Inicié esta serie de reflexiones sobre la democracia y sus recurrentes limitaciones. Tanto las discrepancias habituales como los criterios que informan los distintos aspectos de la propia convivencia respetuosa y solidaria. En ese sentido, casi desde el principio, entendí que la democracia, pese a lo que alguien llega a pensar, no es un algo terminado, sino más bien un permanente aspiración. En las entregas que han seguido he abordado aspectos en los que han ido apareciendo con una visión más compleja de la que se podría considerar en principio. A todo ello, durante la pandemia, se han unido dos noticias procedentes de Suecia. Una se refería a Olof Palme, vuelto a la actualidad. en este tiempo de confinamiento. La otra fue la publicación de un informe que aborda la desigual consideración de la democracia en distintos países y continentes. Especial atención añadía el país de origen del documento, la Suecia del político citado. Así que acojo aquí el informe elaborado por el Instituto de la Universidad de Gotemburgo de Suecia sobre la salud de la democracia a lo largo de los últimos años. Reflejo aquí los datos y criterios que pueden dar más sentido a lo que me he propuesto sobre asunto tan versátil.

Las observaciones del mencionado informe son de ámbito mundial y se extienden más allá de la realidad de la libertad de elecciones, así como las demás libertades y posibilidades que aseguren una supervivencia que mire a los DDHH. Se inicia con la exposición del mapa mundial observado, que permita esa realidad por el conjunto de países, así como los aspectos generales que se repiten o distinguen en conjunto con el paso de los años. El dato más destacable es que la autocracia ha aumentado de manera preocupante. Ello lleva a proponer mayor democratización a la indicada en ejercicios anteriores. El retroceso ha impactado en el aspecto social, con una corrupción creciente. Ello trae de la mano hambrunas, mortandad y los procesos migratorios y el incremento de corrupción que es el oscuro fondo de la pobreza. Los datos concretos son que en los últimos 10 años el 48% de las personas que vivían en países menos democráticos ha subido al 88%. En la libertad de expresión reconocida como tal en parámetros del 32 % ha descendido en los tres últimos años al 19 %. Los lugares más destacables los encontramos en Asía del Pacífico, Asia Central, África y América Latina. Sin embargo, podemos encontrarnos con que la India, la mayor “democracia mundial” con 1.400 millones de habitantes, es en realidad una autocracia electoral con la disminución de la libertad de expresión y el crecimiento de la represión civil. En la misma Europa, o a sus puertas, encontramos a Turquía, una democracia con una evolución parecida a la de India. Dentro de la UE Polonia y Hungría vienen decreciendo las libertades cívicas. En América cabría señalar la realidad de Brasil con una evolución populista con lamentables indicadores. La inestabilidad tradicional en Centro América, con muertes frecuentes, así como en México, Colombia y denuncias contra Venezuela o Cuba, aquí por su partido único o ¿por su envidiable avance social?. En el mismo informe, también aparece EEUU donde la realidad es ya inocultable. Aparte de la escasa facilidad para el voto a distintos colectivos más desposeídos, los índices de muertes y enfrentamientos de origen racial son de los más altos. En el caso de la libertad de expresión, índice que viene dándose en muchos países supuestamente avanzados, hace bajar a dicho país bastantes puestos, entre los democráticos. Ello sin fijarnos de manera especial en el sistema sanitario o en la “paz social” propugnada por Trump.

Sorpresas que da la vida, con relación a lo que decía y sigue diciendo la tele. Cuando la información nos llega de ciertos países acreditados por su pedigrí democrático, aparecen datos que en el día a día se nos esconden. Decía al principio que me merecía respeto el origen nórdico del informe aquí desplegado. Y es que hay datos sobrantes que lo acreditan. De los varios ejemplos dignos de encomio, vuelvo a referir a Olof Palme. El presidente, o primer ministro de Suecia, cayó abatido (1986) por disparos, en principio, achacados a una persona si muchas luces, y que luego ha sido exculpado sin más. Durante la confusión de la pandemia mundial (2.020), se ha informado que no se sabe la autoría del magnicidio. Como era de esperar en ese momento, hubo un clamoroso silencio. Había que acallar el testimonio humanista del socialdemócrata sueco en contra de los poderes mundiales. En la política interior laboró por disminuir las competencias de la monarquía sueca. El estado del bienestar, ya destacable en el norte europeo, Palme propició un solidario crecimiento. En cuanto al máximo acercamiento a la democracia económica, venía con su propuesta de la entrada de la representación del trabajo en los consejos de administración de las empresas. Podría decirse que la democracia se acercaba al ideal, pues la democracia era ya una traba menor. Pero hay más, y tal vez por eso más peligroso. Resulta que don Olof salía por la calle como si fuera un vecino más. Así que ni él ni la policía sueca sospechaban que tuviera enemigos locales. Claro que este sencillo humanista se había preocupado por la paz en el mundo. No había reparado en que sería un exceso pronunciarse en contra de la guerra de Vietnan. Tampoco pareció estar bien visto que acogiera en su país a disidentes de aquella interminable guerra. Y qué decir de sus conversaciones con Fidel Castro o con el eliminable Salvador Allende. Cabe pensar que, como Suecia era un pequeño país y por muy democrático que fuera, no debiera haber importunado a uno más poderoso. Está claro que los beneficiarios de su posible desaparición estuvieran más allá de los conservadores suecos. Las proclamas por la paz no serían muy del agrado de quienes promovían sublevaciones y guerras calientes, durante la guerra fría por Asia y América del Sur.

Por mi parte, tal vez porque soy un soñador o un loco, sigo recordando a ese humanista que siendo el responsable de gobierno salía a la calle con su hucha por el fin del franquismo, la dictadura residual, tras la guerra europea. Estaba por allí cuando en el horizonte se dibujaba el escenario para González y Blair, o sea el retroceso de la socialdemocracia. Para Palme el pacto de no intervención de las democracias europeas en la guerra de España (1.936-1.939) era un recuerdo. En ningún momento se acomodó a la posterior guerra fría, que no dejó de ser guerra. Preguntemos qué pasaba por entonces en América del Sur, como con el golpe de Pinochet.

Como consta al inicio, éste es un escrito más sobre la calidad democrática. Aprovecho la ocasión también para ensalzar la figura de Olof Palme como persona y como factótum de uno de los mayores acercamientos a la democracia ideal.