Teruel ya empieza a existir, al menos a partir de que el parlamentario que la representa fue muy importante a la hora de apoyar al actual gobierno. Dicho hecho dio aire a situaciones parecidas como Soria y tantas otras provincias donde la despoblación aumenta. Hasta Jaén siente como una tragedia este mal y surgen voces por la “España vaciada”. En ese sentido, se reivindican medidas para que el mal no continúe. Acercarse al problema parece adentrarnos en el círculo vicioso de ese animal que se muerde la cola. La gente se va del medio rural porque no hay trabajo, porque faltan servicios o por qué aspectos más. La cosa no está tan clara, porque en las ciudades no atan a los perros con longaniza. Ahí podemos ver “Las tres mil viviendas” de Sevilla, uno de los barrios más pobres de España. En cuanto a la pobreza, la podemos encontrar en otras grandes ciudades de España y del mundo, donde hay una creciente tendencia de juntar en más millones de personas. Así varias razones para que una minoría prefiera permanecer en el campo y una mayoría huya hacia la ciudad. Hemos de imaginar que cada cual, busca, desde su particular lógica, vivir mejor. Veamos.

Empezando por nuestra tierra, podemos ver que en esos pequeños pueblos desaparece la escuela, el médico viene de fuera y has la sucursal de banco cierra. La gente de edad mediana, aunque disponga de trabajo, entiende que allí hay menos oportunidades, por eso emigra a la cabecera de comarca o más allá. Eso sin olvidar a esa masa de población flotante de jornaleros y jornaleras que van a la uva a Francia, al tomate a Murcia, a la fruta o al espárrago al norte y hasta a la aceituna aquí. Esa generación que va disminuyendo, está en trance de ir desapareciendo, y como consecuencia, tiende a ser substituida por personas migrantes, a quienes se depara un trato muy mejorable. Así pudimos ver incidentes en nuestra provincia con la muerte de un inmigrante de por medio y la actitud poco humanitaria del patrones. Algo por el estilo se viene observando en Lleida o Lepe, donde, como en tantos otros lugares, no se ofrece un alojamiento digno a temporeros y temporeras que les recogen la cosecha. Hay actitudes desiguales a las citadas en el presente y en el pasado en localidades en las que se lamenta esta decadencia. Un ejemplo notable es el del alcalde de Carboneros en Jaén que ofrece ayuda a quienes vengan a vivir en la localidad. También se dan iniciativas para favorecer la repoblación de aldeas en vías de desaparición a urbanistas que huyen de la urbe. Hay precedentes como el caso de Gerald Brenan, “don Geraldo” para su vecindario de Las Alpujarras. Estas tentativas dejan de ser relevantes para frenar lo de la “España Vaciada”, pues insisten en no se pone coto al evidente deterioro que deprecie los innegables valores.

En el otro extremo podemos ciudad deseada, como señala Benoit Bréville, experto francés sobre el tema. Al señalar los atractivos de las grandes ciudades para la población en general, habla de la proliferación del populismo de derechas en el medio rural, las grandes ciudades. Para ello, además de ciertos programas para la inclusión social de la población de barrios pobres, ofrecen ciertas medidas públicas para el bien colectivo. En este momento en que empieza a preocupar el cambio climático, distintas ciudades difunden alguna faceta relacionada: Nueva York (2002-2.013) Grupo de Ciudades Climáticas. “Noche de los Árboles” tratando de plantar en Marsella 70.000 árboles, tantos como los nacimientos previstos. En cada de estas ciudades, junto la oferta prevista, cuenta con la complicidad de otras tantas que secundan la iniciativa en otros continentes. Sin contar con el gobierno de su país: Tokio destaca su apuesta por enfriar los edificios reflejando los rayos solares, Barcelona ofrece su apuesta por los autobuses electrificados, Porto Alegre de Brasil fue un ejemplo en su momento con sus presupuestos participativos. Hay más ejemplos para citar.

Vemos las problemáticas contrapuestas y la necesidad de favorecer un lugar digno para que viva el conjunto de los mortales y más de acuerdo con sus apetencias y con lógicas renuncias. Para ello, se habla de una conveniente planificación ecológica que atienda las necesidades sociales de toda la población. Eso requiere, más que los deseos, el compromiso solidario rural o urbanita.