Hoy la sensibilidad me acompaña para escribir este artículo. Es importante decir que significa para mi un deber y a la vez una catarsis.
Y no es un artículo sexista, porque si el infierno que voy a describir, lo vive un hombre, pues adelante, le mando el mismo mensaje, nadie debe subyugarse a nadie, sea del sexo que sea. Somos libres, y nos comprometemos con nuestras parejas desde la libertad, desde nuestra autonomía, autodeterminación y por supuesto con nuestra dignidad.
En este artículo profundizaré en el maltrato a las mujeres, porque en él aporto mi propia experiencia.
Es un tema de actualidad, que ha traído la muerte de muchas mujeres en manos de personas a las que un día amaron profundamente, y que tenían fe que algún día sus parejas cambiarían, reconocerían su valía, su sacrificio, y confiarían en ellas.
A algunos les he oído con terror decir “hay mujeres que se lo buscan”, ¿por qué aguantan?, o el eterno argumento que habiendo muchas denuncias falsas, ahora resulta que todos los presuntos maltratadores son supuestas víctimas de unas leyes demasiado protectoras para las mujeres. Pues si, mujeres que hagan mal uso de las leyes, no sólo en este ámbito sino en cualquiera, debe ser juzgada por la ley y hacerse responsable de sus actos.
Dicho esto, empezar por decir, que solo saben lo que ocurre en el hogar aquellos/as que forman parte de él. Normalmente los maltratadores suelen provenir de hogares violentos, en los que han visto maltratar, y en los que les han maltratado, o simplemente no se han sentido queridos ni valorados. Estas personas pueden padecer trastornos psicológicos y, muchos de ellos, utilizan sustancias, como el alcohol, que ayudan a potenciar su agresividad. Tienen un perfil determinado de inmadurez, dependencia afectiva, inseguridad; son emocionalmente inestables, impacientes e impulsivos. Los maltratadores trasladan habitualmente la agresividad que han acumulado en otros ámbitos hacia sus mujeres. Además, consideran a la mujer como algo de su propiedad. Dentro de su patología, está el arrepentimiento frecuente, y la mujer malinterpreta este arrepentimiento, que sólo es temporal, hasta el próximo golpe.
El abusador tiende a ser una persona aislada, no se relaciona mucho con otros, tiene miedo que descubran el infierno que genera en su hogar; es celoso hasta de su propia sombra, tiene baja autoestima. Esta es una característica que siempre tiene, una autoestima a raíz del suelo, que le ocasiona frustración y la frustración trae violencia. Además, tiene unas expectativas rígidas de su rol sexual como hombre. Este es el típico macho. Y el machismo lo que está tapando, es un complejo de inferioridad, la baja autoestima. Por eso trata de aparentar lo que no es. Generalmente los abusadores que golpean, que hieren, presentan un lado suave. Hay muchos muy educados, incluso grandes oradores, “encantadores de serpientes” capaces de engañar, sólo inicialmente, incluso a policías, abogados, amigos y familia. Luego el tiempo no le permite fingir eternamente.
En muchos casos, la persona no asume la responsabilidad por sus actos porque piensa que los culpables son los demás. En el caso de la esposa maltratada por ejemplo, el hombre violento la responsabiliza a ella por sus propias acciones, “bebo por ti, robo por ti, golpeo por ti, porque eres mala, estás loca y …”
He conocido por mi profesión ha muchos que aparentan tal suavidad, que sólo cuando los hijos/as expresan su dolor, o ves claramente detalles que le descubren dejas de dudar de la veracidad de los hechos. Son sumamente listos, mitómanos, como cualquier persona que sufre una patología tan grave como esta y que intenta salvaguardar su imagen.
Por estas razones, es que la justicia si bien es tuitiva con las mujeres, debe según mi entender endurecer más las penas cuando se violan las órdenes de alejamiento. Además, se debe procurar cada vez más una formación especializada a los profesionales que trabajan en estos ámbitos, que permitan da un amparo real a las víctimas de violencia de género.
Algunos hombres declaran en los procedimientos “ser ellos los maltratados” porque en la desesperación del momento alguna mujer se ha defendido. Pero claro, debía, según su criterio aguantar los golpes sin siquiera abrir la boca ¡Que crueldad!
Pero lo más importante, al menos para mí, es ese vínculo de dependencia emocional, que se basa en la autoestima cero que nos dejan, y que es tan difícil de romper y que nos genera el síndrome de Estocolmo. Ante ello, quiero animar a las mujeres que dicen “no puedo dejarlo, pobre está enfermo”, “¿qué hago sin él?”…hay una vida plena fuera de estas relaciones patológicas, la ilusión vuelve, las ganas de vivir, de relacionarnos con la gente con normalidad, la sonrisa se genera espontánea, los músculos de la cara se relajan, se acabó el miedo, el dolor, la agonía, la ansiedad, la tristeza, esa cárcel emocional que nos mata día a día…
No nos avergoncemos, esto puede pasarle a cualquiera, sólo basta que hablemos, que busquemos ayuda en quienes confiamos. Yo nunca pensé al cariño y el apoyo de tantas personas buenas que tuve para salir adelante, como tampoco era conciente de lo que la gente veía que pasaba en mi vida, mis amigos, mis vecinos, mis compañeros de trabajo, y que deseaban desde su interior que rompiera mis cadenas. Pero tenía miedo y dudas, pensaba que mi vida sin él no era posible, ya que me amenazaba con que me atacaría laboralmente como ha hecho, que me difamaría, que nunca iba a tener paz, pero se equivocó y me ha merecido la pena. Me ha supuesto superar muchos obstáculos, pero la paz y la felicidad que tengo hoy no tiene precio. Soy una madre trabajadora, libre, que puedo saludar a quien quiera, viajar, ampliar mis expectativas profesionales, bailar, reir…
No estamos solas, hay muchas salidas, sólo debemos poner toda la fuerza del mundo para intentarlo.
Enhorabuena!! sigo pensando que eres muy valiente!, mucho.
Un beso
Cuando era joven, solía leer una pintada que siempre me llamaba la atención: «Contra la violación Castración» Creo que el endurecimiento de las penas para un maltratador juzgado y condenado rebajaría la cifra de mujeres asesinadas y daría más tranquilidad a las conciencias sociales, a pesar de que esta postura sea políticamente incorrecta. Hay mucha hipocresía con estos temas, nos rasgamos las vestiduras con el número anual de asesinadas, pero cuando alguien propone condenas ejemplarizantes te dicen que eres un «facha» A ver en que quedamos.
Por cierto, muy buena exposición Caty.
Duro testimonio, a buen seguro no tanto como la realidad en primera persona. Terminemos ya con esta lacra de la violencia machista.