Linares ha vivido este Martes Santo un acto de fe con forma de procesión. Las nubes, aún marcadas por las tormentas de la tarde, parecían debatirse entre el recuerdo del aguacero y la promesa de una tregua. El cielo, incierto y caprichoso, puso a prueba la determinación de una hermandad que, fiel a su historia y a su espíritu franciscano, no se dejó vencer por la duda.

Pasadas las once de la noche, las puertas de la Parroquia de San Agustín se abrieron para que la Primitiva, Ilustre, Venerable, Pontificia, Real, Humilde y Franciscana Hermandad y Cofradía de penitencia y silencio de la Santa Vera Cruz y Sangre de Cristo iniciara su estación de penitencia. Y lo hizo como dicta su esencia: en silencio, con el paso firme de quien lleva siglos caminando entre tinieblas y luz.

Nuestro Padre Jesús de la Humildad, obra de Manuel Hernández León (1990), avanzó con recogimiento, acompañado por los sones austeros de la Capilla Musical Vera+Cruz, que envolvieron su paso en una atmósfera de oración. Con Él, Linares volvió a mirar de frente el rostro sereno del que acepta su destino sin alzar la voz.

Tras el Señor, bajo palio, la Madre de Dios María Santísima de la Salud en su Soledad —imagen anónima del siglo XVI, restaurada por Fuensanta de la Paz Calatrava— se abría paso entre la penumbra, acompañada por la Capilla Musical de la Asociación Cultural y Musical “Maestro Alfredo Martos”. Cada nota, cada mirada, cada pétalo en su andar, eran un canto callado a la fortaleza y al consuelo.

Entre los momentos más sobrecogedores de la noche, brilló con luz propia la interpretación del coro MusicAlma, que a las puertas de la Basílica de Santa María la Mayor ofreció un emotivo repertorio de música sacra. Sus voces, elevadas al cielo linarense, fundieron el arte coral con la espiritualidad del momento, creando una escena de profundo recogimiento que hizo brotar lágrimas entre los presentes.

 

La jornada ha estado marcada también por el estreno de la nueva Bandera Pontificia, bordada con el escudo Papal de Paulo III, testimonio del título de Pontificia que ostenta la Hermandad. Con asta de madera de regatones y Cruz Papal, esta insignia ha encabezado un cortejo de hondísima simbología, en el que también se hacía presente la reliquia “Ex Indumentis” de San Francisco de Asís, entregada a la Hermandad en el III Encuentro Provincial Franciscano.

El cortejo ha discurrido entre calles recogidas, con paso firme y reverente, haciendo parada ante templos y conventos que han sido testigos de siglos de devoción. La Humildad ha vuelto a enseñar a Linares que, incluso bajo cielos inciertos, la fe puede abrirse camino.

Y así, entre sombras y luces, esta noche de Martes Santo quedará en la memoria como un canto silencioso a la perseverancia. Porque en Linares, hasta el cielo acaba cediendo ante la humildad.