La fobia a lo público llegó a España desde los albores de la democracia, precediendo y casi al ritmo de su implantación. Este proceso se aceleró con el ingreso en la Comunidad Europea. Desde el primer momento privatizador, ya se oía la música de la Trilateral que hablaba de una España de geriátrico y turismo para el conjunto de Europa, como en casi todos los países del sur. Se introdujo la cantinela de la eficacia de lo privado y el mercado libre, sin hablar apenas del lucro salvaje y del flujo de capitales que lo propicia casi sin trabas. Los juegos de bolsa que la mayoría de estos cambios de titularidad, o titularidad a medias, conllevan se esconden, así como las ventajas para quienes las propician. Claro que a veces, la aparente mejora del supuesto servicio luego declina, cuando esa empresa cede su propiedad a otra que quiere más lucro. Un ejemplo al respecto puede ser Urbaser, al que pueden añadirse bastantes más. Ahora que el ataque a lo público se recrudece, conviene mirar con lupa cómo nuestra educación, sanidad y demás servicios sociales o no, pasan a manos privadas con demasiada discreción. Luego, podríamos ver para qué tal “liberalización”.
La venta a particulares de bienes públicos, que aún sigue, como los anunciados de líneas de ferrocarril en el Estado o de la red de ITVes en Andalucía, casi siempre ha sido para beneficio privado. Pues las empresas compradoras vienen en busca de rentabilidad y siempre eligen las que ya le aseguran dividendos. Ya hay novios para las revisiones de automóviles que le servirán al nuevo gobierno para compensar la bajada de impuestos a las rentas más altas. Otro tanto se podría decir del gobierno central para la crisis que se avecina. El caso del tren es un buen ejemplo para ver como acaba el celo privatizador que en Gran Bretaña ahora quieren renacionalizar. Por eso convendría revisar el instrumento preferido para perjudicar a los servicios públicos. Son las CPP o Concesiones Público-Privadas de infraestructuras, hospitales, escuelas y otros servicios que entregan a ciertas empresas. El resultado final, según se ha analizado, es el beneficio para dichas empresas, la corrupción y el deterioro a medio plazo de tal servicio. Esta estratagema favorecida por el Banco Mundial y OCDE se ha extendido en muchos países. A la administración le ha venido bien para presentar unas cuentas sin déficit, ya que el gasto se refugia en la empresa colaboradora, a la que se le permite una contabilidad poco transparente. Además, una vez obtenido el servicio, la empresa puede traspasar el servicio. Ejemplos de esa realidad son Urbaser, el Castor y otras vinculadas con ACS y otras transnacionales. Esto viene ocurriendo en varios países y en España. Europa avisa por esta situación de falta de control y seguimiento de esta realidad. Aquí Tanto PP como PSOE crearon sendos organismos de seguimiento (ONE y OIRseSup) supuestamente independientes, que no han controlado con eficacia. Frente al entramado del capitalismo que acumula en el mundo ha surgido el Observatorio de la Deuda Global. Éste, con sus fundados informes va creando una opinión sobre el peligro del depredador neoliberalismo. Avisa a los diversos países, entre los que no falta España, sobre su situación en este aspecto con pronunciamientos específicos. A ellos van respondiendo varios de ellos, entre los que destaca Francia. Sobre el asunto va a ir pronunciándose el Tribunal de Cuentas Europeo.
El asunto es más trascendente de lo que parece, y debiéramos preocuparnos más, pues influye sobre los aspectos económicos, ambientales, culturales y hasta de perspectiva de género. No podía ser de otro modo, pues nadie da los duros a cinco pesetas y menos quienes adelantan su dinero para ganar más. Lo lamentable es que la ciudadanía, sigue fiando a que en el cuento de que la empresa privada funciona mejor. Lo que hace más fructífera una actividad humana es su acertada y honrada gestión de cara a lo que a lo que se pretendía. Aquí se trataría de la satisfacción social y económica de la ciudadanía que la promueve. Claro que será importante elegir personas decentes y conocedoras que cumplan bien lo que prometen a la sociedad.