Llevo mucho tiempo haciéndome esa pregunta. También me rondaba qué llegaríamos a entender como la nueva normalidad. En no pocas ocasiones me he respondido que después de esta pandemia vendrá otra pandemia. Sin descartar del todo ese augurio, pues me malicio con fundamento que pandemias sí que vendrán, opto por ver las posibilidades para sobrevivir antes de la próxima. Pese a que no dejo de mirar con especial interés las informaciones sobre el asunto, hoy en las noticias digitales encuentro dos al respecto. Atendiendo a las razones, en parte complementarias, de las mismas, me animo a compartir aquí mis dudas. “La pandemia que nos dejó al desnudo” es una reflexión que llega de Gran Bretaña que uno a la de un ecologista nacional con “Hora de hacer las paces con la naturaleza”. En principio se habla de un aviso para continuar con un deseo. A todo ello cabe añadir lo que se puede observar en nuestro entorno, para que en lo posible, la respuesta que cada cual encontremos a tal cuestión esté algo más informada. Vayamos a ello con un poco de orden en las razones informadas, y contrapuestas hacia nuestra opinión.

Las varias fuentes coinciden en recordar la casi unanimidad en muchos países al agradecer cada día la entrega y esfuerzo del personal sanitario por mantener la salud colectiva. A ese respecto también ha sido destacable la nueva cercanía entre buena parte del vecindario que se ha mostrado desde la ayuda material hasta la animación para superar la soldad del confinamiento. A ese respecto, no han faltado las señaladas aunque mínimas de insolidaridades consecuencia del miedo o de la xenofobia insultando la proximidad de la persona sanitaria, que ya en lugar del ser quien cura es quien puede contaminar, o la persona migrante que recoge la fruta que nos alimenta, no se le deja de acusar por la supuesta invasión de nuestro país. No han sido pocos los casos de infección excesiva causada por el amontonamiento de población laboral en cuchitriles. Hablando de la ciudadanía en general, ha sido muy loable la actitud sobre todo en los primeros tiempos para seguir las medidas que se entendieron convenientes frente al peligro en común.

Pese a ser una sociedad muy globalizada, se han mostrado instrumentos de ámbito mundial para hacer frente de manera colectiva a la pandemia. La Organización Mundial de la Salud, ha servido como foco de orientación científica, a la vez que ha mostrado su debilidad tras la actitud individualista de USA y el poder las empresas privadas que han especulado con los medios curativos. Mercantilización que se había apreciado en gran cantidad de países incluso ricos, como USA que no tienen sistemas sanitarios públicos suficientes y de aquellos otros que, como España, lo han abandonado en el último decenio. Y ya, hablando de la gestión política ante la pandemia, se ha notado demasiado el enfrentamiento entre ideologías que se han opuesto aceptar la pandemia como un peligro común que había que combatir de manera colaborativa entre gobierno y oposición dando prioridad al dictamen de la ciencia. Ha sido significativa la actitud de Trump o Balsonaro (presidente de Brasil) despreciando el uso de mascarilla y otras medidas de protección.

Actitudes que se han seguido en países como España optando más por el mantenimiento de la economía que por la salud y vida colectiva. Desde esas dos visiones contrapuestas, se ha reparado poco o nada en la creciente brecha entre ricos y pobres que va creciendo. Con odio, ofensas y falsedades se impide un debate sereno sobre la raíz de los problemas, para acabar en que eso “son cosas de políticos”. Que los ricos sean cada vez más ricos es una realidad. También lo es que crecen los pobres que hacen colas para comer por caridad, sin que se atienda esa necesidad para acabar con la indigencia creciente. Las medidas para ello, se aceptan a regañadientes y luego demoran en el camino.

Falta, o se olvida, la mirada atenta al origen de la pandemia. “Es hora de hacer las paces con la naturaleza” dice Antonio Guterres, presidente de la ONU. Es imprescindible que entendamos que la especie humana hemos entrado como un elefante en una cacharrería y hemos de acabar con nuestra arrogancia evolutiva de tanta destrucción inmune. La pandemia no es más que una respuesta de la naturaleza ante la agresión permanente que viene sufriendo. Esa agresión que la propia humanidad tiene para consigo misma aceptando la propia muerte a cambio de un placer efímero o del crecimiento económico suicida. “Qué no me corten la borrachera” decían un joven a media tarde, mientras Ayuso proponía más edificación en Madrid para salir de la actual crisis. Si son eso los ejemplos, junto a tantas fiestas ilegales y manga ancha de la nueva normalidad, sucederán más pandemias. De poco habrá servido la solidaridad y civismo de la gran mayoría de personas desean una vida realmente humana respetuosa consigo mismo y con el planeta.