Desde el templo más alejado del centro urbano, en el alma de la barriada minera de Santa Bárbara, la Hermandad del Sagrado Descendimiento de Nuestro Señor y María Santísima de las Penas ha salido este Viernes Santo para abrazar con su testimonio de fe a toda la ciudad. Una cofradía humilde, entrañable y profundamente arraigada a su entorno, que ha sabido conquistar el respeto y el cariño de Linares desde la periferia hasta el corazón.
Pasadas las primeras horas de la tarde, el cortejo partía desde la Parroquia de Santa Bárbara, haciendo sentir su presencia por calles que, aunque distantes del centro, rebosan identidad propia y una fe sencilla pero firme. Fundada en 1967 y con más de 300 hermanos, esta Ilustre Hermandad ha vuelto a ofrecer una estampa cargada de sobriedad, devoción y cercanía.
Abría el cortejo el Santísimo Cristo del Descendimiento, obra de Víctor de los Ríos (1957), acompañado por la Agrupación Musical “Sagrado Descendimiento” de Linares, que este año ha estrenado uniforme, mantolines para cornetas y percusión, y un nuevo banderín que ha sido muy aplaudido por los asistentes.
Tras Él, avanzaba con delicadeza María Santísima de las Penas, imagen de José Ajenjo Vega (1992), restaurada por Mario Castellano Marchal, portada por 24 costaleras. La acompañaba la Banda de Cornetas y Tambores “Jesús de la Oración en el Huerto y Cristo de Medinaceli” de Santisteban del Puerto, cuyos sones han aportado un aire de solemnidad y emoción al paso de la Virgen.
Esta Hermandad se distingue por su compromiso con el barrio y con la tradición. Es la única en Linares que ha organizado una Exaltación a la Mantilla, homenajeando a la figura femenina en Semana Santa, con 16 ediciones en su haber. Este año, la cofradía ha querido retomar este acto conmemorativo, mostrando su empeño por preservar y revitalizar costumbres propias.
La salida del Descendimiento ha sido más que una procesión: ha sido la voz de un barrio minero que no olvida su historia ni su fe, un mensaje de esperanza que ha cruzado Linares desde los márgenes hasta el centro, dejando tras de sí estampas de fervor popular, rostros emocionados y una lección de entrega cofrade. Porque desde Santa Bárbara también se anuncia la Pasión, con sencillez, con hondura… y con el alma de un pueblo que camina con sus imágenes.