En la tarde noche de este Viernes Santo, Linares se ha cubierto de un respetuoso silencio para acompañar a la Real, Inmemorial e Ilustre Cofradía del Santo Entierro de Cristo, que ha salido desde la Parroquia de San Francisco de Asís para recordar, con la solemnidad que le caracteriza, el momento más doloroso de la Pasión: la muerte y sepultura del Redentor.

Con una historia que se remonta al año 1552 y un cortejo sobrio y cargado de simbolismo, la Hermandad ha procesionado con sus tres pasos: la Santísima Virgen de las Angustias y Santa Vera Cruz, el Santísimo Cristo Yacente y Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad, acompañados de un pueblo que, entre cirios y plegarias, ha sabido responder con recogimiento y respeto.

Abría el cortejo la Virgen de las Angustias, obra de García Bellido, que procesiona junto a la imagen de la Santa Vera Cruz. A ella seguiría el Cristo Yacente, de Víctor de los Ríos, acompañado únicamente por una banda de tambores destemplados, cuya cadencia fúnebre estremecía el ambiente. Cerraba la comitiva Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad, imagen de Francisco Palma Burgos, con los sones de la Asociación Cultural y Musical “Maestro Alfredo Martos” de Linares, cuya música aportó un halo de esperanza al final del duelo.

Este año, la Hermandad ha presentado varios estrenos significativos, como un juego de cantoneras para la cruz de la Virgen de las Angustias, la restauración y plateado de los faroles de cola del paso de la Virgen de los Dolores, y la restauración de ambas imágenes marianas. También se ha realizado una nueva candelería para el paso de la Soledad, enriqueciendo el patrimonio artístico y devocional de la cofradía.

La Banda de Cabecera “Quinta Angustia” abría el cortejo, marcando el tono sobrio y respetuoso de una procesión que es el culmen de la jornada del Viernes Santo. Las calles han sido escenario de un funeral sagrado, de una ciudad que se detiene para acompañar, en silencio, al Cristo muerto.

La Hermandad del Santo Entierro ha vuelto a demostrar que la sencillez, la liturgia bien cuidada y la seriedad en el andar también conmueven y elevan. En cada paso, Linares ha llorado la muerte de Cristo, pero también ha encontrado, en la mirada dolorosa de sus Vírgenes, el aliento de una esperanza que ya se anuncia.