Siguen las peticiones de Amnistía Internacional en el empeño descrito por este título. Como quiera que me duele la indebida persecución que sufren los informadores honestos, tomo el escrito de Juan Branco, abogado del equipo jurídico que lo defiende, para hacer lo propio aquí. Creo que se recordará al fundador y componente de Wiki Leaks, quien por desvelar miles de documentos importantes, fue declarado el hombre a abatir. Desde Suecia surgió una acusación de abuso sexual más que discutible. Casi a la vez aparecía otra, más fundada desde EEUU, ya que dicho país se sentía perjudicado por los mencionados documentos, también referidos a otros países. Estando en Londres recibió el apoyo del presidente Correa de Ecuador para que se refugiara en la embajada en el Reino Unido. Pese a que Assange ha tenido que permanecer varios años de manera incómoda en su reclusión londinense, aunque no ha dejado sus tareas de denuncia, la situación cambió 2.019 con el acceso al gobierno ecuatoriano de Lenín Moreno. Aunque la extradición de Suecia había decaído, no así de de EEUU. Dicha extradición quedó interrumpida por el acuerdo de las Naciones Unidas en contra de la disposición del Reino de concederla al país americano.
Para mejor conocimiento he de apuntar que Wiki Leaks se fundó a final de 2.006 por Julian Assange y otros diez activistas. El objetivo como medio informativo era de de investigar y difundir los acontecimientos que, afectando a la ciudadanía mundial, con frecuencia no salían a la luz. El 5 de abril de 2.010 tiene lugar mayor repercusión “Collateral Murder”, vídeo de diecisiete minutos sobre el asesinato de civiles y periodistas por el ejército estadounidense en Irak. El 25 de julio de 2.010 en la propia web se difunden 90 documentos clasificados relativos a la guerra de Afganistán. En una de las entregas de información aparece tal grado de denuncia sobre la corrupción en las relaciones de EEUU con sus aliados de Oriente Medio, que Obama tuvo que hacer una ronda de visitas por todos ellos dando explicaciones. El propio Wiki Leakes difunde con la colaboración de importantes publicaciones mundiales, como The Washington Post, Le Monde, The Guardian y The New York Times, cientos de miles de cables diplomáticos o notas oficiales relativos a asuntos desde 1.966. Éstos los había facilitado Chelsea Manning que fue acusada en 2.013 a 35 años de prisión.
Con el acceso de Trump a la presidencia, la presión a todos los poderes y medios internacionales se hace mayor para lograr la extradición de Assange. El propio Julián llama al Palacio del Eliseo que se negó a intervenir en el asunto, obviando lo beneficiosas que le habían resultado varias informaciones a Francia y que en dicho país residía un hijo del propio Assange. En esa línea, los propios medios que habían agasajado al fundador de WikiLead y habían logrado grandes tiradas con la publicaciones de hacía unos años, así como otras influyentes instancias le dan la espalda a quien había denunciado las principales fechorías de este siglo. Un medio como “Le Monde” llega a decir que Julián Assange no “es amigo” de los Derechos Humanos. WikiLead rompió con éste medio y los ya citados The Guardian, The Washington Post y New York Time. Los “hackeadores” entienden que los mismos también se muestran timoratos como tantos otros medios dependientes. Lo que parece ocurrir es una gran desconfianza de dichos medios respecto de la gran independencia que muestran Assange y sus colegas para la denuncia permanente. Entienden por tanto Le Monde y compañía, que, llegado el caso, WikiLead puede ser un enemigo.
A uno se le va la cabeza pensando en este mundo cada día más engorroso del periodismo, de la información más o menos sofisticada entre los grandes poderes y sobre el control de cada simple persona. Al final llego a la conclusión que otro sofisticado informador llega a poner como título a su libro: “Vigilancia Permanente”. Pero de ese libro, de su autor-Edward Snowden- y de su interesante peripecia escribiré otro día. Esperemos que para entonces hayan levantado los cargos que penden sobre la cabeza de Assange, ese australiano con cara de joven, cuyo delito es hacernos ver en qué manos anda nuestro futuro.