20 % de lo contenido en los Evangelios es histórico, el resto no)

Es importante conocer que desde el principio no hubo una única iglesia cristiana; poco a poco, la paulina fue la dominante, herederas hoy casi todas las iglesias actuales de esa línea. Tras la muerte de Jesús, muchos fueron los seguidores de sus enseñanzas que, durante los primeros siglos, desarrollaron diversas formas de entender su mensaje, agrupándose en distintas escuelas con modos diferentes de interpretar y practicar el judaísmo, como el caso de Pablo, y el cristianismo posterior. Son los denominados cristianismo primitivos y que el catedrático emérito, Don Antonio Piñero, denomina “cristianismos derrotados” y el erudito Bart D Ehrman, “cristianismos perdidos”. El N T es el fundamento de un cristianismo, el vencedor en una dura pugna que se produjo ante todo en la primera mitad del siglo II, el de corte paulno, como ya se ha dicho.

Así, la mayoría de dogmas y cuestiones teológicas del cristianismo primitivo, no fueron propuestas por Jesús, que era judío ortodoxo, si no por San Pablo, y no todas, que nunca abandonó el judaísmo (pues creía que el Mesías había llegado y así lo predicó dentro de la religión judía con un toque personal, eso sí, asunto del que hablaremos en siguientes artículos) y, sobre todo, por sus seguidores ya judeocristianos y, sobre todo, por los llamados Padres de la Iglesia, como en el siglo I d. EC. lo fueron Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía, Papías de Hierápolis, Policarpo de Esmirna y otros desconocidos que redactaron la Didaché mencionada anteriormente

Muchos sucesos del N T se escribieron para hacerlos coincidir con profecías, predicciones, o situaciones de símil, ya anunciadas o aparecidas en el Antiguo Testamento, para así dar más consistencia a lo relatado. (Por ejemplo la descendencia de Jesús del rey David, o que naciera de una virgen, etc.)

Hay que apuntar también que Pablo de Tarso, a igual que Jesús creía en la inminente llegada del reino de Dios a la tierra de Israel. Pero este personaje merece un capítulo aparte, como ya hemos dicho.

Es digno de mencionar, ahora que está tan de moda hacer historia-fición con la figura de Jesús, que cualquier relato que ponga a Jesús antes o después de su muerte en la India o en Europa (o en América), es pura ficción; no hay ninguna evidencia escrita, filológica, ni arqueológica que lo pueda justificar. De igual manera, su presunta paternidad con la consiguiente línea sucesoria en Francia, es producto de la imaginación de algún avezado literato. Las novelas sobre estos temas, como el Código Da Vinci, son lecturas muy entretenidas, pero que carecen de rigor histórico y científico.

En el próximo capítulo analizaremos algunas escenas claves que forman parte de la tradición cristiana y las someteremos al rigor del método histórico crítico.

PARA SABER MÁS:

– Antonio Piñero – Las Otras Vidas De Jesús – Evangelios Apócrifos (Historia National Geographic)

– Antonio Piñero (2021) Los libros del Nuevo Testamento. Editorial Trotta.

– Antonio Piñero (2007) Los cristianismos derrotados. Edaf.

– Ayán Calvo (2000) Padres apostólicos. Biblioteca de Patrística. Ed. Ciudad Nueva.

– Bart D. Ehrman. Principales apócrifos cristianos discutidos, fechas y contenidos.

-Bart D Ehrman (2004) Cristianismos perdidos. Los credos proscritos del Nuevo Testamento. Edit. Ares y Mares.

– E. P. Sanders (2004) Jesús y el judaismo. Ed. Trotta.

– Ernst Walder Gassman (2017) Una introducción a la crítica textual del Nuevo Testamento. Ediciones Puma.

– J. M Melero Martínez (2010) Las fuentes cristianas sobre Jesús. ENSAYOS, Revista de la Facultad de Educación de Albacete, Nº 25 (Enlace web: http://www.uclm.es/ab/educacion/ensayos