Hace unos días escuchaba en la tele a un médico representante del sindicato de su gremio , ensalzando para sí la condición de autoridad pública. Del juramento hipocrático no dijo ni media. Es lo habitual en estos tiempos: nos cerramos en nuestra visión sin apenas considerar la ajena. Otro tanto podemos decir de los jueces con la antigua figura del desacato, de las fuerzas del orden tras la ley mordaza o los docentes que reclaman también para sí una autoridad legal. Así que, si cada colectivo o gremio empieza a mirar su ombligo, uno tras otro, todos encontrarán motivos para exigir su propia valía y “autoridad”. Se me ocurre pensar en bomberos, resto de funcionarios, panaderos, agricultores, los … y así hasta casi el infinito.¿ O a caso no nos son necesarias y ,a veces más imprescindibles, las funciones señaladas y otras? Aquí me planteo y trato de compartir mi preocupación por esa deriva que me parece sin salida. Para ello vuelvo sobre el caso de la agresión a los médicos, que no al conjunto de sanitarios, como debiera haber pedido aquel doctor.

Por supuesto que hay que repudiar todo trato degradante a cualquier persona y en cualquier situación. Para esas contingencias parece desearse dos salidas que no debieran excluirse. Una podría ser esa autoridad sobrevenida e impuesta por la coerción sin más. De optar por ese camino, llegado el caso, podríamos necesitar un guardia para cada cual. Lo que serían muchos guardias por todos lados. Hay quienes, ante esa profusión de fuerzas del orden, aspiran a que las personas nos demos ocasión, habilidad y tanquilidad para resolver los conflictos que surgen de manera civilizada. Ese hecho es algo que no sucede siempre ni dentro ni entre gremios cercanos. Le doy vueltas a un caso en que entre personas casi desconocidas se resolvió una situación que podría haber desembocado en una de las que tanto crispan al colectivo sanitario. Antes de seguir adelante me preocupa que no se refieran a los pacientes, que han de serlo más, ante la trifulca que también sufren. Pero claro , el gemio es el gremio y al ajeno que le den.. En fin, sigamos en el hospital o ambulatorio de las posibles susodichas agresiones. Allá van pacientes y familiares de muchas leches. Hay quienes tienen pocas luces y ante la menor pega empiezan a desbarrar. Apartemos ese tipo de persona por cuyo carácter da la nota en cualquier sitio. Recuerdo un hombre mayor con traza de campesino que retorcía su boina haciendola un guiñapo fuera de la fila donde esperábamos ante el mostrador del ambulatorio. La actitud desenvuelta enfermera libró al hombre del mareo que venía sufriendo en la búsqueda de unas recetas para su postrada mujer. Agradecido y rehecho el hombre marchó. Viendo lo sucedido Una mujer acontó un axpereincapocada lloraba suspirando por su hijo en la larga cola. Al rato apareció un joven demudado y resoplando a quien la señora le señalaba la larga fila. El muchacho cogiéndola de la mano se adelantó y, con un casi inaudible perdonen, se coló en la consulta. Apenas, oímos esta es mi madre y mi hermano se muere en la cama sin pasar al especialista. El resto de conversación no la oímos. Al salir lamentó el adelanto y explicó el apocamiento de la madre y cómo con seriedad venció las reticencias del médico a dar un volante de urgencia. Alguien dijo por allí que cuanto menos pases dieran para especialistas mayor era su sueldo. Allí se comentó el temple del joven, gracias al cual se había salvado otra posible agresión. Llegamos a la conclusión de que las causas no son tan sencillas como se dice. Hay insuficiencias que afectan al personal sanitario que busca la satisfacción de un buen servicio. El conflicto puede ocurrir por el mal día de una de las personas que concurren: enfermo, familiar o personal sanitario. Es lógico entender el dolor del paciente, en menor medida el de la familiar y hasta cierto punto la comprensión del personal sanitario. Cabría esperar una especial habilidad de trato en la preparación para ciertas tareas.

Hablamos de mejor trato que lamentable es cada vez menos frecuente entre las personas en general´, y tal vez sea esa una de las causas de tantos “malos días”. Pocas veces admiramos a aquellas personas que por su sabiduría y temple, a veces con tanta discreción, que evitan conflictos y favorecen el bienestar común. Quizá cabría pensar que esa persona no ha de ser siempre el médico en la situación anterior, ni el bombero en un incendio. Hay una autoridad en los grupos y en situaciones que emanan de la propia persona. Esa autoridad con frecuencia se encuentra en aquellas personas que van creciendo en su autocontrol y en el conocimiento de la condición humana. Llegado a este punto siempre recuerdo el autocontrol y conocimiento de Machado cuando decía: “por muchas virtudes que puedan adornar al hombre (persona) ninguna superior a la de ser hombre (persona). Quizá creciendo en esa autoridad podremos tener una sociedad más feliz y también más segura sin necesidad de tanta vigilancia y autoridad inventada que impiden aquel humanismo.