LA GRIPE EN ESPAÑA

El conocimiento del modo en que una epidemia altera la dinámica de una colectividad hace imprescindible estudiar la forma en que la pandemia de gripe de 1918-19 afectó a España y el tipo de reacciones que esta situación provocó entre diferentes sectores de la sociedad.

LA ESPAÑA DE 1918-1919

De 1918-1919 la situación en España se puede calificar como de permanente estado de crisis. Por un lado, el sistema canovista creado en 1875, y entonces aún vigente, no resultaba válido para ese momento histórico. Por otro, las presiones ideológicas y acontecimientos externos e internos, condicionaban la evolución política española. Todo ello se plasmó en la crisis de 1917. En este año se dieron cita una serie de problemas. Al problema militar, determinado por la creación de las Juntas de Defensa y por toda la problemática asociada a la Guerra de Marruecos, se añadieron: la cuestión regionalista —protagonizado fundamentalmente por el caso catalán—; las diferencias religiosas —luchas entre clericales y anticlericales—; el problema social —relacionado sobre todo con la nunca lograda reforma agraria y las condiciones de los obreros industriales—; el ya mencionado problema político provocado por la muerte de Canalejas y la caída de Maura; y, sobre todo, el triunfo de la Revolución Rusa de febrero de 1917 que suscitó reacciones enfrentadas.

La crisis de 1917 se superó, al menos en teoría, pero existía conciencia de que el sistema político se encontraba exhausto. En vez de continuar con el sistema bipartidista, se constituyeron gobiernos de concentración de muy escasa duración. Entre 1918 y 1919 hubo, además de varias crisis parciales, siete gobiernos diferentes.

Si los gobiernos de concentración fueron los que primaron, no quiere eso decir que los partidos perdieran del todo su identidad. La Primera Guerra Mundial facilitó entre ellos una cierta diferenciación: los de izquierdas se mostraron favorables a los aliados, y los de derechas tomaron partido por las potencias centrales. Esta situación tuvo mucho que ver en el hecho de que España se declarase neutral ante el conflicto.

En relación con la situación española durante los años de la pandemia, hay que destacar también cómo la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial), creó una situación económica difícil para el país, aunque tuvo un influjo favorable sobre la economía española. Los países en conflicto, ocupados más en los acontecimientos bélicos que en abastecer los mercados, dejaron, de forma súbita, de exportar sus mercancías. La subida de precios subsecuente facilitó el desarrollo de la industria española, sobre todo de la catalana, que se infiltró en el Occidente europeo y en América. Aunque una vez terminada la guerra se volvieron a perder casi todos los mercados ganados durante la misma, se sentaron las bases de la modernización de la industrialización nacional.

Pero si las ventajas macroeconómicas fueron incuestionables, no ocurrió lo mismo con el nivel de vida de los españoles, pues, sobre todo en el caso de los pertenecientes a las clases menos favorecidas, vieron crecer los precios de una manera alarmante. La razón de ello se hallaba en que resultaba más rentable exportar los productos, incluso los de primera necesidad, que venderlos en el país, por lo que se originó una severa crisis de subsistencias. Todo ello acarreó un debilitamiento de la población, además de revueltas sociales, huelgas y atentados terroristas.

La gripe se presenta en España en medio de estas graves circunstancias sociales encontrándose con una población descontenta y empobrecida bajo los efectos inflacionistas y con escaso nivel higiénico-sanitario.

¿Cuál fue la principal vía de penetración de la gripe en España?

Todo parece indicar que la epidemia vino de Francia. En este país se había declarado un mes antes de su irrupción en territorio español. Todo parece que la gripe se difundió por los soldados portugueses que volvían en tren a su país con permiso. Lo indica el hecho de que la localidad castellana de Medina del Campo, el principal lugar de transbordo de tren de los soldados portugueses, fue la localidad española más afectada por la gripe: un 80% de su población la sufrió. Otra posibilidad es la que durante los años que duró la Guerra, hubo un intenso tráfico de obreros españoles y portugueses al país vecino, que temporalmente suplían a los trabajadores franceses que habían sido movilizados en los frentes. Se ha venido considerando pues a este contingente obrero itinerante como el principal vehículo de transmisión de la gripe a través de la frontera franco-española.

En España se estableció un cordón sanitario consistente en examinar a toda persona proveniente de Francia, aislar enfermos y desinfectar a los sanos. El Ministerio de Gobernación decretó que todos los vagones que traían portugueses fueran etiquetados y destinados exclusivamente a ellos y separados a vía muerta en las estaciones de transbordo, hasta que fueran enganchados al tren que definitivamente les condujera a Portugal.

La primera ola de gripe, que afectó sobre todo a Madrid y las dos Castillas, tuvo lugar en los meses de abril, mayo y junio de 1918. Se extendió mucho en Madrid porque las autoridades se negaron a prohibir las fiestas de San Isidro y cerrar los centros escolares y los mercados. Se calcula que se contaminó más del 40% de la población y que murieron, sólo en Madrid, unas 10.000 personas en tres meses. Los pocos hospitales existentes quedaron colapsados por la gran capacidad de contagio de la enfermedad y por el desconocimiento médico sobre cómo tratarla, pero la mayoría de las defunciones fueron en los domicilios particulares.

Esta oleada se caracterizó por su escasa gravedad y rápida extinción. Fue padecida por personalidades tan destacadas como el propio rey Alfonso XIII, el entonces Presidente del Gobierno, Eduardo Dato y algunos miembros de su gabinete como los ministros de Instrucción y Marina.

La segunda ola tuvo lugar durante el otoño-invierno de 1918-1919. Esta fue la fase de mayor virulencia y la que más víctimas mortales se cobró, aproximadamente el 75% del total de las muertes producidas por la epidemia.

La gripe se extendió por toda España y afectó a Cataluña duramente. Ahora bien, como que entonces ya había censura de prensa en España, porque el gobierno Maura había declarado el estado de guerra, la información que se dio de la epidemia fue muy escasa y siempre controlada.

La tercera ola de gripe tuvo lugar el invierno de 1919-1920 y fue la más leve. Los estudios demográficos más serios cifran la población afectada en un mínimo de 8 millones de personas, el 40% de la población española, y las víctimas en unas 260.000 en el período 1918 a 1920. Esta gripe provocó una espectacular caída de la esperanza de vida en España: en 1916 era de 44 años y bajó a 30 años en 1918. La gripe afectó sobre todo a zonas urbanas, las ciudades más grandes, donde había más posibilidades de contagio. El rebrote de 1920 provocó unas 20.000 muertes y afectó especialmente a los niños de 1 a 4 años. Por sexos, a diferencia de lo que ocurrió con el cólera, la proporción de las víctimas de la gripe fue similar.

Se ha hablado muy poco de que, cuando se produjo la epidemia, mandaba en España el gobierno nacional presidido por Antonio Maura, constituido el 21 de marzo de 1918, del que Francesc Cambó era ministro de Fomento. Cabe decir que las directivas dadas por el gobierno, básicamente por el ministro de la Gobernación, José García Prieto, fueron tardías, y sólo consistieron en prohibiciones y cierres de centros de reunión y consejos muy poco efectivos.

El débil García Prieto no osó prohibir las fiestas de San Isidro en Madrid. Parece mentira, pero en aquellos momentos la mayoría de la prensa daba más importancia a la grave carestía de la vida, que provocaba huelgas y motines populares, que a la gripe. Durante los meses de agosto y septiembre de 1918 se produjeron disturbios populares en Galicia, Extremadura, Valencia, Navarra y Andalucía, y el gobierno lo aprovechó para declarar el estado de guerra en toda España. Esto suponía imponer una dura censura de prensa y controlar, por lo tanto, las informaciones sobre el alcance de la pandemia. Fue también entonces, el 31 de agosto, cuando se creó un nuevo ministerio, el de Abastos, para luchar contra la carestía de la vida, del que fue nombrado titular el catalanista Juan Ventosa i Calvell.

La gripe se generalizó tanto que afectó al mismo Alfonso XIII, a finales de septiembre y principios de octubre del 1918, cuando el monarca estaba en San Sebastián. Su enfermedad coincidió con la primera crisis del gobierno nacional, con la dimisión de Santiago Alba, que tuvo que retrasarse unos días debido al estado de salud del monarca. Poco a poco los graves efectos de la gripe dejaron de ser noticia en la prensa española, y mucho más ante todo lo que significaba informar sobradamente del fin de la Gran Guerra (11 de noviembre), de la campaña autonomista catalana (diciembre), con la presentación en las Cortes del primer proyecto de Estatuto de Autonomía (enero de 1919), y después con el inicio de la huelga de la Canadiense (21 de febrero de 1919).

Se calcula que la gripe afectó en Cataluña a unas 800.000 personas y que provocó entre 25.000 y 30.000 muertos. Sólo en la provincia de Barcelona, en 1918 el incremento de las defunciones fue de un 60% respecto a los años anteriores, y se calcula que la gripe causó unas 12.000 víctimas. En la ciudad de Barcelona el peor momento fue a comienzos del mes de octubre de 1918, cuando se registraron más de 350 defunciones diarias debido a la pandemia. Ante el desbordamiento de los servicios funerarios municipales se creó una brigada especial de recogida de cadáveres en las casas -dos tercios de las muertes fueron domiciliarias-, se habilitó un gran depósito de ataúdes en la carretera de Can Tunis y de allí en camiones se llevaban en el Cementerio Nuevo de Montjuïc, donde se reforzaron los equipos de enterradores.

Sólo los ayuntamientos, porque estaban en la primera línea del combate contra la gripe, dictaron medidas profilácticas que se consideraron efectivas. De todas formas, algunas de las recomendaciones que entonces se dieron hoy nos pueden parecer pintorescas, como la que hizo el alcalde de Sabadell, el 8 de octubre del 1918, cuando entre una larga lista de remedios para prevenir la grippe aconsejaba tomar agua de tomillo y de eucalipto y, en caso de tener fiebre, hacerse friegas con lavanda espirituosa. Tradicionales remedios caseros que reflejaban lamentablemente los limitados conocimientos médicos que se tenían.

Salud pública, médicos y políticos

    • En 1918 España presentaba insuficiencias legislativas en materia de Sanidad, carecía de un Ministerio de Sanidad, y de una organización sanitaria adecuada. La infraestructura asistencial tanto hospitalaria como ambulatoria era insuficiente para cubrir las necesidades diarias, y el acondicionamiento de la mayoría de los locales era inadecuado.
    • La infraestructura asistencial tanto hospitalaria como ambulatoria era insuficiente para cubrir las necesidades diarias, y el acondicionamiento de la mayoría de los locales era inadecuado.
    • El patrón de la sobremortalidad general coincidió con el desarrollo de los tres brotes de la epidemia, siendo muy importantes las elevaciones registradas durante el primer brote, sobre todo en junio de 1918.
    • El incremento en la mortalidad general y en algunas tasas específicas durante diciembre de 1919 y enero de 1920 pone de relieve la importancia que tuvo la nueva epidemia de gripe de 1919-20 en Madrid capital, a diferencia de lo que ocurrió en otras partes de España.
    • La natalidad no pudo compensar la gran mortalidad que acompañó a la epidemia de gripe de 1916-19 y el crecimiento vegetativo fue negativo. No obstante, la importante inmigración que se estaba produciendo logró que el crecimiento real fuera positivo.
    • La mayoría de los médicos parecieron estar de acuerdo en considerar que la prevención contra la gripe quedaba limitada a la profilaxis individual, ya que la única profilaxis pública efectiva sería una vacuna específica contra la gripe, de la que no se disponía, y los grandes recursos de la Higiene Pública —aislamiento y desinfección— eran estériles. Sin embargo, ni la propuesta de la Real Academia Nacional de Medicina, ni las que, individualmente, realizaron algunos médicos se adecuaron a estas ideas. La profilaxis individual consistiría para la mayoría de los médicos en la combinación de las medidas tradicionales de la higiene privada con la desinfección de las vías respiratorias.
    • Tanto la Real Academia Nacional de Medicina como individualmente los médicos reconocieron que no existía un tratamiento específico para la gripe. Sin embargo, fueron muchos y muy diversos los recursos terapéuticos empleados, al igual que ocurrió fuera de nuestras fronteras.
    • Los principales factores de índole social a los que los médicos responsabilizaron de las dimensiones alcanzadas por la epidemia fueron los siguientes: la carencia de subsistencias; la insalubridad de las viviendas; la escasa infraestructura asistencial; la inadecuada normativa sanitaria española; y la inoportunidad e insuficiencia de las medidas adoptadas por las autoridades políticas para luchar contra la epidemia de gripe de 1918-19. Esa actitud era expresión, por un lado, del afán de los médicos por combatir las críticas que estaban recibiendo y que les responsabilizaban, siquiera en parte, de la magnitud de la epidemia, y, por otro, del deseo de este colectivo de aprovechar la coyuntura para reivindicar algunas de sus aspiraciones de mejora en el plano profesional. Dado que los médicos, un año antes de que se iniciara la epidemia de gripe de 1918-19, consideraban que su profesión se había desprestigiado.
    • Las propuestas de los médicos, que estuvieron mediatizadas por su situación profesional, pueden dividirse en dos grupos. El primero de ellos sería el que tendría que ver con las medidas destinadas a combatir las principales deficiencias del sistema sanitario a nivel nacional. Éstas consistirían básicamente en el establecimiento de un nuevo marco legislativo sanitario, y la creación del Ministerio de Sanidad. El segundo grupo de propuestas sería el representado por las relacionadas directamente con la ciudad de Madrid. Entre ellas cabe destacar las siguientes: la construcción del Hospital de epidemias y la mejora cualitativa y cuantitativa de las infraestructuras sanitarias de la Beneficencia municipal y provincial; la construcción de viviendas baratas y salubres; y el abaratamiento de las subsistencias y la mejora de su calidad.
    • En 1918 los farmacéuticos se encontraban en una situación de deterioro socio-profesional y habían iniciado un programa de reorganización profesional. Una de sus mayores preocupaciones durante la epidemia fue la escasez y la carestía de los medicamentos.
    • Las medidas que, tanto las autoridades municipales como las provinciales, adoptaron para luchar contra la epidemia de 1918-19, tuvieron como finalidad: procurar la tranquilidad de la población; reforzar la asistencia sanitaria; mejorar la salubridad pública; corregir los problemas derivados de la crisis de subsistencias y de la escasez y carestía de los medicamentos; y mejorar el estado y funcionamiento de las instituciones sanitarias.
    • Mientras que en el primer brote las autoridades gubernativas y legislativas no tuvieron inconveniente para reconocer la existencia de una epidemia, durante el segundo ofrecieron resistencia para admitir su presencia y aceptar que se trataba de la gripe. El ministro de la Gobernación trasladó la responsabilidad sobre la epidemia a la Medicina y, especialmente, a los médicos.
    • Durante los dos primeros brotes el debate parlamentario sobre la epidemia se realizó precisamente en el momento álgido de cada uno de dichos brotes. Durante sus intervenciones en ambas Cámaras respecto a lo que se debería hacer para combatir la epidemia, los parlamentarios se mostraron mayoritariamente de acuerdo con la necesidad de tomar las siguientes decisiones: procurar información sobre el estado de epidemia, mejorar la infraestructura y la organización sanitaria, y mejorar las condiciones de vida.
    • Las medidas tomadas por las autoridades gubernativas y legislativas para luchar contra la epidemia estuvieron dirigidas fundamentalmente a: procurar la tranquilidad de la población; atender a la asistencia sanitaria de los epidemiados; conceder créditos; luchar contra la carestía de los medicamentos y de los alimentos, y mejorar la salubridad pública.
    • Algunos sectores de la población hicieron gala de un optimismo que se mantuvo incluso en el momento álgido del primer brote, momento en el que desde los diarios locales se solicitó un cambio de actitud y se pidió una mayor preocupación por parte de los ciudadanos. Durante el segundo brote la prensa en general, probablemente a causa de la ocultación de datos y las trabas puestas por las autoridades locales y estatales a la difusión libre de la información a la ciudadanía, no se ocupó en un primer momento en profundidad de la situación de epidemia. Sin embargo, coincidiendo con el momento álgido del brote cambió la línea editorial, especialmente la prensa más crítica e independiente y de posiciones de izquierdas, y decidió mostrar una imagen de la situación más ajustada a la realidad.
    • Los diarios nacionales y provinciales, por tanto, se movieron en su información dentro de una dualidad de opiniones: a la vez que informaban sobre la progresiva marcha de la epidemia, intentaban transmitir tranquilidad y despreocupación. Esta posición se intentó mantener incluso en los momentos álgidos, aunque en éstos finalmente cambiaron de actitud.
    • La población recurrió a muy diversos medios para librarse de la enfermedad epidémica y combatirla cuando ésta se presentaba. Se buscó en la religión y en la Ciencia Médica la protección. Dejando al margen la primera de éstas, en unos casos siguieron los consejos dados por los médicos y en otros buscaron la protección y/o el tratamiento en alguno de los múltiples remedios medicinales y empíricos que se anunciaron en la prensa durante cada uno de los brotes.
    • Una de las notas dominantes durante el desarrollo de la epidemia de gripe de 1918-19, tal y como muestra la prensa, fue la confusión de la población sobre el origen y el modo de enfrentarse a la misma. La población criticó la actuación y actitudes de los médicos y, con mayor dureza, las de las autoridades políticas y sanitarias durante la epidemia.
    • La prensa se hizo eco de los principales problemas que se suscitaron y/o agravaron con motivo de la epidemia y reclamó, especialmente en los momentos álgidos de cada brote, la adopción de todas las medidas necesarias para solucionarlos. Una de las principales denuncias fue la relativa a la carestía y escasez de medicamentos y alimentos, sobre todo de los recomendados como tratamiento de la gripe.
    • La vida de los ciudadanos se alteró profundamente durante la epidemia, tanto por las medidas profilácticas que se dictaron como por la propia marcha de la epidemia y sus importantes repercusiones. Dado que la mayor parte de los afectados fueron adultos jóvenes, la vida laboral se paralizó en los momentos álgidos de cada brote, especialmente durante el primero.

Fuentes: ROSENBERG, Charles E. Explaining epidemics and other studies in the History of Medicine. Cambridge-New York: Cambridge University Press, 1992.ECHEVERRI, Beatriz: “La gripe española. La Pandemia de 1918-19”. Madrid 1993. GARCÍADurán, R. cf. en ob. cit. PORRAS Gallo, María Isabel. Tesis: “Una ciudad en crisis: la epidemia de gripe de 1918-19 en Madrid. 1994”. Ilustraciones: Conversación sobre la historia.