Nos quejamos de los amigos porque exigimos de ellos más de lo que nos pueden dar, hasta dinero, pero si prestas dinero a un amigo corres el riesgo de perder a los dos, en muchos casos la confianza da asco, hasta que provoca el vómito y decides pedir lo que te pertenece, entonces es cuando de verdad descubres que el lazo que os unía se ha convertido en soga de horcado.
Cada uno demuestra lo que es en los amigos que tiene. La amistad no se compra, aunque hay muchos que la venden, que los amigos comprados no lo son y valen poco. Casi siempre tenemos conocidos que confundimos con amigos, si se pierde a un conocido se reemplaza por otro, pero cuando se pierde a un amigo el dolor es ireemplazable. Como bien decía D. Santiago Ramón y Cajal: «A los amigos, como los deientes, los vamos perdiendo con los años, no siempre sin dolor».
Los amigos proliferan cuando nuestra posición social o económica es popular, pero es en la adversidad cuando se conocen a los buenos amigos. El falso amigo es como la sombra que nos sigue mientras dura el sol.
Hay una gran diferencia entre amigo y enemigo: El amigo te abandona en la desgracia, pero el enemigo nos sigue hasta la muerte. Debería suceder a la inversa, ironía de la vida que nos regala esta proporcionalidad.
Existen tres clases de amigos: Los que nos aman, los que se burlan de nosotros y los que nos odian.
La amistad que termina nunca había comenzado, es por esa razón que los amigos de verdad se perdonan mutuamente todos sus defectos.
Hoy terminaré con cuatro citas, que cada cual elija la que más le convenga:
“Sed felices: ya no hay amigos cuando uno es desgraciado” (Eurípides).
“No hay mejor amigo ni padre que uno mismo” (Fontaine).
“¡Dios mío, líbrame de mis amigos!. De los enemigos ya me encargo yo” (Voltaire).
“No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad” (Platón)

Momentos de reflexión